martes, octubre 23, 2012

WASHINGTON DC



Leyendo LA CIUDAD EN LA HISTORIA, me ha sorprendido que LEWIS MUMFORD, quien por lo general proyecta una visión muy universal sobre los procesos urbanos y no se detiene en ejemplos reales excepto para aspectos puntuales, de repente le dedique una lectura completa a la ciudad de WASHINGTON DC.

Me ha hecho ello recordar que yo también le dediqué un buen número de líneas y fotos a esta ciudad en un artículo escrito para ELHALL en noviembre del 2004. Aunque el buscador inquieto aún lo podrá encontrar en la web del COAR, me parece oportuno traerlo también aquí, sobre todo por la mejor calidad de las fotos. El texto lo copio y pego aún a sabiendas de que las alusiones más temporales tendrían que suprimirse. 



La ciudad de Washingon DC es una de las grandes ciudades olvidadas por la crítica de la arquitectura y por los arquitectos interesados en querer entender los misterios de este arte. Y sin embargo, creo yo que debería ocupar un lugar privilegiado en su atención: porque para un arquitecto vivamente interesado en la arquitectura, que el poder se llame Kerry o Bush es un asunto secundario (ya lo siento por el compositor de la canción publicada en el anterior hC...), pues la expresión más decisiva del Poder sobre la ciudad y el territorio no es un asunto limitado a los ídolos personales (tema que ocupa a toda la prensa política mundial que, por eso mismo, ya no es otra cosa que prensa rosa) sino un asunto de más profundo calado cuya interpretación bien puede pasar por la reflexión arquitectónica. Si la Capital del Mundo es Washington DC, y en eso parecía coincidir todo el mundo (por lo menos antes de las elecciones...) ¿cómo es que a los arquitectos nos interesa tan poco esa ciudad?


Como tuve la suerte de pasar toda una semana en una casa de Washington DC durante el pasado verano, y como me vi enormemente sorprendido por las características arquitectónicas de esa ciudad, he pensado que quizás podría contar algo de todo ello a los lectores de esta hojilla, e ilustrárselo con algunas de las fotos que hice. Quede claro que no soy ningún experto en la ciudad y que no la he estudiado más allá de lo que dan una semana de visita y la lectura de unos pocos libros. No trato pues de escribir una guía, ni una tesis, ni un tratado de historia, sino sólo un articulillo para elhAll.


Preparativos

Como preparación a mi viaje intenté leer por enésima vez "Lincoln", una de las peores novelas de Gore Vidal; tan mala, que en cuanto conseguí situarme en el decorado, volví abandonarla una vez más. Por lo menos me quedé en la memoria con la pintura de una ciudad de calles destartaladas y embarradas; con el Hotel Willard cercano a la Casa Blanca, donde hospedaron al recién elegido presidente Abraham Lincoln como a un perseguido; y con las explanada del Capitolio donde dio el discurso inaugural de la presidencia a una población rodeada de batallones de soldados expectantes ante un futuro incierto. Abandonado Gore Vidal (que por el apellido y el antibushismo pudiera ser pariente del autor de la canción mencionada...) el personaje de John Hay, secretario de Lincoln, que aparece en la novela repetidamente, me llevó al de su íntimo amigo Henry Adams, por lo que volví a retomar la también abandonada lectura de "La educación de Henry Adams", libro que describe mejor los valores de una época que su decorado. De mi formación urbanística saqué el plano de L´Enfant (foto de arriba) para Washington de 1791, y con tan escaso bagaje cultural y una guía turística de esas en la que todo es picoteo plano y sinsustancia, me llegué a la capital del mundo.


El alma de la ciudad

Una vez superados los gigantescos extrarradios y los cruces de autopistas que envuelven de un modo anodino y similar a cualquier ciudad de norteamérica (o de cualquier país ya) en llegando al centro, la primera impresión fuerte fue la de las proporciones del Mall. Debo decir que las primeras impresiones de las ciudades me causan siempre una huella muy profunda. No acierto a saber si es un asunto subjetivo o es algo fundamental pero lo que retengo con especial intensidad de todas las ciudades que he visto en mi vida, son siempre las primeras imágenes, los primeros momentos de la llegada.

La gran explanada verde que articula la ciudad, hoy Capital del Mundo, es un espacio verdaderamente único y desproporcionado; gigantesco. 


En primera instancia lo recorrimos en coche por sus laterales, claro está, y la sensación que daba la gente que paseaba por el cesped o las aceras era de pena o desolación. A la memoria me vinieron rápidamente algunas imágenes de las históricas manifestaciones multitudinarias que allí se habían celebrado en los últimos cincuenta años: la de los derechos de los negros con Martín Luther King a la cabeza, las de la oposición a la Guerra de Vietnam en tiempos de Johnson o las concentraciones contraculturales de hippies que salían en la película Forrest Gump. Ese espacio parecía pensado para eso, pensé, así que los caminantes por el parque se me antojaron figuras perdidas en busca de los autobuses después de una manifestación. La primera sensación que tuve es la de que no quería bajar del coche para andar y sentirme perdido en ese espacio tan inhumano.   

Con el mapa y la guía en la mano descubres que, amén de los hitos del poder en estilo greek revival que jalonan ese vasto espacio, los laterales del Mall (que así se llama, supongo que en recuerdo de aquel otro Mall londinense tan distinto y de proporciones tan domésticas), los laterales del Mall, digo, están efectivamente flanqueados por autobuses, pero no de manifestantes sino de los turistas que descargan en los numerosos, variados y bien dotados museos nacionales que allí se fueron instalando tras la estela del Smithsonian, un curioso edificio de 1855 llamado popularmente "El Castillo".


El último de estos museos, -inaugurado en estos mismos días-, está dedicado a los Pueblos y la Cultura de los Indios Americanos, y es tan feo que lo que podía ser un homenaje a los exterminados, parece más bien un insulto:



Su vecino, el de Aeronáutica no se queda atrás en fealdad arquitectónica, 


 pero como veremos enseguida, la competición por la fealdad en Washington es muchísimo más reñida que unas elecciones presidenciales.  


 El músculo

Como los museos no están entre mis aficiones y bajar del coche en el Mall daba miedo, decidí empezar la visita a la ciudad en la más urbana plaza de Lafayette junto a la fachada norte o principal de la Casa Blanca y junto a otro famoso Hotel, el Hay-Adams, resultado de la unión de las casas que H. H. Richardson proyectó para estos célebres amigos. Pero... ¡oh! decepción, de las casas y del viejo hotel ya no queda nada y el edificio clasicista que las sustituyó en 1927 tiene muy poco encanto. Puestos a ver cosas feas, en el lado oeste de la Casa Blanca está uno de los edificios que las guías señalan como de los menos afortunados de la historia de la ciudad, el Old Executive Office Building de 1875 y que aunque es un mamotreto en el que la desproporción entre sus volumenes y los órdenes clásicos que lo decoran es tan evidente, y el remedo del tejado tipo Louvre tan pueril, visto con la advertencia de la guía, casi que resulta simpático.


