sábado, septiembre 30, 2006

GRACIAS POR FUMAR.

Desde que fumar está tan prohibido o tan mal visto, me apetece cada vez más. No soy un fumador vicioso, sino un fumador esporádico, así que siempre he fumado cuando he querido y me ha apetecido, y por supuesto, con el debido respeto hacia quienes pudieran estar a mi alrededor. Como supongo que todo el jaleo antitabaco va contra los viciosos, yo me siento una víctima. Pero me fastidia incluso que se persiga a los viciosos; sobre todo porque tratándose de vicios, los más morbosos y retorcidos son los del puritanismo y la salud.
Digo todo esto porque habida cuenta de mi posición personal, quizás no sea muy objetivo en el aprecio hacia la película GRACIAS POR FUMAR que pretendía recomendar con esta nota. Así que para ser creíble he de basar mi recomendación en otros argumentos. Por ejemplo, en el “elogio del cinismo” que esa gran película desarrolla, o en la capacidad que tienen siempre de sorprendernos los tan denostados U.S.A., con productos de la más fina inteligencia y el más exquisito humor.
No os la perdáis.

viernes, septiembre 29, 2006

52. TICSTURAS




Quienes hayan hecho aprecio del Manual de Crítica de la Arquitectura que escribí hace unos años quizá recuerden que coloqué a las texturas como el tercero de los cinco elementos del alfabeto visual, pero que no contento con ello di un gran salto cualitativo y les atribuí el valor del latido o pulso que poseen las cosas vivas.

Todo lo que allí dejé escrito era producto de mi trabajo de investigación como profesor de diseño de la Escuela de Artes y Oficios, pues en la Escuela de Arquitectura no aprendí absolutamente nada acerca de las texturas. Que yo recuerde, ni si quiera a nombrarlas así. Cincuenta años de modernidad habían desembocado en el culto a unas arquitecturas blancas que ignoraban y borraban, donde les era posible, cualquier vestigio rítmico que pudiera sugerir un motivo ornamental.

Consecuencia de aquella horrible mutilación ha sido que, cuando la arquitectura ha intentado recuperar las texturas, lo ha hecho, no desde la naturalidad de los materiales o desde su tectónica aditiva, sino con la artificiosidad propia de cualquier "tic" de la moda. Es decir, que han vuelto -permítaseme la invención del palabro-, como "ticsturas". Las florecillas hippies, los papeles del pop, los lunares de la movida, los patchworks de Venturi o las pieles de los afamados arquitectos suizos se me aparecen por tanto como unos episodios bastante espúreos del retorno de las texturas a la arquitectura.

No quiere decir ello que la calidad visual y la creatividad en el territorio de las texturas no haya dado un gran avance en los últimos años. Todo lo contrario. Entre el libro "La Ornamentación desde la Revolución Industrial a Nuestros Días" de la editorial Alianza Forma que compré cuando empecé a interesarme por las texturas, y el "Patterns in Design Art and Architecture" de la editorial Birkhamer que he consultado recientemente, hay un abismo. Si en aquel libro fechado en 1986 apenas había nada posterior al art decó, en este último aparecen no pocas imágenes impactantes de novedosas texturas y de su profusa utilización en las obras más epatantes y efectistas de arquitectura.

(Un inciso con respecto al título de este último libro: como alguna vez ya he escrito, hay que tener mucho cuidado con la palabra "pattern" y, sobre todo, evitar utilizarla con exclusividad para los motivos ornamentales).

Como "tic" parece que las texturas no tienen aún muchos adeptos entre nosotros. En el concurso del Polideportivo de Siete Infantes (véase la nota del LHDn43) hubo quien intentó ganar con "ticsturas" (foto 1), pero para jugar a eso, hay que conocer mejor al jurado. Casi estoy seguro que los eliminaron a la primera. La cultura arquitectónica provinciana tiene bastante inercia a las modas aunque, como todo llega, hay quien ya empieza por aquí a hacer pinitos con las ticsturas (foto 2).

Por usar la terminología del Manual y llegar un poco más lejos con las metáforas, podría decirse que las ticsturas serían como esas cancioncillas rítmicas intrascendentes de los hilos musicales que tratan de alegrar o crear ambiente (musiquillas que con el tiempo siempre acaban por hartar); pero no los latidos de la materia que nos permiten saber que la arquitectura está viva.

jueves, septiembre 28, 2006

51. RELECTURA



(Un par de “suscriptores” dell LHD me han llamado extrañados por la forma en que, tanto en la portada del último hAll como en un artículo interior de José Miguel León, se ha reutilizado una foto de Masat que yo usé hace años para un artículo en La Rioja, y por no entender muy bien la cita que Josemi me hace en él. Como aquel artículo no se publicó mas que en el periódico y no es fácil de encontrar, he pensado que lo mejor sería traerlo aquí para poder releerlo y salir de dudas. Doy por supuesto que es completamente lícito usar la misma fuente de inspiración para desarrollar reflexiones de diferente alcance, pero lo cierto es que la de Josemi y la mía tienen poco que ver y que al mezclar la cita con la foto, hasta pueden inducir a confusión. Mi artículo no apuntaba apenas al binomio privado/público que plantea elhAll95 a sus colaboradores, sino que divagaba sobre las diferencias entre la arquitectura y el habitat.Se agradece en todo caso que alguien te cite, porque así te da ocasión a releerte. Seguramente ahora limaría un poco algunas palabras o expresiones de aquel artículo, pero me parece más justo dejarlo tal y como se publicó.

