jueves, agosto 30, 2007

VENTANAS QUE ABRAN






Yo iba de gratis. Mi mujer tenía un congreso y una habitación doble en el recién inaugurado Hotel Constanza de Barcelona, obra del “gran maestro de arquitectura” Rafael Moneo así que me las había prometido muy felices. Mientras ella iba a sus sesiones médicas yo me quedaría en la habitación (previsiblemente cómoda y agradable) trabajando en lo mío.


Pero la ventana no se abría y no lo pude soportar. Yo quería ventilar la habitación, sentir el aire fresco de la mañana, oír el ruido del patio de la Illa pero lo único que podía mover era la ruedita del aire acondicionado. Me puse de los nervios y bajé al lobby con un libro. Era un lugar nada acogedor y encima sonaba un hilo musical lamentable por lo que me largué del maldito hotel y mientras me instalaba en la mesa de la primera tasca que encontré en el barrio, juré vengarme.

Otra vez por medio el gran maestro nacional de la arquitectura. Vaya lata de tío. Es una vedette, un superstar, y si me meto con él todos creen que es porque le tengo manía personal. No es así, lo he dicho mil veces: le aborrezco porque el hundimiento de la arquitectura cotidiana está directamente relacionado con el vedettismo de tipos como él. Pero mira, esta vez van a tener razón porque el asunto es personal: y es que me jodió la mañana.

En cuanto regrese al LHD, pensé, me voy a desahogar tirándole a la cara el pattern “ventanas que abran”, una recomendación de Alexander que me parecía tan de perogrullo que apenas había reparado en ella y no la pensaba sacar aquí: nunca hubiera imaginado que un arquitecto titulado pudiera poner una ventana impracticable en una habitación. Pues mira por donde, va, y las pone “el maestro”.



Además de no abrirse estaban "adornadas" exteriormente por dos gigantescas lamas horizontales que tampoco se movían pero que te hacían polvo la perspectiva.

Dentro de las lamas había placas de travertino. Lo veías en la de abajo porque de la de arriba sólo alcanzabas a ver la cara inferior de su soporte metálico. No conseguí saber para qué diablos podrían servir si desde el interior era imposible moverlas, pero debían de haber costado lo suyo.

Travertino había por todas partes en el hotel. Travertino queda fino. Fijaros, ¡Moneo lo pone hasta en el cielo raso del voladizo exterior….! aunque no le encaje con la modulación general.


Da igual en unas lamas de ventana que en un cielo raso, el travertino vale para todo.

Pero no voy a cargar las tintas contra el arquitecto. Tan culpable como él es la propiedad, así que mientras me apuraba un segundo café matinal me dije que de ahora en adelante siempre que reservase habitación en un hotel iba a exigir a la agencia de viajes la garantía de que las ventanas se puedan abrir: hotel cuyas ventanas no se abran, hotel declarado inhóspito y no recomendable. Como por ejemplo, éste:


(Menos mal que yo de iba de gratis…)