Y es que lo peor estaba por llegar; y no muy lejos. Por cualquiera de las calles que te muevas en un radio de un kilómetro desde la casa Blanca hacia el oeste, norte o este, la concentración de edificios postmodernos, fríos, torpes y pretenciosos es tan aplastante que casi añoras la "humanidad" del Mall. Como no daba crédito a lo que veía me puse a disparar fotos a diestro y siniestro para calibrar luego en casa con tranquilidad, la magnitud de la catástrofe. 






A diferencia de la variedad de alturas tan típica de los caóticos downtown de las ciudades americanas, en Washington parece haber una normativa estricta que limita la altura a los diez o doce pisos, lo que aún da más pesadez a las enormes fachadas de todos esos edificios de oficinas instalados en la proximidad de la casa del máximo mandatario mundial. En la calle tampoco suele haber mucha gente andando porque los ejecutivos u oficinistas se meten directamente en coche a los parkings de los sótanos y en las plantas bajas apenas hay comercio, así que si en el Mall el ambiente era desolado, aquí es opresivo. ¡Menudo descubrimiento de ciudad! me dije una y otra vez, ¡esto no se ve en ninguna otra parte del mundo! ¡menuda mina para mi catálogo de la fealdad!

Pronto descubres que el postmoderno no es el estilo único y que la cosa viene de atrás, lo mismo de un tardorracionalismo de mallas de hormigón


que de fachadas miesianas, 


y que se proyecta hacia delante con fachadas de mallas posteriores más depuradas tecnológica y arquitectónicamente. 


Como digo, el muestrario de edificios de este porte es muy abundante, así que lo que aquí se ilustra es tan sólo una pequeña muestra. 

Pero si hubiera que destacar dos edificios insignes en esta zona que resumirían el ambiente que trato de pintar, yo diría que uno es el de la sede del FBI,


cuyo volumen y dureza, verdaderamente dan pavor, y el otro el conjunto de edificios Ronald Reagan,


que es un enjambre de patios y fachadas clasicistas hechas en los noventa que inunda el espacio más próximo al este de la Casa Blanca confundiendo al urbanista con mayor capacidad de orientación. Por cerrar este capítulo tan espantoso, no estará de más echar un vistazo a la ampliación (1979-86) del famoso y mencionado Hotel Willard (también modificado respecto del original en 1901) para entender esa "virtud" tan postmoderna del "contextualismo".



En busca de los nombres

Llevados del vicio de seguir a los santos (Oh when the saints / go marching in...) nos dedicamos también a buscar un Mies, un Venturi, un Breuer, y un Pei, que toda guía que se precie da en catalogar como el "museo de la ciudad" o la ciudad como "museo".

El "mies" (Biblioteca Martin Luther King) no emociona más que por el loable empeño de que lean los negros desfavorecidos. 


Por lo visto, cada ciudad americana que se precie tiene su "mies" (vicio éste de coleccionar santos que a nosotros nos ha llegado cuarenta años más tarde), así que en la vecina Baltimore, no tardamos en descubrir que un edificio que se parecía mucho al Seagram de New York, también era un "mies" auténtico. Es decir, que mientras que los tontos de nosotros nos quedamos con lo de "menos es más", el genio de Mies se copiaba a sí mismo sin ningún rubor allá donde le viniera un buen encargo, completando su slogan más o menos así: cuanto menos invento, más me encargan.

Una de las cosas que me apetecía visitar en Washington era la Freedom Plaza (19) de Venturi 


situada en la famosa Avenida Pennsylvania tratando de resolver uno de esos difíciles espacios que dejara el plano barroco de L´Enfant. La Avenida Pennsylvania tiene de singular que era el eje visual que conectaba directamente la Casa Blanca y el Capitolio, es decir, los dos edificios más representativos de la ciudad. Y digo conectaba, porque, inexplicablemente, la construcción del Edificio del Tesoro (1836-1869) cortó la perspectiva justo al llegar a la casa Blanca. Pues bien, la plaza de Venturi no es sino un pavimento diseñado como homenaje a la propia ciudad y al propio plano de L´Enfant que en vez de dar vida a la poca vida de la plaza no hace sino museificarla aún más. Así como el cine más empalagoso es ese que no hace sino citarse a sí mismo en las innumerables escenas del cine, la arquitectura más tonta no es otra que la que también se mira al ombligo. Ya lo siento por Venturi, a quien tengo en gran aprecio.


Al sur del Mall, y en las avenidas que bajan hacia el río Potomac, busqué también el "Breuer" de Washington. Es un Ministerio de Vivienda y Urbanismo


y sus formas en planta y fachadas obedecen a ese brutalismo de hormigones tan antiurbano al que tan aficionado se hizo en su época de broker (véase mi reseña sobre Breuer en hC15 de elhAll77). Los efectos en la zona de tan magistral modo de entender la arquitectura son devastadores (por suerte no hay más espacio aquí para fotos...).


Un poco más contenido en el brutalismo, pero tan frío y duro como todo lo que venimos viendo, el famoso y exitoso I.M. Pei deja su firma en un conjunto de pesados edificios de oficinas y hotel que configuran la plaza L´Enfant dedicada al autor del plano de la ciudad. 


Tras este desfile tan glorioso yo prefiero dejar los santos aquí e invitar, a quien quiera seguir por esa vía, a visitar el American Institute of Architecs, donde grabado en piedra (22), al estilo del RIBA londinense, pero con mucha menor tradición, se exponen los nombres de los despachos premiados por la Asociación desde 1962 hasta el mismísimo 2004.





Uniformidad y kitsch

Obviamente, la ciudad que ahora vemos, tan acabada y completa como fría e insustancial, no siempre fue así. Además de la Guía de Arquitectura que siempre hay que comprarse, adquirí también uno de esos libritos de fotografías tan simpáticos que abundan en Norteamérica titulados Past and Present... (de la ciudad que sea). Las imágenes del ejemplar de Washington son abundantes y muy instructivas pues por un lado muestran el enorme esfuerzo que ha costado que cuajase un espacio representativo de la escala del Mall, y por otro muestran la desaparición del inicial contraste que antes había entre la arquitectura oficial y la arquitectura, digamos que, popular. Para hacernos una idea, y esperando que desde Washington no me reclamen derechos de autor, reproduzco un par de láminas en las que el contraste no sólo tiene que ver con el volumen edificado sino también con el color. Aunque sean en blanco y negro tengo por seguro que si la ciudad primeriza era multicolor, la ciudad oficial de hoy es terriblemente blanca y gris. 