Lo que no he podido evitar ¡ay! es leer también la impertinente entradilla con que el periódico presentaba el artículo a sus lectores. Una burda descortesía que, vista desde cierta perspectiva, es una buena prueba de lo prudente y acertado que es el alejarse lo más posible de ese medio de comunicación. Decía así:

 “El arquitecto y polemista profesional Juan Diez del Corral vuelve hoy a esta sección que tanto le aburre para, partiendo de una frase de Camen Pinós, reflexionar sobre qué es la arquitectura y qué es eso que él llama “habitación”, que supera el otro concepto y que, por fortuna, no es sólo cosa de arquitectos. La inspiración es libre: a Diez del Corral le nace de una señora pintando una línea negra”.

 ¡Vaya forma de presentar a un autor y a un artículo -difamándole y contestándolo- y... de ver la foto de Massats!)

HABITACION

Hace cuatro o cinco años, en la Jornada de Clausura del I Congreso Nacional de Arquitectura celebrado en Barcelona, la arquitecta Carmen Pinós dijo una de esas frases-eslogan que los periodistas recogen con prontitud y fidelidad, y que fue publicada al día siguiente en casi todos los medios de comunicación nacionales con la propia noticia de la celebración del Congreso. "La Arquitectura es algo tan importante que no deberíamos dejarla sólo en manos de los arquitectos" -dijo la ya por entonces ex-esposa y ex-colaboradora del ahora recién desaparecido arquitecto Enric Miralles.

Yo no tengo ningún aprecio por la arquitectura de Pinós ni por la de Miralles, pero aquella maldita frase me ha estado dando vueltas en la cabeza -como otras veces el pepino del gazpacho en el estómago- y trayéndome muchas veces a la memoria a esa "artista" de la arquitectura que no me interesa lo más mínimo. De alguna manera yo estaba de acuerdo con la frasecita de marras pero no me encajaba con la personalidad de quien la decía. Así que en una de las calurosas noches del mes de Agosto en que es tan fácil desvelarse por el sudor, dí con el remedio. No señora, la Arquitectura es cosa de arquitectos y nada más que de arquitectos, mismamente como la Medicina es cosa de médicos. Son saberes específicos y desarrollados en teorías y manuales a los que no todo el mundo tiene fácil acceso. Otro asunto es la habitación del hombre; como otra cosa es también la salud. "La Habitación es algo tan importante que no deberíamos dejarla sólo en manos de los arquitectos" es la frase correcta -me dije entre las sábanas desordenadas por el calor-, aunque dudo mucho que si Carmen Pinós la hubiera dicho así, los periodistas la hubiesen apuntado tan deprisa en sus cuadernos. Y es que la idea de "habitar" ha caído en el olvido y no da para un titular. Sigo un poco más con la semejanza respecto a la Medicina para constatar que los médicos han operado lingüísticamente de forma inversa: no sólo no se han olvidado de la palabra Salud sino que se han apropiado de ella y a los Centros donde ejercen su Medicina hoy se les llama pretenciosamente Centros de Salud. Pero aunque los Arquitectos no se denominen expertos en Habitación, lo cierto es que la sociedad ha hecho la misma dejación en su responsabilidad habitadora que en el caso de la Salud. La Habitación se la hemos dejado a los arquitectos y la Salud a los médicos; pero la Habitación, -digámoslo como tesis o como jaculatoria-, no es cosa de arquitectos ni la Salud es cosa de médicos, aunque no por ello vamos a negar la validez y la autonomía de los saberes de los arquitectos y de los médicos.

La confusión entre habitar y construir es uno de los grandes males de nuestro tiempo; es una de las tragedias de las Escuelas de Arquitectura y, digámoslo de paso, es también la causa del solemne aburrimiento de esta página de Arquitectura del diario La Rioja. Y es que los saberes respecto a la historia de los estilos, la autoría de tal o cual edificio, los análisis compositivos de una fachada y de sus detalles constructivos, por no decir también las alabanzas e inciensos a todo el santoral que esa historia y esos saberes han ido creando, son tan aburridos que, incluso yo, que soy arquitecto y lector metódico, rara vez consigo acabarme esta página. En consecuencia con lo que digo, mi obligación es intentar explicar poco a poco (y a ser posible sin aburrir) qué es lo que ha de entenderse cuando decimos Habitación en vez de Arquitectura. No me va a ser fácil, porque ni yo mismo lo tengo claro, pero en mi ayuda ha acudido en el mismamente caluroso mes de agosto una fotografía de Ramón Masat colgada en la Sala de Exposiciones del Ayuntamiento que dice todo lo que yo quiero decir, y encima con una gran belleza.Como la mayoría de las fotografías de Masat no posee título y sólo tiene como referencia, Tomelloso (Ciudad Real), 1960; pero bien podría titularse "Habitación" y así nos daría la primera pista en nuestra investigación. Nosotros entendemos comúnmente el habitar en el aspecto restringido de ocupación de un espacio construido (una casa está habitada cuando hay alguien habitualmente en ella), pero esta fotografía muestra que habitar no sólo es ocupar un lugar sino también "ocuparse de él". Y es en ese sentido cuando debemos decir que una casa está habitada no sólo cuando hay gente dentro sino cuando alguien "se ocupa" habitualmente de ella. Mientras que el "ocupa" es un invasor (y escrito con K expresa aún mejor ese sentido de agresividad), el que se ocupa de la casa es el que la habita. Habitar es hacer la casa: como el pájaro hace su nido o el caracol segrega su cáscara. Cada día, la casa y el trozo de calle al que da frente la casa son aseados por su habitante. Y cada año en primavera, la casa es blanqueada de nuevo, y una mujer dibuja la línea decorativa que expresa la diferencia entre la casa y la calle.

