La primera idea que tuvimos de la moderna arquitectura japonesa tenía un nombre propio fácil de recordar: KENZO TANGE (1913-2005). Con motivo de las Olimpiadas de 1964 en Japón construyó un inolvidable mamotreto de hormigón, bivalvo a así, que inmediatamente pasó a los libros de arquitectura.
Como visto de frente tenía pinta de salto con doble tirabuzón...
... o de templo vikingo, para explicarlo a los estudiantes de arquitectura hubo que poner una foto aérea o una planta.
Y ni con esas, porque en aquella era de pretensados, postensados, cáscaras de hormigón y virguerías estructurales varias lo que no había forma de entender de un edificio de estas características eran las cosas más sencillas, es decir, por dónde se entra o qué espacios exteriores genera... (bueno sí, eso ya se veía: desolación pura y dura). Pero bueno, como era para deportistas olímpicos qué más da.
El amigo Ceballos le dedicó un post completo en su "moleskine arquitectónico" así que ahí va el enlace, una foto de detalle, y pasamos a otra cosa.
Aunque ahora nos parezca extraño, bueno es recordar que hubo tiempos en que no sólo de músculo vivía el hombre. Tal como nos enseñaron en primaria, San Francisco Javier llevó la cruz a Tokyo en el siglo XVI y su predicación causó furor. Pero tanto éxito no fue bueno y en poco tiempo echaron a curas y jesuitas de las islas porque entre sintoísmos, budismos, zenes y confucionismo (no confundir con confusionismo) bastante tenían para estar entretenidos. Pasaron los siglos, el aislamiento y la apresurada occidentalización ( a partir de 1868 / fecha clave para la historia de Japón), y para cuando llegó el olímpico año de 1964 y las religiones en Japón ya no eran más que otros tipos de gimnasias espirituales, la cruz ya no tenía más peligro que las ocurrencias que tuvieran los arquitectos a la hora de hacer sus templos. Gimnasia por gimnasia a Tange le cayó también el glorioso encargo de diseñar la Catedral de Santa María de Tokyo y se le ocurrió hacer esta cosa tan alada por fuera que parece un derviche giróvago en plena danza:
...y que por dentro, sin embargo, invita al terror nuclear:
Como nuestros viajeros han visitado ya la de Río de Janeiro, la de Brasilia o la de Los Angeles, les suponemos curados de espanto y añadiremos ésta otra catedral moderrna a nuestra colección de idems (osea, espantos). Ceballos también la tiene contada en detalle en su Moleskine, así que segundo enlace al canto.
Más difícil será que nos desplacemos a Kofu en la prefectura de Yamanashi para ver el Centro de Información con aspecto de fábrica de cemento que les endosó Kenzo en 1966 (gloriosa década aquella para su despacho):
La siguiente "obra maestra" de KT no se haría esperar y para que la viéramos todos los viajantes la puso en Ginza, es decir uno de los barrios más visitados de Tokio. Su inconfundible silueta no admite error en la interpretación:
Parece pensada para ir añadiendo o quitando pisos al tronco del árbol, pero se ve que les gustó así, y que de aquí a que vayamos a Tokio no la van a cambiar.
Los estupendos sesenta acabaron en Japón con la Expo Universal de Osaka, para la que KT hizo el master plan. En los libros de arquitectura ya se habían publicado sus brillantes ideas de diez años antes (1960) para colonizar la bahía de Tokyo con muchas torres y pasarelas de hormigón, pero como ahí se pasó tres pueblos, no se hizo, y en la pedrea le tocó hacer urbanismo para la feria.
Como también es sabido, la concesión del Pritzker convierte a cualquier ser humano en una marca registrada de sí mismo, a partir de lo cual KenzoTangeSA.com hizo en 1991 el cornúpeta mamotreto que alberga el Gobierno Metropolitano y que como está en el muy visitado distrito de Shinjuku en Tokio, tampoco nos pasará desapercibido:
Con todo, aún es más famoso el Edificio Fuji (1993) situado en el barrio de Odaiba junto al puerto de la capital, aunque.... sea un edificio que podría firmar cualquier arquitecto coreano o malasio sin Pritzker alguno.
¿Se os han quitado ya las ganas de ir a Japón? No me seáis blandos, hombre, y no os desaniméis tan pronto, que Kenzo Tange también hizo alguna cosa sensata. Por ejemplo, su propia casa, en 1953:
O el Memorial de la Paz en Hiroshima en 1955:
Ahora os preguntaréis qué fue lo que le pasó a Kenzo Tange para abandonar la mesura de los cincuenta y liarse a hacer los esperpentos que hemos visto previamente. Buena pregunta, sí señor, porque la respuesta no es tan sencilla de decir. Seguramente sea esa una de las razones de nuestro viaje: saber por qué a los japoneses se les va la pinza cuando descubren lo peor de occidente y se ponen a superarlo.