La única referencia entre una y otra foto es la torrecita del Old Postal Building en el lado derecho de la misma.


Como cuentan las guías, Washington es una ciudad artificial nacida de un pacto entre caballeros independentistas por la búsqueda de la capital del naciente estado llamado Estados Unidos de América. Hecho el plano por un francés (faltaría plus) y establecidas las ubicaciones de los edificios más representativos, la principal decisión arquitectónica subsiguiente fue la de hacerlos blancos y en estilo griego. Citaba yo a mi tío Luis Diez del Corral en el artículo Puentes a México del hC23 de elhAll85, que a diferencia del riquísimo legado arquitectónico dejado por los españoles en su imperio, los padres de la patria norteamericana empezaron su singladura independiente en cuatro casuchas de Philadelphia. Así que la decisión de los ilustrados fundadores de la naciente democracia, con Thomas Jefferson a la cabeza, fue la de adoptar un estilo grandilocuente, frío, lejano e intelectual que sirviera de guía arquitectónica de la nueva nación. Pero lo curioso en Washington no es la decisión en sí misma, tan propia de finales del dieciocho. sino su pervivencia a lo largo de los dos siglos siguientes. Por citar la serie de los más edificios más representativos tenemos que la Casa Blanca es de 1792 y el Capitolio de 1793 y 1859:



 Los edificios del Tesoro de 1836 y 1919:


 El Lincoln Memorial de 1911 (por cierto, que la gigante figura de Lincoln sentado en su interior que tanto emociona a los norteamericanos, a mí se me antojó una patética diosa Palas Atenea trasplantada de siglo):


El famoso edificio de la Corte Suprema es de 1935, 


igual que el de los Archivos Nacionales, La National Gallery de 1941.

Y el Jefferson Memorial de 1943!!! (a falta de foto mía, la tomo prestada):


Es decir, que de ahí a la postmodernidad blanca, fría y pretenciosa no hay más que estirar la mano.


La arquitectura ha ido dando bandazos por todo el mundo en estos dos siglos, pero en Washington parece sin embargo congelada, lo que... , a la vista de lo que comento, parece mucho peor. Mientras que lo más fácil para la arquitectura a lo largo de los siglos ha sido representar al Poder Absoluto, desde los Médicis y los Papas hasta los emperadores españoles o los reyes sol franceses, con los poderes democráticos y financieros no parece que la arquitectura contemporánea tenga respuesta. 

En la zona norte de la ciudad y de Georgetown, las embajadas de todo el mundo compiten en extravagancia por hacer una arquitectura nacionalista que les represente ante el gran Poder del mundo. El muestrario que trae la guía es para espantar al más animado o... para emocionar a los aficionados al kitsch. A la vista de las fotos que se publicaron en la prensa del caserón estilo "loos" hinchado que Moneo ha dejado recientemente por allí en representación española, (y... de mi escaso entusiasmo por las andanzas de mi "maestro") ni que decir tiene que no me molesté en buscarlo. 

El impresionante edificio del Pentágono lo vi de lejos (no parece sitio para pasear) y en una ocasión en la que me perdí por las autopistas del Noroeste, en la boscosa ribera izquierda del Potomac descubrí los carteles que señalaban las entradas (restringida al personal autorizado) a la "ciudad" de la CIA. Estaba tan perfectamente oculta en el bosque que sólo los carteles ya daban miedo. Pero arquitectónicamente me los puedo imaginar...


Algunas cosas más que reseñar

Ya que hemos mencionado Georgetown, diré al fatigado lector que se trata de un oasis de vida urbana en esta inhóspita ciudad. Aunque como puede verse por la foto del edificio "Washington Harbour" que abre Georgetown al río, tampoco está libre de calamidades.



Otro foco de vida, aunque algo más destartalado, es Dupont Circle, uno de los puntos radiales del plano de L´Enfant situado al norte de la Casa Blanca. En el extrarradio pueden encontrarse también algunas zonas con vida. Sólo tuve ocasión de conocer Bethesda, situada muy al norte, donde el ambiente de terrazas y restaurantes no tiene que envidiar al de ninguna ciudad normal y alegre.


Volviendo a los edificios, la famosa Biblioteca del Congreso (la más dotada del mundo, dicen) está instalada detrás del Capitolio en un edificio de estilo ecléctico a la francesa sin mayor interés arquitectónico que su prodigalidad decorativa y el gran espacio de la sala central. No creo que merezca ilustración para la pintura que estoy haciendo aquí. 

Pero el que sí la merece, porque me pareció muy curioso y extravagante, es el edificio ¡con fachada de ladrillo rojo! del Museo Nacional de Arquitectura (1882), pues posee un juego de escalas interiores y una mezcla de lenguaje clásico y lenguaje tecnológico de enorme granero, con galerías corredor interiores como las que pintaban Rossi y Grassi, verdaderamente sorprendente. Además, contenía varias exposiciones temporales de arquitectura muy interesantes.


Otra curiosidad singular es la de una gran catedral gótica (la sexta más grande del mundo) construida durante este siglo y acabada en 1990, ubicada lo suficientemente lejos del centro como para no ir.


Lo que si vale la pena visitar es la Gran Estación Central de ferrocarril, del tipo de las grandes estaciones norteamericanas, de las que ya quedan muy pocas (New York, Philadelphia). Es sorprendente cómo conserva su vieja dignidad en el país del transporte por automóvil. Una dignidad que tiene su continuidad en la gran escala y el tratamiento severo (excesivamente severo en la iluminación) de las estaciones del nuevo metro. 


Para acabar la visita a Washington nada mejor que ir a los orígenes de su nombre y fundación bajando cincuenta kilómetros hacia el sur para ver en Mount Vermont la hacienda del general de la guerra de la independencia y primer presidente de los Estados Unidos, George Washington. El juego compositivo de huecos en la fachada me hizo recordar los mejores pasajes de Complejidad y Contradicción de Venturi, aunque la anécdota de la visita fue descubrir la divertida imitación de la sillería a partir de la construcción tradicional en madera. El escenario, aguas abajo del río Potomac, es grandioso.