La distancia entre la manera de habitar nuestras casas y ciudades (nuestra manera de habitar Logroño sobre todo) y la fotografía tomada por Ramón Masat es tan grande que la emoción nos embarga. Me consta, sin embargo, que en cada tiesto de balcón, en cada trocito de acera barrido por un tendero, o en cada visillo de ventana de nuestra ciudad, hay gestos similares. No son esos los gestos de los arquitectos modernos (quienes lógicamente aborrecen los tiestos y los visillos) ni hay políticos al lado haciéndose las fotos con su inauguración o empresarios y constructores haciendo millones, pero yo os digo, habitantes de Logroño y La Rioja, que esa es la más hermosa Arquitectura que imaginarse uno pueda: justo la que no debe dejarse en manos de los arquitectos.

juan diez del corral

miércoles, septiembre 27, 2006

50. MUSICA Y ARQUITECTURA




















Cada vez que en estos últimos años he escuchado o interpretado música en directo y por una u otra razón el lugar no me encajaba con la música, he pensado en lo necesario que sería tratar por escrito acerca de esta interesante y delicada relación. Sobre todo, desde el lado de la arquitectura y la insensibilidad hacia ella, porque desde que hay música en lata y ésta se puede oír en cualquier lugar, la gente que luego la escucha en directo parece ajena a las condiciones espaciales, decorativas (¡e incluso auditivas!) en que se produce.

El tema es tan extenso que en los tiempos en que hacía elhAll pensé dedicarle cuando menos un cuadernillo central de aquellos que llamaba “hasta la Cocina”. Pero habiendo reducido el formato de mis escritos al de los folios del LHD, lo mejor será ir abordándolo por entregas y abrir así el debate a todos los colaboradores que quieran participar.

Empezaré por la última ocasión en que esa relación me ha chirriado: los conciertos de música antigua que se celebraron en Logroño los días 11 y 12 de septiembre de este año en la Sala de Cámara del Riojaforum.

No se puede decir que los organizadores de la Semana de Música Antigua de Logroño no se preocupen por dar con un lugar adecuado a unos conciertos que, en el plano musical, parecen superarse cada año en cuanto a calidad. He acudido a verlos a San Bartolomé, luego a La Redonda, y después al Auditorio del Ayuntamiento de Moneo, y según me informan, también se hicieron en la Iglesia de Palacio en sus primeras ediciones. No voy a hacer cábalas sobre las posibles razones que han provocado esa migración continua, pero sí decir que por unas u otras razones, en casi todos los casos había algún desajuste evidente entre ese tipo de música y el lugar y ambiente en que se producía.

Así las cosas, la asepsia de ese Riojaforum que Pablo Larrañeta aplaudió con el manoseado “menos es más” (La Rioja, 11 nov 2000) -que con el tiempo se ha acabado por convertir en un “menos es nada”-, podría haber sido una solución neutra y abstracta en el sentido de algo así como un museo para la música antigua.

Pero lejos de ello, ese paupérrimo escenario forrado de madera artificial por todas partes y sin tratamiento alguno de las juntas, me produjo la sensación de estar dentro de un féretro donde la arquitectura hubiera muerto para siempre y desde ultratumba nos llegaran las tristes y bellas canciones de la corte de los Austrias. Y encima, con una calidad auditiva bastante mala, pues bien porque los cantantes se pusieran a la par de los instrumentos, o bien por el eco del espacio que dejaban detrás de sí, el caso es que las condiciones acústicas estaban muy por debajo de la calidad de los interpretes.

Abundando en esto último he de decir, sin embargo, que en el tercero de los conciertos, el del día 13, se produjo un milagro acústico: la muy especial formación de una sola guitarra barroca y un exquisito percusionista hizo que la caja mortuoria del escenario funcionara como una perfecta caja de resonancia, y que el sonido no sólo fuera buenísimo, sino también inmejorable e impensable en cualquiera de los otros escenarios hasta ahora utilizados.

Pero aunque el sonido fuera bueno, la arquitectura seguía en el limbo, y si no me creéis, mirad la foto que hice. Por cierto, antes se veía a algún arquitecto en los conciertos de música antigua, pero en estos últimos no he visto a ninguno que pudiera testificar lo que cuento. ¡Ay! y si los arquitectos no vamos a los conciertos ¿quién se va a ocupar de mejorar esta difícil relación entre música y arquitectura?¿Sólo los músicos? ¿Sólo los organizadores? Pues mal asunto, porque por la cantidad de malas experiencias que recuerdo y que con el tiempo iré contando, poco o nada parecen entender de arquitectura.

miércoles, septiembre 13, 2006

49. AACHEN







En el LHD 45 contaba uno de mis trucos para los preparativos de los viajes, el de los cuadernillos del Domus. Hoy contaré otro algo más viejo, si bien limitado a las visitas por centroeuropa, el del Braunfels. Se lo debo a Félix de Azúa, quien publicó de él una elogiosa reseña en El País hace... muchos, ay, muchos años. Desde 1991 en que lo compré, lo he consultado siempre que he viajado a alguna ciudad europea y de ese modo he tenido a mi disposición la clave explicativa sus orígenes y de sus momentos decisivos, que es como tener la llave de la ciudad sin que te la tenga que dar el alcaide. Este mismo año, por ejemplo, lo utilicé para preparar la vista a Aachen que ahora os cuento. Pero antes daré la reseña editorial del libro por si lo queréis comprar (creo que no está en la Biblioteca del COAR): Urbanismo Occidental, Wolfgang Braunfels, Alianza Forma. La reseña de Azúa también la conservo..., por si alguno no se fiara de mi.

