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miércoles, abril 05, 2017

ACERCÁNDONOS A EDO-TOKYO



En la entrada anterior sobre algunas de las obras más famosas de Kenzo Tange ya fui poniendo sus localizaciones empezando así a dar nombre a lugares que por fuerza nos tendrán que ser familiares al hablar de Tokyo. Empecemos por decir para quien no lo sepa, que Tokyo se llamaba Edo hasta en 1868 cuando con la restauración imperial o Meiji (otro nombre a ir recordando) el emperador se instaló en el Palacio Imperial de "Edo" convirtiendo a "Tokyo" en la capital de Japón en detrimento de la histórica Kioto.

Excepto esa mancha central verde que está en la junta central del planito de la guía Lonely Planet (que os recomiendo no comprar porque es mala de solemnidad), mancha verde que representa a los jardines del Palacio Imperial, y la otra mancha azul de los canales del puerto ubicado al fondo de su grandiosa bahía, el resto de Tokyo es tan confuso que para aproximarnos a esta enorme ciudad por una vía muy diferente a la de las guías voy a transcribir un párrafo escrito por mi tío Luis Diez del Corral de cuando estuvo allí en 1961:

"Si en busca de semejanzas que le ayuden a comprender el extraño fenómeno urbano que es Tokyo, el viajero repasa la estampa de las grandes ciudades europeas, Berlín es la que más auxilios puede prestarle. La capital alemana se parece a Tokyo por su emplazamiento en una llanura, por la abundancia de agua, por su reciente origen, por su marcado carácter político-militar.

Los shogunes Tokugawa (1603-1868) engrandecieron a Tokyo, frente al Kyoto de los emperadores, como los reyes prusianos a Berlín frente a la Viena Imperial. Su falta de legitimación histórico-religiosa les llevó a ambos regímenes a promover, de manera supletoria, el crecimiento y la ostentación de sus grandes capitales. El paralelismo debe ser tomado muy en serio y se concreta en el trágico destino que ha caído sobre una y otra ciudad. Ambas fueron reducidas recientemente a cenizas, con más insistencia Tokyo, pues sobre ella la naturaleza se había anticipado con el aniquilador terremoto de 1923 a las destrucciones causadas por los hombres durante la guerra del Pacífico. 

La ciudad fue pronto reconstruida. Las ciudades de madera se destruyen fácilmente pero se reconstruyen también con facilidad, salvo, naturalmente, la parte antigua, para siempre desaparecida en Tokyo con la única excepción de los templos, salvados por su aislamiento o resurgidos devotamente de sus cenizas. Fáltale así a la enorme urbe, ya por entero reedificada, un centro urbano que la dignifique y ordene. De otra parte, en la vasta metrópoli no hay alturas que sirvan de punto de referencia al viajero (recordemos que este texto está escrito en 1961 y que eso ya no es así), ni un gran río que divida la ciudad y le sirva de eje, ni el claro trazado de unos grandes muelles que vengan a ser como la base sobre que levantar el plano de la ciudad, ni tampoco un círculo de bulevares que la ciña y circunde, con ese imperioso ademán que a pesar de su finalidad pacífica muestran las vías de comunicación que ha reemplazado a las murallas y sus fosos". 

Del Nuevo al Viejo Mundo. Ed Rev de Occidente Madrid 1963 p 346


Mi tío Luis fue a Japón en cuatro ocasiones invitado por la universidades niponas a conferenciar sobre el imperio de los Austrias y en una de ellas, hablando del honor en la obra de Calderón de la Barca, emocionó tanto a uno de los oyentes que al acabar la conferencia se acercó para saludarle, hacerse una foto juntos y pedirle su dirección para cartearse.


Ese oyente se llamaba... nada menos que... YUKIO MISHIMA, de quien supongo que algo habréis oído hablar... (y si no, ya irá saliendo aquí o durante el viaje).


Pero volvamos a poner los pies en la tierra para buscar cuatro o cinco  nombres que nos orienten un poco en el magma urbano del Tokyo actual (trece millones de habitantes en la ciudad y 36 millones !!! en su área metropolitana, la más grande del mundo) a saber: GINZA, al este de la mancha verde del Palacio Imperial donde ya sabemos que tenemos un Tange del 64; SHINJUKU, donde están los edificios gubernamentales, es decir, el mamotreto cornúpeta de Tange que también conocemos; SHIBUYA, donde está el famoso cruce con pasos de cebra con mayor densidad de peatones del mundo;




ROPPONGI, aglomeración de rascacielos a mitad de camino entre los tres anteriores; y ODAIBA, típica zona nueva portuaria donde está el edificio FUJI de KTange que también vimos en la entrada anterior.

En los años del viaje de mi tío no había rascacielos ni google earth, y aunque algunas de sus aproximaciones históricas nos puedan seguir valiendo, el acercamiento al magma urbano de Tokyo lo podemos hacer ahora cogiendo un poco de perspectiva y asimilando esos cinco nombres a los nodos o pequeñas concentraciones de densidad que se aprecian en la siguiente imagen de Google Earth. Las cuatro primeras, creo yo, quedan bastante claras. Haced un pequeño esfuerzo visual: Shibuya y Shinjuku a la izquierda, los jardines del Palacio Imperial y Ginza a la derecha y Roppongi entre unos y otro.