Conclusión

La pintura que aquí hago no tiene nada que ver con el antiamericanismo tan en boga en nuestros medios de comunicación "institucionales" (a mí me encanta Norteamérica) y mucho menos con el antibushismo patológico en que ha caído la sociedad "bien-pensante" española una vez que parece haberse curado del "antiaznarismo" (aunque a muchos todavía les dure después de siete meses). Washington tiene alcalde demócrata desde hace décadas y la victoria de Kerry sobre Bush en las últimas presidenciales en su ámbito territorial fue aplastante, así que es evidente que la progresía de sus gobernantes y de sus habitantes es perfectamente compatible con la pintura urbana tan desolada que he abocetado aquí.

Cuando por la consulta de un médico pasa un paciente con una enfermedad extraña, no voy a decir que se alboroce, pero sí que se interesa vivamente por ello y que incluso llama a los colegas para decírselo y compartirlo. Yo diría que en el caso de Washington me pasa algo similar: me parece una ciudad muchísimo más interesante para la visita y el estudio del arquitecto interesado en los problemas de la arquitectura de su tiempo, que muchas otras de las que se visitan con asiduidad. 


sábado, octubre 20, 2012

ANATXU OS GUIA



Que a los políticos los guían los periodistas es un axioma que cualquier ciudadano medianamente informado tiene en su haber. Pero que la Arquitectura de todo un país se esté dejando guiar por una sola periodista es un fenómeno que debería estudiarse en la historiografía de nuestra profesión. La totalización mediática de Anatxu Zabalbeascoa y EL PAIS sólo parece explicable por la vergüenza de todo un gran colectivo profesional y la consecuente fuga o desaparición del mismo.

Como me está costando más de la cuenta la lectura de LA CIUDAD EN LA HISTORIA  de Lewis Mumford, un amigo me envió hace unos días la reseña que esta líder de opinión arquitectónica publicó en el periódico de referencia de la inteligentsia nacional. No me costó ni medio minuto deducir que Anatxu no se había leído el libro, y que si había leído algo, había entendido aún menos que yo. Sin embargo, a esta mujer no le temblaba el pulso para escribir con todo el desparpajo del mundo una página entera para nuestro gran periódico cultural. Qué valor. O mejor dicho, qué seguridad de que nadie, absolutamente nadie del así llamado MUNDO ACADEMICO, le iba a contestar.


Hoy sábado, como llovía y me iba a pasar la tarde en casa, he hecho de tripas corazón y me he comprado EL PAIS, donde ya en portada anunciaban que LA ARQUITECTURA MUTA CON LA CRISIS. Y susbtitulaban que "La situación económica lleva a despojarse de vicios y reivindicar el compromiso".

En su interior he encontrado nada menos que... ¡3 páginas y media de texto más dos planas enteras ocupadas por sendas fotografías dizque arquitectónicas! firmadas por la conducator de nuestra gloriosa arquitectura nacional:

- En la 46, un reportaje titulado LA OFICINA POR LOS SUELOS. Y subtitulado "La intersección entre la vivienda y el lugar de trabajo se revela como un atractivo nicho de mercado para nuevos productos en tiempos de crisis".

- En la 2 del Babelia, un reportaje sobre la casa estudio de dos pijos arquitectos madrileños bajo el titular: RACIONALISMO CALIDO Y FAMILIAR.

- Y en la 5 y 6 del Babelia, más las fotos de la portada y de la página 4, el reportaje ARQUITECTURA. TRAS EL TSUNAMI DE LA CRISIS, titulado previamente en la portada: ARQUITECTURA MUTANTE. Regreso a la esencia de una profesión tocada por la crisis.

Si os interesa de verdad el estado de la arquitectura en España deberíais leerlo todo y sacar alguna conclusión. Escribir no os pido, que eso exige responsabilidad. Yo tampoco lo voy a hacer, que nadie me paga y esto es un sábado por la tarde. Pero dar una voz por la ventana no me lo quita nadie:

Socorrooooooooooooooooo!!!!!!!!!!!!



miércoles, octubre 17, 2012

MIGUEL GOMEZ IJALBA ME ESCRIBE


Y yo discuto con mi mujer sobre si procede o no poner aquí su correo electrónico. Al margen del contenido, ella argumenta que un mail, aún motivado por un post de este blog es como una carta personal, y yo digo que no, que es como un comentario a un blog (el propio Sr. Gómez Ijalba ponía como "asunto" del mail "comentario a posts"), o en todo caso, como una "carta al director" del blog. Entrando en su contenido, no veo asunto personal en ella y creo que es un producto de este género literario o medio de comunicación llamado blog, aún en experimentación, y que todo lo que dice o sugiere nos pudiera ayudar a progresar en su conocimiento. Pongo pues a continuación, con el método corta-pega que nos facilitan los ordenadores, la carta del Sr. Gómez Ijalba para pasar seguidamente a comentarla:


Estimado Sr.
Como quiera que hasta esta fecha por mi parte no se había tenido conocimiento de las desacertadas líneas de las que usted fue autor el miércoles 2 de Julio de 2008 en su “posts” respecto a las críticas que en ese momento se estaban vertiendo por mi parte sobre D. Javier Martínez Laorden, le diré solamente lo siguiente…
¿¿Como llama usted a una persona que hace que diferentes empresarios y particulares le compren a él y a su hermana dos parcelas por la friolera de más de 600.000 € cada una y luego es él mismo quien hace que el Ayuntamiento adquiera de esos empresarios y particulares esas mismas parcelas…??, y ¿¿si esto además se hace en un contexto en el que en ese mismo momento se estaban rechazando a esas mismas valoraciones parcelas colindantes..??.
¿¿Cómo llama usted a una persona que “crea un tipo de vivienda de protección municipal”, valora las parcelas en función de esa protección (un 70% más baratas de su precio real), propone la adjudicación de las mismas y resulta adquirente él y sus hijas de una de las viviendas resultantes a un precio inferior a un salario suyo anual..?? y ¿¿si esto se da teniendo al menos tres viviendas más una de ellas en plena fuente Murrieta…??
No obstante ni espero de su comprensión ni de su apoyo, dado que entiendo que se considera con derecho a decir lo que le place de quien quiere, permitiéndose incluso el lujo de decir que conoce mi trayectoria profesional o política (cosa que dudo sobremanera, máxime cuando nos conocimos en persona bastante más tarde de la fecha de su posts).
Desde luego, yo considero que D. Javier Martínez Laorden ha sido una de las peores cosas que le han ocurrido a esta ciudad en los últimos 20 años (asimismo creo que sus primeros años fueron positivos), y le aseguro que siempre, y digo siempre que hablo de alguien, critico algo o juzgo una situación, lo hago documentado. ¿puede usted decir lo mismo?.