La edición del Braunfels es tan elegante que aún traduce los nombres de las ciudades (según era costumbre en la “antigüedad”) así que, en sus páginas, Aachen es Aquisgrán, que es como nosotros la estudiamos de niños. Salía en los libros de historia poco después de la invasión musulmana a Hispania, y sumidos en nuestra penuria era como una especie de lucecita que se encendió allá lejos, entre Alemania y Francia, recordando los esplendores del imperio romano y anunciando los futuros triunfos de la cristiandad. Un reyezuelo germano se hizo investir emperador por el papa en el año 800, se puso por nombre Carlomagno y edificó una gran capilla octogonal de sabor bizantino muy muy al norte, en las proximidades del Rin: la famosa capilla palatina de la que los libros de historia siempre daban una oscura foto como de cripta o algo así.

Pues bien, el Braunfels da una pequeña planta y explicación de cómo Carlomagno edificó su gran palacio en forma de C pasando olímpicamente de la cuadrícula que en su día dejara señalado el campamento romano, y cómo, con posterioridad, surgió en torno al palacio un pequeño vicus y se dotó de un primer y un segundo recinto amurallado. Finalmente la ciudad medieval desgajó el palacio en dos: sobre la capilla palatina se fue construyendo la catedral (en la foto de arriba a la izquierda se pueden ver los añadidos góticos y barrocos) y sobre el palacio se construyó el formidable Ayuntamiento (foto de abajo en el centro).

Entrar en la capilla es, en verdad, emocionante. Es un lugar muy especial; en muchos sentidos, único. Eso sí, no está pensado para hacer fotos (como puede comprobarse por la de arriba a la derecha). Los añadidos posteriores no le han quitado el protagonismo, y la claridad de su eje vertical, el espacio que se dilata por los corredores circulares (como nos enseñó a ver Zevi) y el peso de mil doscientos años, impresionan.

Como es propio de gente culta, en el Ayuntamiento se han tomado en serio la historia de la ciudad y ofrecen al visitante una maqueta de la gran construcción que levantó Carlomagno. Y en la antigua plaza del Mercado avistamos finalmente la figura en bronce (seguramente decimonónica) de aquel rey-emperador de larga espada y corta pluma, pues, como dicen sus biografías, no logró aprender a escribir.

martes, septiembre 12, 2006

48. LECCION INAUGURAL





Nada más oportuno e interesante para los amantes de la arquitectura que empezar el curso escolar con una Exposición en el COAR que sugiere ser una nueva llamada a repensar la forma en que habitamos la tierra, y que, al decir de Heidegger, es como pensar en el modo en que somos.

Iñigo Jáuregui ya había hecho junto con Carlos Muntión una exposición de fotografías en el COAR a propósito del lamentable estado de las iglesias abandonadas de nuestros pueblos deshabitados, exposición que siempre podremos revisitar gracias al cuadernillo hC13 que le dedicó elhAll75. Pero aquella muestra, titulada Patrimonium Pecuarium, en la que amén de ruinas se podía ver el impactante contraste de vacas y caballos en el interior de las iglesias, por haberse realizado asociada a unas Jornadas de Intervención en el Patrimonio podría haber desviado la atención del visitante hacia asuntos tradicionales de denuncia, incuria, conservación etc.

No es el caso de la que se inauguró el pasado jueves 7 de septiembre, pues esta vez las fotos se exponen sin otro motivo que el propio empeño del autor por mostrarnos lo que él ha ido viendo en su permanente deambular por nuestros montes. Un empeño que, en mi parecer, apunta a algo más allá que la recreación fotográfica (es decir, artística), pues como muy bien dijo Jauregui en la inauguración, el visitante tendrá que perdonarle que algunas de las fotos no tengan la calidad mínima de una exposición de fotografía.

Recién instalado en Logroño como arquitecto, y mientras vivía ese largo e incierto periodo de aprendizaje en la profesión acerca de todo aquello que no nos enseñan en las escuelas, tuve la suerte de conocer a Luis Vicente Elías y compartir con él y con un equipo de filmación formado por Luis Brox (y Sra), Luis Fatás y James, un par de inolvidables jornadas en Lasanta, La Monjía y Ribalmaguillo, preparando un video para un Congreso sobre Pueblos Abandonados que se iba a celebrar en Madrid ese mismo año. La gracia del video consistía en mezclar las imágenes de la desolación con los sonidos llenos de vida que hubieran podido oírse en esos lugares, pero mientras ellos se afanaban en las tareas propias del video yo, como aprendiz de arquitectura, aguzaba el oído para escuchar otro tipo de cosas que aún parecían decir aquellos restos de casas, calles e iglesias.
Casi nunca nos damos cuenta de lo que nos dicen cuando lo oímos por vez primera, pero si persistimos en la escucha, es posible que alcancemos sentidos más profundos. Asistí a aquel Congreso, animado por gente como Peridis, Mario Gaviria, el propio LuisVi y una divertida fauna alternativa, visité en solitario varias veces aquellos pueblos abandonados del video y otros muchos más de nuestra provincia, y hasta empecé a recopilar información en una carpeta que…., por cierto, un día se la dejé a Rebeca, la antigua directora de La Rioja del Lunes (luego periodista de sindicatos) y aún no me la ha devuelto: me dijo que le habían encargado hacer un reportaje los de EL PAIS para el suplemento dominical, pero creo que al final no hizo nada. Y casi mejor, pues no creo que éste sea un asunto de basura periodística.

