viernes, diciembre 01, 2017

MÚSICA Y CASA



Tercera colaboración con el programa Longitud de Onda de Radio Clásica de Radio Nacional de España. Guión previo.

LA CASA Y LA MUSICA

Para pensar en la música y la casa voy a traer al recuerdo una de esas películas ya míticas que nos descubrió a muchos la figura de Saint Colombe: TODAS LAS MAÑANAS DEL MUNDO del director Alain Corneau en 1991. Y lo hago porque, como recordarán, la película arranca con “un bolo” de Saint Colombé en una casa, y por un motivo muy sorprendente para todos nosotros: tocar música en la alcoba de una casa para una persona que se estaba muriendo.




Morirse en casa y pedirle a un músico que venga a acompañarnos en ese trance con su música. Qué sugerente ¿verdad?  Pero claro, eso era en el siglo XVII.

Si vieron la película recordarán que el propio Saint Colombe tenía también una gran casa, una casa amplia y preciosa. Una casa con la que, viendo esa película, yo disfruté tanto como con la música.


Porque una cosa es una casa, y otra cosa un piso, o sea, un apilamiento de viviendas o una hilera de ellas, o incluso eso que llamamos “chalet”. Como arquitecto o como crítico de arquitectura vengo estudiando “casas” desde hace muchos años, y para empezar a entender sobre este asunto lo primero que tengo que decirles es que tienen que hacer  la distinción entre “arquitectura popular” y “arquitectura vernácula” porque aunque el fenómeno “casa” se da ya en la arquitectura popular formando esos conjuntos de casas que dieron lugar a nuestros preciosos los pueblos, la gran casa, la buena casa, el caserío, la masía o la casa solariega, pertenecen a ese otro mundo que llamamos la “arquitectura vernácula”.

Como siempre me presentáis como autor de muchos blogs, hoy tengo que hablarles necesariamente de uno de ellos en el que voy coleccionando Casas Solariegas de la Rioja, y en el que ya llevo más de quinientas casas  catalogadas. Se titula así: CASAS SOLARIEGASDE LA RIOJA. Pongan eso en google y podrán verlas y disfrutar de su presencia. 

Casas del siglo XVII y XVIII e incluso del XIX, casas en las que, muchas veces pienso, seguro que hubo música. Con una tiorba, con un virginal, con una viola de gamba, un guitarra o un piano. Casas como la de Saint Colombé, en la cual se ensaya y se dan clases a las hijas. Casas que vibraban gracias a la música de sus propios moradores, o quizás, de algún invitado.

Música como la que he oído tantas veces en mi propia casa (bueno, aquí siento tener que decir piso… ) cuando mi hija Teresa venía del instituto por la tarde y se sentaba al piano a ensayar las lecciones del Conservatorio. Y tocaba esa música sencilla que en tantas y tantas casas habrán escuchado los abuelos o los padres y los hermanos y que tiene ese aire tan cándido que seguro que les emocionará oír una vez más  tanto como me emociona a  mí:

Vals en La menor de Frederic Chopin



La música en la casa es de natural sencilla, íntima. Primigenia quizás. Pero…

Vamos con la tercera parte de la película. La que más me impactó a mí (cosa que he contado en otro de mis blogs, el SPYP, un blog de variedades que tengo por ahí para ir dejando notas escritas, inicialmente sobre periodismo y política y luego sobre cine, música, libros etc.) Bueno en ese blog, en el número 637 del SPYP comenté el hecho singular de que Saint Colombé se construyera una cabaña en el jardín, abandonando su espléndida casa, para pasar días y noches  allí, en su cabaña, en soledad con la música.



Y aquí viene mi reflexión: hasta el siglo XX, ese vivir en íntima compañía con la música solo lo podía hacer un músico.

M. de Saint Colombe

Pero a partir del invento de los medios de reproducción lo puede hacer todo el mundo. Tener dentro de casa (o incluso piso) una cabaña para estar en comunión con la música.

Pues bien, aquí les voy a contar ahora algo que ni siquiera he contado en ninguno de  mis blogs: en el año 1995 la revista Archipiélago me encargó realizar una entrevista al filósofo Eugenio Trías, como sabrán, uno de los más grandes pensadores contemporáneos que ha dado este país y autor de uno de los libros más profundos sobre pensamiento y música que se hayan escrito en España: EL CANTO DE LAS SIRENAS editado en Galaxia Gutemberg del Círculo de Lectores, Barcelona 2007.



Trías me invitó a su casa para hacer la entrevista y al final de la misma y cuando le pregunté por sus aficiones, se levantó del sofá del salón donde respondía a mis preguntas y me abrió una habitación (una vieja alcoba) que tenía todas sus paredes llenas a rebosar de ordenadísimas estanterías con discos y CDs. Era su auténtica cabaña de la música. La misma que la de Saint Colombe.


Un lugar sagrado para escuchar música en la intimidad y pensar…, pensar y pensar en las relaciones entre la palabra y la música, entre el logos y el phonos, el espíritu y el sonido, que es de lo que trata su libro.

Siendo ya diciembre y próxima la navidad les propongo escuchar una pieza que el mismo Eugenio Trías menciona en el arranque del capítulo que le dedica a Juan Sebastián Bach: el comienzo de la segunda cantata del oratorio de navidad en el que, según Trías,  un coro de oboes (música de la tierra) dialoga en un magnífico efecto estereofónico con un coro de violines (música del cielo):




Curiosamente, en las páginas siguientes Trías habla de la poca adecuación de esta música para las salas de conciertos, y sin embargo, fíjense  bien,  es música que todos nosotros, gracias a los modernos aparatos de reproducción, podemos escuchar íntimamente en las cabañas de nuestras casas o incluso, en las cabañas de nuestras modestas viviendas o de nuestros tristes pisos apilados unos encima de otros. 

En este enlace la versión audio del programa.