Reciba un fuerte abrazo y espero coincidir con usted para poder tomar amigablemente un café.

Un abrazo...

Miguel Gómez Ijalba


Lo primero que me llama la atención es que el Sr Gómez Ijalba, concejal plenipotenciario de urbanismo en mi ciudad durante los cuatro años de anterior gobierno, se interese por mi blog y se ponga al teclado para escribirme. Es un lujo, o un orgullo. Un éxito. Si yo hubiera escrito algo así en un periódico de julio del 2008 no creo que hubiera podido recibir contestación alguna cuatro años después. Siento por tanto como si gracias a la comunicación por blogs el tiempo se estrechara o se aboliera y eso me proporciona una sensación enorme de triunfo y bienestar.

Por otra parte, me recuerda en su carta que nos conocimos en persona, algo que yo había casi olvidado porque nuestro único encuentro personal fue un breve y fortuito saludo en algún pasillo del Ayuntamiento de Logroño en el que algún conocido común nos presentó. Recuerdo eso sí, que en aquel apresurado saludo de pasillo fui presentado como autor de LA GUIA DE ARQUITECTURA DE LOGROÑO editada por el mismo Ayuntamiento, y que aproveché la ocasión para sugerirle que no la tuviera oculta en sus almacenes y le diera salida. Me respondió amablemente que se iba a interesar en ello... Y hasta ahora.

Releo el post que motiva su comentario y veo, efectivamente, que lo redacté con la misma falta de rigor o con el mismo desparpajo con que yo escribo en los blogs. Es algo que he ido dejando muy claro en muchos de los posts que he escrito en mis ya muchos y variados blogs: QUE UN BLOG NO ES UN MEDIO PUBLICO DE COMUNICACION sino un diario abierto. Que no es un periódico, ni un comunicado político. Que un blog es un medio de expresión personal donde uno no tiene deber alguno de argumentar ni justificar nada. Donde uno cuenta lo que siente, lo que pasa a su alrededor, o lo que le da la gana. Y que si a alguien le gusta, ni siquiera tiene la obligación de pagarlo ni dar las gracias, y si no, pues con no dar un click al ordenador para cambiar de pantalla ya tiene bastante.

Si yo, escritor y lector empedernido de blogs, no entiendo aún muy bien del todo la esencia y alcance de los mismos, entiendo perfectamente lógico que el Sr. Ijalba, político profesional, y como tal, dependiente de los medios públicos de comunicación, no entienda nada de nada. Por eso creo yo que empieza su comentario  llamándome "autor" de unas líneas desacertadas (como si la autoría o el acierto me importaran algo) y acaba dándome abrazos y proponiéndome amistosos cafés. Por entremedio, sin embargo, acierta a redactar que "me considero con el derecho a decir lo que me plazca de quien quiera" y que me tomo incluso otros lujos, por lo que no me cabe sino felicitar al Sr. Ijalba por su sabia intuición. Digo yo si no será ese brillante punto de inflexión en su carta el que le lleva del rechazo inicial a mi post a la propuesta final de los abrazos y el café.

Mi única condición es que ya que ha entrado a mi blog por haberse visto en él, no estaría de más que se leyera otros posts o se interesase un poco por aquella GUIA DE ARQUITECTURA de nuestra ciudad por la que nada hizo. Porque para hablar de él y de su política, o del affaire que pudo tener con el entonces arquitecto municipal Martínez Laorden, no tengo mayor gana. Bastante con que ponga aquí su carta-comentario y pueda leer la gente de una manera directa lo que seguramente no pudimos leer en los periódicos.




miércoles, febrero 22, 2012

ARQUITECTURA Y VEJEZ. CONFERENCIA DE VALENCIA II


(viene del post anterior)



El viejo y el niño

Con la batería de fotografías que sigue a continuación trato de ilustrar la enorme belleza del encuentro entre los viejos y los niños, causada posiblemente por el contraste entre los cuerpos y las miradas y por su infinidad de evocaciones y sugerencias. La presencia de un niño ante un viejo es algo así como el contrapunto en la música: esa doble melodía a distinta altura y cadencia que embriaga por su complejidad y su armonía.


La primera de ellas extraída también del libro de Alexander, está en directa continuidad con la fotografía  en la que veíamos al viejo trabajando en soledad. La novedad ahora, es que un par de niños se asoman por la ventana para observar con atención lo que hace, lo que provoca en el viejo una media sonrisa por la satisfacción de la claridad y sencillez de su lección. Esa apertura gratuita a la calle, y esa enseñanza directa de las labores de la vida, la evoca Alexander en otro de sus patrones referidos a las tiendas y talleres titulado "Abrirse a la calle". Dice así: "Pasábamos ante el taller todos los días, camino de casa desde la escuela. Era un taller de muebles y nos quedábamos parados ante la puerta viendo cómo los hombres hacían sillas y mesas, formaban patas con el torno y hacían volar el serrín. Había un murete, y el capataz nos dijo que no lo pasáramos; pero nos dejaba estar allí y allí estábamos a veces durante horas".

El entrañable escultor canario-riojano Félix José Reyes siempre cuenta que su pasión por la escultura nació, siendo niño, al ver desde la calle el taller del profesor Abraham Cárdenes en Las Palmas de Gran Canaria.

El contrapunto entre el viejo y el niño en las lecciones sobre las labores de la vida está construido sobre el intervalo musical más amplio, pero la armonía es perfecta porque el niño no se pregunta aún por su futuro ni por la necesidad del trabajo, mientras que el viejo ya no hace el trabajo por necesario sino por útil, y acaso, por la propia inercia de la vida.

La evocación de toda la vida del viejo, la ausencia de prisas en él y la negación absoluta de la "necesidad" se dan en la siguiente fotografía de una ilustración del dibujante norteamericano Norman Rockwell, en la que esta vez el niño, agazapado bajo la mesa, contempla al viejo marino con la pipa en la boca y el loro en el hombro montando la maqueta de un velero.



En la siguiente, también ilustración de Norman Rockwell como todas las que siguen, la niña le hace aún trabajar al viejo doctor y sacar su viejo instrumental médico para que le ausculte del catarro a su muñeca. 


El encuentro aquí ya no es sólo visual, pues entre el niño y el viejo se ha establecido un diálogo de fantasía que tiene su continuidad en todos los cuentos, viejas historias o sorpresas que los viejos pueden contar a los niños y que quedan evocadas en las dos imágenes siguientes.




