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lunes, septiembre 04, 2006

42. LA ROJA (4 sp 06)







Pongamos que nos encargan hoy en día reformar este par de casas del Casco Antiguo de Logroño. Son las dos de un mismo propietario, por lo que él ve inútil seguir gastando espacio en dos cajas de escaleras, pero además, los inquilinos de la casa de la derecha se le vienen quejando de que las viviendas no reúnen las elementales condiciones modernas de habitabilidad.

Mejor o peor, estoy convencido de que todos y cada uno de los arquitectos colegiados de Logroño sabríamos resolver el problema de la planta, pero que..., cuando nos diera por pensar en la fachada... ¡ay! ¡ay! en la fachada... mejor no pensar ¿verdad? Una vez más, estoy seguro de que todos y cada uno de los arquitectos colegiados en Logroño preferiríamos olvidarnos de lo arquitectos que somos y dejar los balconcitos y las barandillas tal y como están. Con sólo pensar en la oficina del rehabilitación del Casco Antiguo, en el estilo a escoger, o en la mismísima Comisión del Patrimonio (o como diablos se llame ahora) mejor ni menearlo.

Por suerte, la rehabilitación de esta casa no nos la van a encargar a ninguno de nosotros, sino que ya se la encargaron a otro compañero nuestro y en mejores tiempos para la arquitectura (y para el Casco Antiguo): fue en el año 1925, el propietario se llamaba Hilarión Arrieta y el colega se llamaba Fermín Alamo.

(Un inciso para la risa: quien quiera ver la planta, fachada y el comentario que ofrecía la antigua Guía de Arquitectura del COAR de este edificio, lo tiene en la página 64)

En otros tiempos, la arquitectura no sólo servía para racionalizar espacios y organizar la construcción sino también para dar significados a esas costosas actividades y dejar la huella urbana de quienes las emprendían.

En el revoltijo caótico y desordenado de épocas y signos en que se va convirtiendo el Casco Antiguo de Logroño con el “estilo disimulo” y la “única actitud”, ya no se aprecia que hubo un tiempo en que las casas populares de esta zona se transformaban en casas burguesas, -pues los ensanches de Logroño eran eximios y algunas calles, como Portales, daban pie a ello. Hilarión Arrieta y Fermín Alamo operaron esa transformación en la casa popularmente conocida por la tienda de tejidos que se instaló en la planta baja y que aún subsiste, La Roja.

Pero como digo, hoy ya no sabríamos hacer algo así. Por eso me reafirmo en que la arquitectura actual está enferma, mutilada, o bajo sospecha. Vamos, que da pena. ¡Ah! y algunos de sus “investigadores” y “comentaristas”, risa.

(Blogspot cuelga las imágenes como le parece y no el orden que se le mandan (?, duendes de la informática) así que las imágenes arriba colocadas han de entenderse en orden inverso: la última es la primera; a partir de ahí ya se entiende el guión de lo expuesto).

viernes, junio 16, 2006

30. SIMBIOSIS




El concurso de proyectos para la sede del Colegio de Aparejadores ha pasado entre nosotros con más pena que gloria. En el último hAll, el n94, se publican los dos primeros premios con un mínimo comentario sin firma que da a entender que a los nuevos directores les gustaría que hubiera un debate pero que son incapaces de plantearlo (pena de hAll también). Me comentan por la calle que los arquitectos del Jurado fueron Jesús Marino Pascual y Domingo García-Pozuelo..., ahhhhh ¡mis viejos “amigos” del hAll!, el autor de Crónicas Marcianas y el del famoso Acuerdo... ¿Qué podríamos esperar de un Jurado así? Pobres concursantes. De todos modos es curioso que en la noticia que tiene colgada el Colegio de Aparejadores en internet dice “el Colegio eligió...”; y en la noticia que dio La Rioja (2fb06) dice “Los aparejadores se decantaron...” ¿Fue un concurso mínimamente serio?
En fin, a pesar de que el convocante y el jurado fueron la misma Junta de Gobierno de los Aparejadores, como concurso de arquitectura tendría que haber merecido mejor vida; y aunque hayan ayudado al fallo mis “amigos” del hAll, también se merecía mejor entierro. Por eso, para seguir creyendo en la vida de los concursos y celebrar con dignidad la muerte de éste, he elegido para el sepelio este sorprendente vehículo que muestro arriba, simbiosis de modernidad y arcaísmo que, a juzgar por la matrícula, Pastrana compró en Burgos y lo incorporó a su catálogo de enseres mortuorios con el número 6.

La propia imagen del objeto es tan fascinante que casi sobran comentarios. Ese morro aerodinámico y esas llantas formalmente tan limpias y adornadas con neumáticos de banda blanca, símbolo de los nuevos tiempos y de la pujanza y progreso de la empresa concesionaria de las pompas fúnebres logroñesas, aparecen directamente trabados con un arcón de estilo gótico flamígero que seguramente despertará en los familiares del finado la idea de que su ser querido mora ya en un templo digno de santos, ángeles y arcángeles.

Aunque no fuera tan rotunda, una cierta simbiosis entre lo viejo y lo nuevo, es decir, entre la descascarillada fachada y el frente marmóreo del negocio de Pastrana, colocados uno sobre el otro igualmente sin mayor miramiento, podía aún verse en ese caserón del siglo XVIII que según María Teresa Alvarez Clavijo se levantó sobre unas casas del siglo XVI de las que no dejaron ni rastro (Logroño en el siglo XVI p136) Por cierto que P. Alvarez decía al respecto lo contrario, ja ja ja ja (véase su artículo sabatino de 1 abril del 2006). Hay que ver qué bien se informan los periodistas.

Es curioso que ni en elhAll 94 ni en las noticias de la prensa ni en las páginas de internet que he consultado, nadie se haya tomado la molestia de mostrar las fachadas del nuevo edificio, como si ésta no fuera importante para el fallo o todo el mundo la diera por supuesta. En su comparecencia ante los medios en el día en que se dio el premio, el Presidente del Colegio de Aparejadores ya decía que como ellos eran muy respetuosos con la rehabilitación, ya contaban con quitar el mármol de Pastrana, restaurando los sillares de piedra que estén debajo (¡cómo estarán!/ay ¡cómo quedarán!) y el revoco que cubre los ladrillos, restaurándolos igualmente (!). P. Alvarez lo confirmaba también en su página sabatina.

Pues mira, yo cada vez tengo menos claro ese consenso arquitectónico tan generalizado. Es más, me parece un claro síntoma de ausencia de arquitectura. En la fachada actual de ese caserón cantan mucho más los huecos arqueados de la planta segunda tan perdidos ellos, y que sin embargo, y como he podido descubrir mirando de soslayo algunos paneles que salen en las fotos, han sido escrupulosamente respetados.

No he querido analizar a fondo los dos proyectos publicados pues me parece injusto hacia los otros cinco que se presentaron y que no han sido expuestos públicamente.

Acabo: como entre unas cosas y otras sigo con la sensación de que no ha habido un concurso mínimamente digno, prefiero invitaros a contemplar otra vez (y a la vez) esa vieja fachada “a rehabilitar” y ese coche para el sepelio, donde lo nuevo y lo viejo aparecían en una simbiosis tan cruda como sugerente. A ver si así pensamos un poco más en arquitectura y un poco menos en consensos rehabilitadores.