Seguí el rastro de los pueblos abandonados durante años, digo, pero el momento en que se me abrieron los oídos a su mensaje, y ahora que lo pienso, el momento en que me gradué verdaderamente en arquitectura, me llegó en 1995 de la mano de un artículo que me envió José Angel González Sainz y que tuve la suerte y honor de publicar en la portada del número 2 de El hAll: El merodeador. De vuelta de la inauguración de la exposición del pasado jueves lo releí con la emoción propia de una revelación y volví a reafirmarme en la profundidad y el alcance de la lección (también puede encontrarse en el n34-35 de la revista Archipiélago).

Así que, en esta vuelta a la actividad, y ante un nuevo año seguramente tan alocado en arquitectura como los anteriores (si no más), se me ocurre ofrecer aquella postrera lección de mi graduación como lección inaugural de este curso y como la mejor guía posible para visitar la exposición de fotos de Iñigo Jauregui que estos días puede verse en el COAR.

lunes, septiembre 11, 2006

47. LAS CASAS DE HIJON




Es bastante vergonzoso que los arquitectos de Logroño no hayamos escrito apenas nada sobre nuestro primer “compañero”. La arquitectura es tan antigua como el hombre, pero a la hora de pensar en compañeros de profesión de una manera más o menos próxima, la familia de arquitectos riojanos no tiene más de siglo y medio de existencia. Y por los datos que tenemos, suministrados preferentemente por la historiadora Inmaculada Cerrillo, Maximiano Hijón es sin ninguna duda nuestro hermano mayor.

Nació en Logroño en 1817, obtuvo el título en 1846 y su registro personal consta en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando con el número 300. Fue el primer arquitecto provincial y municipal de Logroño, aunque no se saben las fechas de su nombramiento y cese, pero este último no pasó de 1879 pues en ese año se nombró arquitecto municipal de la ciudad de Logroño a Francisco de Luis y Tomás, nuestro segundo “colega”. También fue Hijón arquitecto provincial de Navarra entre 1866 y 1868, residiendo durante esos años en Pamplona. Todo lo que sabíamos los arquitectos de él es que diseñó el pequeño ensanche oriental de Logroño, cuyo plano podemos ver en la Guía del COAR p83. Ya os puedo decir que en la guía en que vengo trabajando encontraremos bastantes cosas más de su mano y alguna que otra sorpresa, aunque no es de su obra de lo que quiero hablar en esta primera presentación sino de algo más personal, de sus casas.

Habida cuenta de la gran cantidad de derribos y transformaciones que se han producido en los últimos años en el Casco Antiguo de Logroño, casi es un milagro que aún podamos ver intacta la casa de Maximiano Hijón, sita en el número 5 de la calle Herrerías. Hemos rebuscado en el Archivo Municipal a ver si damos con el proyecto, pero aunque por ahora no ha habido suerte, es lógico suponer que se la hiciera él mismo.

Como es muy aburrido describir los elementos arquitectónicos que componen la fachada, y de momento es lo único a lo que he tenido acceso, os invito encarecidamente a visitarla también y a disfrutar de ese halo romántico que aún desprenden los miradores y la decoración que enmarca los balcones, o a compartir la complicidad de sus pilastras como signos propios de la arquitectura.
Metidos en romanticismos, Isabel Murillo me ha proporcionado en el Archivo Municipal algún dato más sobre la curiosa vida sentimental de nuestro colega, pues se casó con una sobrina y tras enviudar, se volvió a casar con la hermana pequeña de su primera esposa, doña Rosa Corona quien, tras sobrevivirle (Hijón murió en 1890), promovió edificios y hasta creó una fundación caritativa en su propia casa para asistir y educar a niños desvalidos (fundación que por cierto, aún presidía en 1935 otro compañero nuestro, Gonzalo Cadarso).

No se detiene ahí el aire romántico de esta nota pues según las pesquisas de la activa directora del Archivo Municipal, es muy probable que su tumba estuviera en un panteón -posteriormente usurpado por otra familia-, en el que una columna truncada pudiera simbolizar el final del arquitecto y de su arquitectura. Ni con una ni con la otra tenemos certezas históricas, pero es tan bonito enmarcar la vida de nuestro primer arquitecto entre estas dos casas, que casi prefiero que quede así, como leyenda.


viernes, septiembre 08, 2006

46. BRETON 23



El 6 de septiembre, un periodista de La Rioja que firma como E.E. daba la noticia de que en breve va a desaparecer la casa que durante toda nuestra vida hemos visto en el número 23 de la calle Bretón de los Herreros. Toda nuestra vida, digo, porque fuera la que fuese nuestra edad, la casa se construyó en 1893 y no conozco a nadie que haya vivido en fechas anteriores. Lejos de decir algo en esta línea, el periodista parecía más empeñado en demostrar que los trámites legales se habían cumplido rigurosamente: un arquitecto técnico pagado por la promotora UPASA SL había emitido un informe, y un arquitecto municipal había visitado exteriormente el edificio y daba su conformidad. Imbuido hasta el tuétano de espíritu administrativo, E.E. cerraba su noticia con el siguiente párrafo: “Durante la tramitación del expediente de ruina, la propiedad deberá poner los medios para evitar los riesgos a personas tanto dentro como fuera del edificio”. Es como para pedir que le echen del periódico y le contrate la municipalidad.