Lewis Mumford escribía en Las Décadas Oscuras (1931) que "el axioma más corriente de la historia es que cada generación se rebela contra sus padres y hace amistad con los abuelos". En las imágenes que hemos visto, la gracia estaba en el diálogo directo entre el viejo y el niño sin la mediación de otras figuras intermedias. Así que la pregunta que nos debemos hacer en estas jornadas al respecto es ¿qué lugares podemos crear para que se produzcan con naturalidad este tipo de encuentros tan maravillosos?. 

Mis viejos padres suelen invitar un día a la semana a comer a nuestras hijas para hablar de sus cosas sin la molesta mediación de nuestra presencia. De entre las atenciones con que les prodigo a mis padres en su vejez, ésta es sin duda una de las que más satisfecho me siento. 

Mis hijas han tenido también la suerte en su niñez de convivir con los viejos de la Banda Municipal de Música de Logroño, en la que han tocado con ellos desde muy niñas. Al ser una experiencia colectiva y al ser la Banda de Logroño una institución poco dada a la comunicación y la convivencia, no ha tenido en ellas efectos memorables como los que puede evocar la última imagen de esta serie en la que el viejo y el niño cantan juntos ante la chimenea con el acompañamiento del banjo. La música establece aquí ese feliz diálogo musical al que hacía alusión con la figura del contrapunto.





Viejos con viejos



Sin dejar la música atrás, la siguiente imagen contiene todo el programa o todo el sueño de mi vejez. Me paso horas mirand esta imagen. En ella se ve, en primer plano, el local vacío y con la luz ya apagada de una barbería, la Shuffleton´s Barber Shop, que posee al fondo una trastienda brillantemente iluminada en la que tres hombres de cabello plateado tocan juntos un violín, un clarinete y un violonchello. El trabajo ya ha quedado atrás, con la luz apagada, y es el momento de la amistad, la hora de la comunicación, la del encuentro en la armonía de la música. Me gustan los instrumentos monódicos porque, en primer lugar, es mucho más fácil aprender a tocarlos y porque, a menos que seas un virtuoso nunca suenan bien aisladamente; así que, para sacarles jugo te obligan a juntarte con otros instrumentistas. Son una metáfora muy hermosa de nuestras limitaciones individuales y del valor de la comunicación humana. 

Vista desde la perspectiva del tiempo de la vida en vez de la del tiempo de una jornada, la imagen tiene aún un significado mayor. El barbero joven habrá cerrado la barbería al caer la tarde y se habrá ido a casa a descansar con su mujer y sus hijos. Los viejos músicos de la trastienda serán seguramente los amigos del barbero jubilado, (padre del barbero joven que se ha ido) y de ese modo, la imagen sugiere que, mientras que la ocupación preferente de los jóvenes es la del trabajo y su tiempo central es el de la jornada laboral, la hora de los viejos es la tarde, y su ocupación preferente, la comunicación.  

Por cerrar el tema de la música, diré que la única orquesta que me ha emocionado últimamente es un pequeño grupo de música ligera formado exclusivamente por viejos, que da baile los miércoles por la tarde en uno de los hogares del jubilado más concurridos de mi ciudad. Convertida la música en una actividad para el negocio o el espectáculo y transformado el baile en una gamberrada salvaje o en materia prima de academias, el que una pequeña orquesta de jubilados entienda aún que el principal cometido de la música es dar baile para aquellos que aún lo entienden como protocolo de amores y sexo, me tiene completamente encantado. Lástima que el baile tenga que darse en uno de esos locales cerrados en los que la vejez es tratada como el vínculo de un ghetto. 

Los viejos hablan con los viejos al caer la tarde o aprovechando el sol del medio día en un rincón tranquilo de una calle en la que disponer unas sillas en corro


Los viejos forman cada día y en cada rincón apto para ello, el Senado de nuestras calles y nuestras ciudades. El problema suele ser que los urbanistas actuales, ocupados casi exclusivamente en resolver los problemas del tráfico o el de los standards urbanísticos apenas habrán reflexionado nunca sobre la necesidad de estos rincones. Los tradicionales bancos urbanos nunca se pueden disponer en corro, así que yo me lamento cada vez que paso por las plazas soleadas de mi ciudad y veo que sus tertulias se conforman malamante con unos viejos sentados en línea y otros de pie, de lo pésima que es nuestra actual arquitectura urbana para acoger esta función.

Al margen de esos rincones entrañables o de estas deficiencias urbanas, los clubs anglosajones nos han ofrecido desde la novela y el cine una imagen digna y placentera de viejos sentados en sillones leyendo el periódico o comentando las últimas noticias de las actividades de sus sociedades.


En la imagen titulada University Club, una vez más de Norman Rockwell, los vemos incluso asomándose juntos por la ventana para asombrarse ante la eterna maravilla de una escena de amor entre dos jóvenes. 

La estructura de clubes, federaciones de deporte, claustros o departamentos universitarios, ateneos etc. no sólo es claramente enquencle en nuestro país, sino que encima, también se suele jubilar en ellos a los mayores poniendo a su frente a "jóvenes dinámicos" como si los clubs fueran empresas en feroz competencia. Una pena. 

Como en cualquier otra masificación, todo grupo de viejos visto en conjunto provoca una sensación triste. En las masas dejamos de ser personas para ser cualidades y al contemplar a un grupo de gente desde fuera vemos antes la razón del grupo que la dignidad de quienes los conforman. Al ver una pandilla de mozalbetes en la tarde de un domingo nos chirría su bravuconería, al ver a un grupo de mujeres hablando todas a la vez nos lamentamos de su condición, al ver a una masa de forofos del futbol palpamos los impulsos más bajos y primitivos de nuestra condición, y así sucesivamente. Así que al ver muchos viejos juntos no podemos dejar de ver la ruina, la decrepitud y el acabamiento. El que está dentro de la masa a veces no tiene la perspectiva del que la contempla desde fuera, así que toda persona que quiera ofrecer de si mismo una imagen digna y que a su vez reclame para sí un lugar igualmente digno en el que estar, debe de evitar en lo posible los grupos numerosos y las masas. A poco que nos fijemos en los programas edificatorios de nuestro tiempo podemos deducir que cada vez se construyen más lugares para las masas y menos sitios para el disfrute de una compañía mínima. De entre los pocos elogios a lo pequeño, y lamentablemente en el contexto de la nostalgia de cierto dandysmo burgués fin de siglo XX, el arquitecto Oscar Tusquets publicó un bonito elogio a los pequeños museos en uno de sus best-seller de los noventa. Pero los lugares pequeños no tienen por qué ser entendidos como lugares selectos y de élite, sino como modestos refugios de dignidad frente a la masificación. 