Con eso ya vale por hoy. Deciros también que una de mis lecturas favoritas para preparar esta expedición es el minucioso diario que escribió mi hija Elena en un viaje de dos meses que hizo en el 2008 invitada por un estudiante que había conocido en México; y que buena parte del mejor material gráfico que poseo sobre Japón (aparte de todo el que suministra internet) son las fotos que me pasó mi hija Teresa, de cuando hace tres años se lo ocurrió también merodear por allí en plan mochilera. Os iré contando.








martes, abril 04, 2017

TANGE PARA EMPEZAR



La primera idea que tuvimos de la moderna arquitectura japonesa tenía un nombre propio fácil de recordar: KENZO TANGE (1913-2005). Con motivo de las Olimpiadas de 1964 en Japón construyó un inolvidable mamotreto de hormigón, bivalvo a así, que inmediatamente pasó a los libros de arquitectura.


Como visto de frente tenía pinta de salto con doble tirabuzón...


... o de templo vikingo, para explicarlo a los estudiantes de arquitectura hubo que poner una foto aérea o una planta.


Y ni con esas, porque en aquella era de pretensados, postensados, cáscaras de hormigón y virguerías estructurales varias lo que no había forma de entender de un edificio de estas características eran las cosas más sencillas, es decir, por dónde se entra o qué espacios exteriores genera... (bueno sí, eso ya se veía: desolación pura y dura). Pero bueno, como era para deportistas olímpicos qué más da.


El amigo Ceballos le dedicó un post completo en su "moleskine arquitectónico" así que ahí va el enlace, una foto de detalle, y pasamos a otra cosa.


Aunque ahora nos parezca extraño, bueno es recordar que hubo tiempos en que no sólo de músculo vivía el hombre. Tal como nos enseñaron en primaria, San Francisco Javier llevó la cruz a Tokyo en el siglo XVI y su predicación causó furor. Pero tanto éxito no fue bueno y en poco tiempo echaron a curas y jesuitas de las islas porque entre sintoísmos, budismos, zenes y confucionismo (no confundir con confusionismo) bastante tenían para estar entretenidos. Pasaron los siglos, el aislamiento y la apresurada occidentalización ( a partir de 1868 / fecha clave para la historia de Japón), y para cuando llegó el olímpico año de 1964 y las religiones en Japón ya no eran más que otros tipos de gimnasias espirituales, la cruz ya no tenía más peligro que las ocurrencias que tuvieran los arquitectos a la hora de hacer sus templos. Gimnasia por gimnasia a Tange le cayó también el glorioso encargo de diseñar la Catedral de Santa María de Tokyo y se le ocurrió hacer esta cosa tan alada por fuera que parece un derviche giróvago en plena danza:


...y que por dentro, sin embargo, invita al terror nuclear:


Como nuestros viajeros han visitado ya la de Río de Janeiro, la de Brasilia o la de Los Angeles, les suponemos curados de espanto y añadiremos ésta otra catedral moderrna a nuestra colección de idems (osea, espantos). Ceballos también la tiene contada en detalle en su Moleskine, así que segundo enlace al canto.

Más difícil será que nos desplacemos a Kofu en la prefectura de Yamanashi para ver el Centro de Información con aspecto de fábrica de cemento que les endosó Kenzo en 1966 (gloriosa década aquella para su despacho):


Como es sabido, a Ricardo Bofill le debió de gustar para uso doméstico y por aquel tiempo se compró una parecida en Sant Just Desvern para poner casa y despacho.

La siguiente "obra maestra" de KT no se haría esperar y para que la viéramos todos los viajantes la puso en Ginza, es decir uno de los barrios más visitados de Tokio. Su inconfundible silueta no admite error en la interpretación:


Parece pensada para ir añadiendo o quitando pisos al tronco del árbol, pero se ve que les gustó así, y que de aquí a que vayamos a Tokio no la van a cambiar.

Los estupendos sesenta acabaron en Japón con la Expo Universal de Osaka, para la que KT hizo el master plan. En los libros de arquitectura ya se habían publicado sus brillantes ideas de diez años antes (1960) para colonizar la bahía de Tokyo con muchas torres  y pasarelas de hormigón, pero como ahí se pasó tres pueblos, no se hizo, y en la pedrea le tocó hacer urbanismo para la feria.



Nos ahorramos de momento las cosas que se vieron en Osaka porque pilla un poco lejos para nueve días de viaje y pasamos a noticiar que en reconocimiento a tales desgastes creativos, en 1987 le dieron el Premio Pritzker que..., no creo necesario deciros que es como el Nóbel de Arquitectura (ja ja ja ja).

Como también es sabido, la concesión del Pritzker convierte a cualquier ser humano en una marca registrada de sí mismo, a partir de lo cual KenzoTangeSA.com hizo en 1991 el cornúpeta mamotreto que alberga el Gobierno Metropolitano y que como está en el muy visitado distrito de Shinjuku en Tokio, tampoco nos pasará desapercibido:


Con todo, aún es más famoso el Edificio Fuji (1993) situado en el barrio de Odaiba junto al puerto de la capital, aunque.... sea un edificio que podría firmar cualquier arquitecto coreano o malasio sin Pritzker alguno.


¿Se os han quitado ya las ganas de ir a Japón? No me seáis blandos, hombre, y no os desaniméis tan pronto, que Kenzo Tange también hizo alguna cosa sensata. Por ejemplo, su propia casa, en 1953:


O el Memorial de la Paz en Hiroshima en 1955:


Ahora os preguntaréis qué fue lo que le pasó a Kenzo Tange para abandonar la mesura de los cincuenta y liarse a hacer los esperpentos que hemos visto previamente. Buena pregunta, sí señor, porque la respuesta no es tan sencilla de decir. Seguramente sea esa una de las razones de nuestro viaje: saber por qué a los japoneses se les va la pinza cuando descubren lo peor de occidente y se ponen a superarlo.