Nada más oportuno e interesante para los amantes de la arquitectura que empezar el curso escolar con una Exposición en el COAR que sugiere ser una nueva llamada a repensar la forma en que habitamos la tierra, y que, al decir de Heidegger, es como pensar en el modo en que somos.
Iñigo Jáuregui ya había hecho junto con Carlos Muntión una exposición de fotografías en el COAR a propósito del lamentable estado de las iglesias abandonadas de nuestros pueblos deshabitados, exposición que siempre podremos revisitar gracias al cuadernillo hC13 que le dedicó elhAll75. Pero aquella muestra, titulada Patrimonium Pecuarium, en la que amén de ruinas se podía ver el impactante contraste de vacas y caballos en el interior de las iglesias, por haberse realizado asociada a unas Jornadas de Intervención en el Patrimonio podría haber desviado la atención del visitante hacia asuntos tradicionales de denuncia, incuria, conservación etc.
No es el caso de la que se inauguró el pasado jueves 7 de septiembre, pues esta vez las fotos se exponen sin otro motivo que el propio empeño del autor por mostrarnos lo que él ha ido viendo en su permanente deambular por nuestros montes. Un empeño que, en mi parecer, apunta a algo más allá que la recreación fotográfica (es decir, artística), pues como muy bien dijo Jauregui en la inauguración, el visitante tendrá que perdonarle que algunas de las fotos no tengan la calidad mínima de una exposición de fotografía.
Recién instalado en Logroño como arquitecto, y mientras vivía ese largo e incierto periodo de aprendizaje en la profesión acerca de todo aquello que no nos enseñan en las escuelas, tuve la suerte de conocer a Luis Vicente Elías y compartir con él y con un equipo de filmación formado por Luis Brox (y Sra), Luis Fatás y James, un par de inolvidables jornadas en Lasanta, La Monjía y Ribalmaguillo, preparando un video para un Congreso sobre Pueblos Abandonados que se iba a celebrar en Madrid ese mismo año. La gracia del video consistía en mezclar las imágenes de la desolación con los sonidos llenos de vida que hubieran podido oírse en esos lugares, pero mientras ellos se afanaban en las tareas propias del video yo, como aprendiz de arquitectura, aguzaba el oído para escuchar otro tipo de cosas que aún parecían decir aquellos restos de casas, calles e iglesias.
Casi nunca nos damos cuenta de lo que nos dicen cuando lo oímos por vez primera, pero si persistimos en la escucha, es posible que alcancemos sentidos más profundos. Asistí a aquel Congreso, animado por gente como Peridis, Mario Gaviria, el propio LuisVi y una divertida fauna alternativa, visité en solitario varias veces aquellos pueblos abandonados del video y otros muchos más de nuestra provincia, y hasta empecé a recopilar información en una carpeta que…., por cierto, un día se la dejé a Rebeca, la antigua directora de La Rioja del Lunes (luego periodista de sindicatos) y aún no me la ha devuelto: me dijo que le habían encargado hacer un reportaje los de EL PAIS para el suplemento dominical, pero creo que al final no hizo nada. Y casi mejor, pues no creo que éste sea un asunto de basura periodística.
Seguí el rastro de los pueblos abandonados durante años, digo, pero el momento en que se me abrieron los oídos a su mensaje, y ahora que lo pienso, el momento en que me gradué verdaderamente en arquitectura, me llegó en 1995 de la mano de un artículo que me envió José Angel González Sainz y que tuve la suerte y honor de publicar en la portada del número 2 de El hAll: El merodeador. De vuelta de la inauguración de la exposición del pasado jueves lo releí con la emoción propia de una revelación y volví a reafirmarme en la profundidad y el alcance de la lección (también puede encontrarse en el n34-35 de la revista Archipiélago).
Así que, en esta vuelta a la actividad, y ante un nuevo año seguramente tan alocado en arquitectura como los anteriores (si no más), se me ocurre ofrecer aquella postrera lección de mi graduación como lección inaugural de este curso y como la mejor guía posible para visitar la exposición de fotos de Iñigo Jauregui que estos días puede verse en el COAR.