Si los viejos han de estar con otros viejos, como es normal en cualquier edad y condición, lo verdaderamente hermoso es verlos juntos pero en el aislamiento que proporciona un pequeño lugar. 


Para ilustrar esta idea traigo la imagen de un invernadero en el que dos hombres mayores, al calorcillo concentrado de los rayos del sol, comentan sus cosas rodeados de plantas. El campo y los huertos son siempre propicios para este tipo de encuentros. No hay vez que pase el viejo pastor de Santa Lucía junto a mi finca, que no se pare a echar una parrafadita conmigo sobre las plagas de los almendros o la poda de los olivos. Yo cultivo esos momentos con mayor cuidado y atención que a los propios rosales. El lento crecimiento de las plantas tiene poco que ver con el dinamismo de un mundo estupidamente convertido en juvenil y dinámico, así que uno de los lugares más propicios para acoger el encuentro y la conversación entre viejos, es sin duda el de las plantas.

El otro punto de encuentro habitual, éste con tintes más tristes, es el de la enfermedad. Me horrorizan los viejos que hacen de sus enfermedades tema único o preferente de conversación, o más bien me horroriza la visión que nuestra sociedad va dando de la vejez como si de una enfermedad se tratara. Por eso que, para dar un poco de dignidad a la relación entre dos viejos, he escogido una imagen -cómo no, de Rockwell-, en que al estar uno de los viejos  postrado en la cama, la enfermedad parece ser real, y en la que el visitante es otro viejo. 


No está por medio la hija del enfermo, ni la monjita del asilo, ni enfermera alguna. Me gustaría que el visitante fuera incluso el médico y que el objeto que sostiene en la mano fuera un termómetro en vez de un pequeño árbol navideño, pero en fin, el título del dibujo es el de "Visita Navideña" y hay que respetarlo. Digo ésto porque me parece muy hermoso que sean los viejos los que cuiden de los otros viejos, pues si la enfermedad en la vejez pudiera entenderse en ciertas ocasiones como el anuncio de la muerte, nadie como otro viejo para tratar sobre ello.  


La última de las imágenes de viejos con viejos que traigo aquí  les puede parecer extraña, pues según el acerbo común todos dirán que se trata de una vieja con una chica joven o, todo lo más, de edad "mediana"; pero el texto del artículo periodístico en el que aparece como ilustración es bien claro. La mujer de menor edad que "ha adoptado" a la mujer de mayor edad para que viva en su casa con ella y su marido, acogiéndose a una ley del Parlamento de Cataluña del año 2000 que regula este tipo de "contratos de adopción", tiene 46 años y entre las razones de tan interesante decisión menciona la próxima boda de uno de sus hijos. En Arquitectura y Vejez (hC 10 de elhAll72) dejé bien clara mi propuesta de que el comienzo de la vejez ha de fijarse en razones menos artificiosas que el de la elección de una edad de jubilación laboral, y que a mi juicio el dato capital que señala el comienzo de la vejez ha de establecerse en el final de la crianza en torno a límites biológicos y legales de común aceptación. En ese sentido, está claro que la boda del hijo de la mujer de menor edad es un dato concluyente de su situación. 

Lo que en el fondo llama la atención de la historia de esta adopción y de la foto en sí es el extraordinario salto de edad entre la una (89) y la otra (46), de nada menos que ¡cuarenta y tres años!. Pero ese es el dato en que hay que fijarse a partir de ahora para definir y entender las relaciones entre viejos. 

Viejos y familia

La  raíz del problema de la vejez, según actualmente se plantea, está sin lugar a dudas, en la perniciosa extensión del concepto de "familia" o el abuso que se hace de esta institución a todos los efectos. Una y otra vez oímos la interminable queja de que los hijos no se ocupan de sus padres, pero lo que nadie se pregunta es ¿por qué diablos se tiene que ocupar un hijo de los problemas de sus padres? ¿no han tenido tiempo éstos de prever los problemas de su vejez a lo largo de toda su vida y de organizarse para resolverlos sin necesidad de cargar a los hijos con ellos? ¿a qué viene ese continuo lloriqueo sensiblero de los viejos?¿quien lo insufla o lo promueve? 

Los ardientes defensores de la familia como institución de educación y transmisión de valores harían mejor en no defenderla por dilatación y cantidad y sí hacerlo por calidad y sentido. La fidelidad matrimonial y la estabilidad familiar tienen todo el sentido durante los años de la crianza, cuando los hijos son débiles y requieren de un hogar pleno y seguro. Las ingenuas utopías anarquistas o comunistas que han propuesto a lo largo de la historia la abolición de la familia como institución reaccionaria y como obstáculo a sus ideales sociales, se han estrellado justamente en no entender la diferencia entre la familia en época de crianza y la familia una vez finalizada la crianza. Lo mismo que también se estrellaron los hippies de la contracultura oponiendo un modelo de comuna en amor libre al modelo monógamo de la familia. 

La extensión de la familia sine die arranca en nuestro modelo social y cultural del sacramento del matrimonio y de la fórmula que el cristianismo propone de una unión imperecedera. Frente al contrato religioso, la sociedad civil ofrece un nuevo tipo de contrato que puede romperse cuando las partes lo deseen mediante el procemiento del divorcio. Pero en nuestra sociedad el divorcio afecta más o menos por igual a quienes sólo se unieron por contrato civil que a quienes lo hicieron mediante el rito religioso, y curiosamente ni la sociedad ni la religión hace distinción entre la  responsabilidad que supone el divorciarse durante el periodo de crianza o el hacerlo sin crianza o fuera de la crianza. Digo que es curioso, pero debería decir que es lacerante e injusto, porque las consecuencias que se causa a terceros en uno y otro caso son completamente diferentes.  

Al llegar al final de la crianza, la familia no tiene mayor sentido como núcleo de convivencia, de modo que esa misma falta de sentido se la deberían plantear los propios conyuges. Mi planteamiento más radical consiste en que el matrimonio carece de sentido más allá de la crianza y que de hecho, al finalizar ésta, queda disuelto de modo natural. 

Llega en ese momento la oportunidad para la comuna de amor libre o de solidaridad comunista que proponían los hippies y los utopistas. Liberados los hombres y las mujeres de la función biológica de la crianza y de la fidelidad matrimonial que ésta requiere, ante ellos se abre un nuevo y rico horizonte de relaciones más allá del bloqueo que imponen unas fidelidades matrimoniales y familiares sin sentido. Dicho en términos más crudos, el gran problema de la vejez actual es que los viejos tengan que cargar de por vida con conyuges, hijos o nietos. 