En sintonía con algunos funcionarios del propio Ayuntamiento de Logroño que durante los últimos veinte años han visto y asistido a la desaparición de muchos edificios antiguos sin molestarse siquiera en averiguar sus orígenes, el periodista no perdía el tiempo en mencionar, por ejemplo, que la casa objeto de su noticia fue proyectada para don Vicente García por nuestro compañero el arquitecto Luis Barrón. Y mismamente, lejos de detenerse en comentar lo novedoso que pudo ser en su tiempo una fachada todo cristal como si fuera un primitivo muro cortina, E.E. prefería rellenar su texto con los pormenores patológicos de los informes técnicos.

No es que yo tenga manía, ni mucho menos, al señor E.E. (pues no tengo el gusto de conocerle), ni que trate de desviar la pena que me da la desaparición de esta bonita y vieja casa mediante el injusto recurso de acusar al cartero. Nada que ver con eso. Lo que me interesa demostrar con el sesgo de esta nota es que la crisis de nuestra arquitectura y la crisis de la ciudad no avanzan en solitario, sino que parecen contar con el acompañamiento y la complicidad del gremio de los narradores: una pobre gente que ya sólo sabe escribir como los publicistas (véase el caso Alvarez en el LHD n38) o como los funcionarios.

jueves, septiembre 07, 2006

45. ROBERTO BURLE MARX




Preparándolos bien, los viajes pueden aportarnos no pocos frutos por anticipado. Pero si se quiere que esto ocurra, hay que huir (como de la peste) de la enorme avalancha de guías turísticas, revistas de viajes y periodismo en general, en las que todo, absolutamente todo, es igual de interesante.

En cuanto a frutas arquitectónicas, uno de mis recursos preferidos son los cuadernillos "Itinerario" que fue publicando la italiana Domus durante buena parte de los años noventa. Eran unas separatas de tres o cuatro hojas en las que se maridaba a un lugar con un arquitecto exponiendo una selección de las obras de éste en aquel con comentarios más o menos certeros y datos y mapitas de localización perfectamente fiables. Los afiliados al COAR tienen la suerte de que una buena mano los sacó de las revistas y los colocó en carpetas específicas, así que, escogido cualquier destino, es muy fácil dar con aquellos que nos puedan interesar.

Preparando el viaje a Brasil que vamos a hacer la próxima semana, di así con la figura de Roberto Burle Marx (1909 - 1994), un arquitecto - paisajista - jardinero y urbanizador completamente desconocido para mí, cuyos trabajos en los pavimentos y parques de Río de Janeiro y de algunos edificios de Brasilia parecen haber creado toda una cultura o una idiosincrasia urbanizadora en aquel país que el viajero poco avezado (y no digamos el periodista o el escritor de guías turísticas) no acierta jamás a entender ni a describir.

Tirando del hilo, encontré luego un artículo de Iñaki Abalos en el n 304 de la revista Arquitectura (bastante pesado, por cierto -como casi todo lo que escriben los arquitectos) en el que, en cuanto a influencia cultural, equipara la figura de Burle Marx con la del mismísimo Olmsted. Los compañeros que vienen a Brasil (en este viaje que también pasará a la historia por la vergonzosa negativa del COAR a apoyarlo) ya tienen en sus manos abundantes fotocopias de ese material, así que si saco esta nota en el LHD es porque este mismo verano, de garbeo por la biblioteca del COAR, me encontré con la sorpresa de que se había adquirido recientemente para sus fondos un libro con excelentes fotos y abundantísimas y coloreadísimas ilustraciones de toda la obra de Burle Marx. Sin ir más lejos, la foto de la playa de Copacabana que traigo aquí (y donde casualmente estará nuestro Hotel en Río) está sacada de ese libro.

No quisiera anticiparme a valorar su obra, pero dada la gran cantidad de anodinos jardines que se han hecho en Logroño durante los últimos años y las toneladas de losas que sin gracia alguna se han puesto, se están poniendo, y se van a poner en breve por nuestros suelos; la posibilidad de conocer y de aprender de la experiencia brasileña y de la figura de Burle Marx me parece de lo más oportuna.
Compartida la fruta encontrada, os prometo a la vuelta un poco de su mermelada.


miércoles, septiembre 06, 2006

44. CAGALERA





Es expresión castiza (y hasta a veces es verdad) que el miedo produce cagalera. Y es de común sabido que ésta suele tener por lo general un color... característico, entre beige y amarillento.

En el LHD 42, La Roja, vimos que, ante las presiones exteriores y la ausencia de una teoría arquitectónica o un modo de hacer contemporáneo, a los arquitectos nos entra tanto miedo a la hora de tomar decisiones en las fachadas de los edificios existentes que mejor dejarlos como están. Pero dado que muchas veces no queda más remedio que repintarlos, el miedo suele producir... cagalera.

