Pongamos que nos encargan hoy en día reformar este par de casas del Casco Antiguo de Logroño. Son las dos de un mismo propietario, por lo que él ve inútil seguir gastando espacio en dos cajas de escaleras, pero además, los inquilinos de la casa de la derecha se le vienen quejando de que las viviendas no reúnen las elementales condiciones modernas de habitabilidad.
Mejor o peor, estoy convencido de que todos y cada uno de los arquitectos colegiados de Logroño sabríamos resolver el problema de la planta, pero que..., cuando nos diera por pensar en la fachada... ¡ay! ¡ay! en la fachada... mejor no pensar ¿verdad? Una vez más, estoy seguro de que todos y cada uno de los arquitectos colegiados en Logroño preferiríamos olvidarnos de lo arquitectos que somos y dejar los balconcitos y las barandillas tal y como están. Con sólo pensar en la oficina del rehabilitación del Casco Antiguo, en el estilo a escoger, o en la mismísima Comisión del Patrimonio (o como diablos se llame ahora) mejor ni menearlo.
Por suerte, la rehabilitación de esta casa no nos la van a encargar a ninguno de nosotros, sino que ya se la encargaron a otro compañero nuestro y en mejores tiempos para la arquitectura (y para el Casco Antiguo): fue en el año 1925, el propietario se llamaba Hilarión Arrieta y el colega se llamaba Fermín Alamo.
(Un inciso para la risa: quien quiera ver la planta, fachada y el comentario que ofrecía la antigua Guía de Arquitectura del COAR de este edificio, lo tiene en la página 64)
En otros tiempos, la arquitectura no sólo servía para racionalizar espacios y organizar la construcción sino también para dar significados a esas costosas actividades y dejar la huella urbana de quienes las emprendían.
En el revoltijo caótico y desordenado de épocas y signos en que se va convirtiendo el Casco Antiguo de Logroño con el “estilo disimulo” y la “única actitud”, ya no se aprecia que hubo un tiempo en que las casas populares de esta zona se transformaban en casas burguesas, -pues los ensanches de Logroño eran eximios y algunas calles, como Portales, daban pie a ello. Hilarión Arrieta y Fermín Alamo operaron esa transformación en la casa popularmente conocida por la tienda de tejidos que se instaló en la planta baja y que aún subsiste, La Roja.
Pero como digo, hoy ya no sabríamos hacer algo así. Por eso me reafirmo en que la arquitectura actual está enferma, mutilada, o bajo sospecha. Vamos, que da pena. ¡Ah! y algunos de sus “investigadores” y “comentaristas”, risa.
(Blogspot cuelga las imágenes como le parece y no el orden que se le mandan (?, duendes de la informática) así que las imágenes arriba colocadas han de entenderse en orden inverso: la última es la primera; a partir de ahí ya se entiende el guión de lo expuesto).