No descarto la posibilidad de que finalizada la crianza los conyuges sigan conviviendo y sigan siendo monógamos si es que eso les interesa. Ni que vuelvan a juntar ocasionalmente a sus hijos y a sus nietos para celebrar en torno a una mesa, cualquier tipo de fiesta o fecha señalada, como en esa ilustración de Norman Rockwell perteneciente sin duda al acerbo de la familia patriarcal. 


Lo que digo es que esos personajes que vemos en la pintura de la ilustración no tienen entre sí más que un vínculo de sangre que tiene que ver con el pasado y no con el presente. 

El mayor regalo que puede hacerse un ser humano que ingresa en la vejez no es, como hasta ahora, el de dejar de trabajar, sino el de adquirir una libertad completa que le permita redefinir sus relaciones. En ese sentido me parece bastante ridículo llamar "adopción" a la asociación entre la vieja de 46 años que veíamos anteriormente, con la vieja de 89 y con el que hasta entonces venía siendo su marido. Es una asociación libre de convivencia entre viejos y no hay que darle más vueltas ni buscarle ningún tipo de eufemismo.


Los viejos en comuna

Las comunidades libres de viejos pueden empezar a entenderse mejor y a concebirse con mayor naturalidad a partir de las proposición del tipo de habitat a utilizar. 

De entre los modelos existentes más tristes o escandalosos, el del "asilo" debe de desaparecer de nuestro horizonte, pues sus semejanzas con el internado o el cuartel, y la masificación inherente a los mismos para nada se corresponden con esa recién adquirida libertad del viejo ni con su dignidad. La consigna de mi conferencia para viejos y arquitectos es la de NI UN ASILO MAS, ni siquiera ese tipo de asilos autogestionados por viejos de los que se empiezan a tener noticia. (Al recorte de periódico que mencionaba en el capítulo anterior he ido añadiendo otras experiencias, generalmente ligadas a negocios inmobiliarios como los del grupo norteamericano Sensara Partners S.L que construye urbanizaciones para mayores de 55 años en el sur de España).  

Las viviendas en edificios de pisos tienen su razón  en un modelo monotemático de familia nuclear en tiempo de crianza, o en un modelo de familia imperecedera, por lo que la adaptación de una comuna de viejos a este tipo de lugar resultará siempre bastante deficiente. Los viejos y los arquitectos que quieran pensar en el habitat de los viejos deberían de huir de ese modelo de habitat compuesto de tres o cuatro habitaciones, uno o dos baños, una cocina y un salón comedor. 

Al referirnos en el capítulo anterior a la buena sintonía que parecía darse entre los viejos y los cascos viejos de las ciudades, no estábamos lejos de la idea de la mayor flexibilidad que puede darse en las casas antiguas frente a las viviendas familiares standard, pues mientras aquellas crecieron de un modo más o menos orgánico adaptándose a todo tipo de variación de funciones, las viviendas actuales responden sobre todo a un modelo de producción inmobiliario que ha creado un producto normalizado dentro de la más pura simplificación taylorista.

Muy lejos de la ciudad y de ese tipo de habitat, el modelo de retirada a un convento, como el que eligió el emperador Carlos I, me parece a este respecto muy interesante. Le Corbusier también se sintió atraído por ese tipo de tipología residencial en comunidad que vió en la Cartuja de Parma cuando realizó su juvenil viaje de estudios por Italia. Los conventos poseen unas carecterísticas muy interesantes para el tipo de comuna de viejos libres, como es la de una mezcla equilibrada entre el respeto a la soledad de la habitación y la organización de unos servicios comunes. Dada la actual carencia de vocaciones monásticas, y la edad media de los monjes, la mayoría de los conventos actuales ya podrían considerarse como verdaderas comunas de viejos. 

Muchos de los grandes conventos desamortizados en el siglo diecinueve están prácticamente vacíos u ocupados por exiguas comunidades que apenas pueden atender ni a su mantenimiento. San Millán de la Cogolla o Santa María la Real en Nájera tienen cuatro frailes donde los hubo a cientos, y hasta en mi pequeño pueblo, Anguciana, hay un convento totalmente vacío desde hace décadas. Pero no quiero que entiendan que  estoy proponiendo una "okupación" sino más bien una reflexión sobre la posible secularización de ese tipo de edificaciones. 

La movilidad de los monjes entre conventos ha sido además, una práctica habitual, por lo que eso da una pista de la posible federación de comunas de viejos que posibilite, si es caso, su movilidad. 
Lo que está claro es que cualquier paso que se dé en el sentido de crear una nueva arquitectura para la vejez ha de hacerse desde la consideración de el nuevo status de libertad que el hombre adquiere con el final de la crianza, y de que el viejo debe encarar su futuro desde el mismo comienzo de acceso a esta etapa de su vida. 

Si escribo estas cosas y doy publicidad a mis ideas no es por otra cosa que por ganar adeptos en la tarea de crear una nueva arquitectura para la vejez a partir de una consideración de la vejez radicalmente distinta de la hasta ahora conocida. 






Para acabar

Todo lo otro, los asilos y las residencias, no son sino el epígono de un tiempo que en arquitectura encuentra sus mejores expresiones cuanto más atrás retrocedamos. Por volver a la historia de la arquitectura para finalizar esta conferencia, traigo aquí un par de ejemplos en los que los asilos u hospicios hacían ciudad con tanto o mayor fuerza que en la época de las grandes dotaciones decimonónicas. 






El Hospital (hospicio) de la Cruz en Toledo muestra en la riqueza de su fachada, en la rotundidad de su espacio o en la claridad de su planta que este tipo de albergues tuvo una presencia urbana de la misma calidad que un convento o un palacio; y así mismo, el Hospital de los Inocentes de Florencia, obra de Filippo Brunelleschi, nos ofrece a su vez una planta de gran riqueza espacial y una fachada que da vida y dignifica todo un gran espacio urbano de una manera tan neutra como solemne. 




Y de la historia de la arquitectura, o más bien de la historia de las ciudades, les traigo, para terminar, una anécdota curiosa sobre una permanencia o un hábito urbano que trasciende la arquitectura. Si Vds van a París y visitan su catedral de Notre Dame, verán en los muelles del brazo del Sena que recorre a sus pies a los viejos vagabundos o clochards de París. Resulta interesante que aún se reunan y duerman allí porque ese era justamente el lugar donde estuvo el viejo y terrible hospicio u Hospital Dieu.