No siempre, claro. Hay veces en que al arquitecto le sale por el color todo aquello que se había reprimido en las formas y entonces da en repintajear de un modo escandaloso la fachada. En nuestro Casco Antiguo tenemos unos cuantos ejemplos -que la discreción me impide mencionar- y con los que no puede ni el sol veraniego más ardiente. Las salidas de tono tuvieron su referencia en ciertos "maestros" de la postmodernidad (Stirling, Saenz de Oíza, etc) que en la vejez tuvieron viruelas, pero excepto en algunos casos aislados la cosa no fue a mayores.

Por el contrario, la cagalera parece ser contagiosa pues afecta a edificios muy distintos unos de otros. Recientemente se han dado en Logroño dos casos muy notorios sobre los que nadie parece haberse alarmado (al menos por escrito). Y eso que apestan.

Uno es el de Correos. Toneladas de periódicos se han escrito sobre las obras de remodelación que se vienen realizando en el mismo pero nadie ha reparado en el fétido olor del repintado. Tampoco ningún medio de comunicación ha mencionado jamás al director de las obras por lo que su identidad es tan misteriosa como la del propio creador del edificio original de quien nadie sabe nada en todo Logroño y sus archivos. (Por cierto, no os perdais la puerta de aluminio que le han puesto tras en enrejado. Es de antología).

El otro es el de la fachada de un edificio de viviendas en el Espolón (Miguel Villanueva 10) obra de Jose María Carreras en 1960, que hasta el año pasado mostraba los optimistas aires marineros de los sesenta. Por lo que he podido saber, el repintado es atribuíble a la ingeniería de Carlos Fort (donde me temo que debe de haber algún que otro compañero arquitecto agazapado), quienes han seguido el criterio que les había pedido la propiedad (al menos eso es lo que me han dicho). Pero por el color de algunas persianas podemos deducir que hay algunos vecinos (tercer y sexto piso) que han resistido a la infección intestinal. Hay que felicitarles.


martes, septiembre 05, 2006

43. DE FAMA O DE CONTRATACION




Todavía estoy esperando los resultados de ese gran debate sobre la implantación de la nueva vivienda en la ciudad que se iba a producir con la exposición de los proyectos de Europan según pronosticaba Jesús Alfaro en El hall. Y todavía estoy esperando los comentarios de los defensores y entusiastas de los Concursos de Ar-quitectura respecto al repertorio de formas y estilos de los equipamientos urbanos mostrados en el Concurso del Polideportivo de Siete Infantes de Lara que pudo verse en esa otra exposición que ofreció el COAR antes del verano.

Visité ambas exposiciones (en absoluta soledad, por cierto) y recogí con la cámara digital y el cuaderno de notas un abundante e interesante material gráfico y crítico para abordar ambos temas, pero pensándomelo un poco, he decidido que sean el actual "hall" y sus articulistas quienes se mojen primero. A ver qué dicen. Estoy empezándome a cansar de regalar información y comentario. Si los defensores de los concursos (y su Junta de Gobierno electa) quieren un comentario crítico mío, me lo van a tener que encargar y pagar.

Ya lo siento, pero sin un gran debate posterior, sin comentarios y sin crítica, el nivel de los actuales concursos de arquitectura se ha rebajado al de los concursos de la fama de la tele o al de los concursos de contratación de la administración. Y en tal caso, sobra un Colegio que los promueva y regule, está de más el antiguo prestigio de los Concursos de Arquitectura, y es de cínicos apoyarlos.


lunes, septiembre 04, 2006

42. LA ROJA (4 sp 06)







Pongamos que nos encargan hoy en día reformar este par de casas del Casco Antiguo de Logroño. Son las dos de un mismo propietario, por lo que él ve inútil seguir gastando espacio en dos cajas de escaleras, pero además, los inquilinos de la casa de la derecha se le vienen quejando de que las viviendas no reúnen las elementales condiciones modernas de habitabilidad.

Mejor o peor, estoy convencido de que todos y cada uno de los arquitectos colegiados de Logroño sabríamos resolver el problema de la planta, pero que..., cuando nos diera por pensar en la fachada... ¡ay! ¡ay! en la fachada... mejor no pensar ¿verdad? Una vez más, estoy seguro de que todos y cada uno de los arquitectos colegiados en Logroño preferiríamos olvidarnos de lo arquitectos que somos y dejar los balconcitos y las barandillas tal y como están. Con sólo pensar en la oficina del rehabilitación del Casco Antiguo, en el estilo a escoger, o en la mismísima Comisión del Patrimonio (o como diablos se llame ahora) mejor ni menearlo.

Por suerte, la rehabilitación de esta casa no nos la van a encargar a ninguno de nosotros, sino que ya se la encargaron a otro compañero nuestro y en mejores tiempos para la arquitectura (y para el Casco Antiguo): fue en el año 1925, el propietario se llamaba Hilarión Arrieta y el colega se llamaba Fermín Alamo.

(Un inciso para la risa: quien quiera ver la planta, fachada y el comentario que ofrecía la antigua Guía de Arquitectura del COAR de este edificio, lo tiene en la página 64)

En otros tiempos, la arquitectura no sólo servía para racionalizar espacios y organizar la construcción sino también para dar significados a esas costosas actividades y dejar la huella urbana de quienes las emprendían.

En el revoltijo caótico y desordenado de épocas y signos en que se va convirtiendo el Casco Antiguo de Logroño con el “estilo disimulo” y la “única actitud”, ya no se aprecia que hubo un tiempo en que las casas populares de esta zona se transformaban en casas burguesas, -pues los ensanches de Logroño eran eximios y algunas calles, como Portales, daban pie a ello. Hilarión Arrieta y Fermín Alamo operaron esa transformación en la casa popularmente conocida por la tienda de tejidos que se instaló en la planta baja y que aún subsiste, La Roja.

Pero como digo, hoy ya no sabríamos hacer algo así. Por eso me reafirmo en que la arquitectura actual está enferma, mutilada, o bajo sospecha. Vamos, que da pena. ¡Ah! y algunos de sus “investigadores” y “comentaristas”, risa.

(Blogspot cuelga las imágenes como le parece y no el orden que se le mandan (?, duendes de la informática) así que las imágenes arriba colocadas han de entenderse en orden inverso: la última es la primera; a partir de ahí ya se entiende el guión de lo expuesto).

viernes, septiembre 01, 2006

41. KREUZBERG





Cuando fuimos a Berlín con el COAR en el 95, visitamos la esquina oriental del Kreuzberg por aquello de ver la casa de Siza (Bon Jour Tristesse), cenamos en un restaurante con gente rarita (no hace mucho que alguien me recordó con regocijo la cara de preocupación de la mujer de Victoriano en aquella cena) y nos metimos en un garito atestado de gente, donde pudimos oír la música de un grupo armenio y disfrutar de un ambiente de… eso que luego se ha dado en llamar “multiétnico”. Instalados en hoteles del Mitte próximos a los grandes lugares de la historia de Berlín, los turistas se solían adentrar en el Kreuzberg por la curiosidad de ver a miles de turcos instalados en occidente o por vivir noches alegres en un ambiente más o menos contracultural pues, en efecto, durante los años más duros de la guerra fría, cuando Berlín Oeste era una isla en el océano comunista, el gran barrio sur de la clase media berlinesa (cuyas casas darían sin duda millares de hombres al nazismo durante los años treinta) se repobló con una gran oleada de inmigración procedente de Turquía y no pocos grupos y comunas de “hippies” alemanes.

Con aquellos recuerdos y el acicate de algunos alumnos de la Escuela de Arte que buscaban noches alegres en Berlín, volví a visitar el barrio en compañía de Javier Dulín y Javier de Blas, pero caminamos calles y calles sin apenas encontrar mayor diversión y alicientes. Pensé que con la dinámica de los últimos quince años el ambiente se habría apagado bastante, y que el famoso barrio berlinés pasaba por momentos más bajos.

La suerte ha querido que el intercambio de casas con que suelo organizar mis vacaciones estivales me haya llevado este verano justamente a una casa del corazón del Kreuzberg, de modo que he vivido quince días inmerso en sus calles y me he podido formar una idea mucho más clara de su especial idiosincrasia.

Lo primero que hay que decir es que el Kreuzberg es muy grande, así que si no se va a algún tramo concreto del mismo, lo más fácil es perderse por entre calles más o menos anodinas. En caso contrario te puede pasar como… si buscando el ambiente de la calle Laurel empezaras por Cascajos.

Lo segundo que allí se ha demostrado es que la integración multirracial y multicultural es un mito de los políticos progres más tontos y los periodistas más perversos. Cuarenta años de convivencia entre los inmigrantes del país del tercer mundo que se reclama más europeo y la clase de gente más tolerante surgida de las revoluciones sociales de los sesenta y, como nuestros amigos intercambiadores nos dijeron (y nosotros comprobamos día a día) a lo que más que se ha llegado es a una tranquila coexistencia en paralelo. Los turcos hacen su vida, tienen sus bares, controlan permanentemente las calles desde las puertas de sus negocios (como en su país de origen) pero no se mezclan con los alternativos alemanes (o con el buen número de gentes venidas de toda Europa que pueblan el barrio), y muchos de ellos ni siquiera aprender a hablar alemán. Por su parte, la mayoría “verde” en que se ha transformado aquella fauna hippie, va en bici de un lado para otro, trabajan, tienen más hijos de lo que uno se pudiera imaginar, beben y fuman sin pudor en los tranquilos y baratos bares del barrio (casi siempre puestos sin lujo alguno pero con muy buen gusto), y hablan y hablan entre si en voz baja en lo que parecen siempre conversaciones muy interesantes.

Un misterio que no he logrado descifrar (porque de cuentas urbanísticas ando bastante pez) es que, con la alta densidad edificatoria que el barrio tiene, siempre encuentras sitio para aparcar en tu misma manzana. Ya me di cuenta que era agosto, pero la gente me aseguró que allí el agosto no es como en nuestras ciudades y que durante todo el año hay el mismo flujo de tráfico de coches y la misma disponibilidad de aparcamiento.

Quien vaya a Berlín y busque nuestra “marcha”, que no vaya al Kreuzberg sino y otras zonas nuevas del Berlín Este recobrado. El viejo Kreuzberg, cuyo caserío sobrevivió bastante bien a la debacle del 45 (y de ahí que a mí me evoque aún a las familias de clase media que nutrieron el nazismo), es hoy un barrio tranquilo, un laboratorio urbano donde aún cabe seguir estudiando cómo evolucionan los grupos sociales que lo pueblan, y…, un lugar muy agradable para pasar quince días de verano.