viernes, septiembre 29, 2006

52. TICSTURAS




Quienes hayan hecho aprecio del Manual de Crítica de la Arquitectura que escribí hace unos años quizá recuerden que coloqué a las texturas como el tercero de los cinco elementos del alfabeto visual, pero que no contento con ello di un gran salto cualitativo y les atribuí el valor del latido o pulso que poseen las cosas vivas.

Todo lo que allí dejé escrito era producto de mi trabajo de investigación como profesor de diseño de la Escuela de Artes y Oficios, pues en la Escuela de Arquitectura no aprendí absolutamente nada acerca de las texturas. Que yo recuerde, ni si quiera a nombrarlas así. Cincuenta años de modernidad habían desembocado en el culto a unas arquitecturas blancas que ignoraban y borraban, donde les era posible, cualquier vestigio rítmico que pudiera sugerir un motivo ornamental.

Consecuencia de aquella horrible mutilación ha sido que, cuando la arquitectura ha intentado recuperar las texturas, lo ha hecho, no desde la naturalidad de los materiales o desde su tectónica aditiva, sino con la artificiosidad propia de cualquier "tic" de la moda. Es decir, que han vuelto -permítaseme la invención del palabro-, como "ticsturas". Las florecillas hippies, los papeles del pop, los lunares de la movida, los patchworks de Venturi o las pieles de los afamados arquitectos suizos se me aparecen por tanto como unos episodios bastante espúreos del retorno de las texturas a la arquitectura.

No quiere decir ello que la calidad visual y la creatividad en el territorio de las texturas no haya dado un gran avance en los últimos años. Todo lo contrario. Entre el libro "La Ornamentación desde la Revolución Industrial a Nuestros Días" de la editorial Alianza Forma que compré cuando empecé a interesarme por las texturas, y el "Patterns in Design Art and Architecture" de la editorial Birkhamer que he consultado recientemente, hay un abismo. Si en aquel libro fechado en 1986 apenas había nada posterior al art decó, en este último aparecen no pocas imágenes impactantes de novedosas texturas y de su profusa utilización en las obras más epatantes y efectistas de arquitectura.

(Un inciso con respecto al título de este último libro: como alguna vez ya he escrito, hay que tener mucho cuidado con la palabra "pattern" y, sobre todo, evitar utilizarla con exclusividad para los motivos ornamentales).

Como "tic" parece que las texturas no tienen aún muchos adeptos entre nosotros. En el concurso del Polideportivo de Siete Infantes (véase la nota del LHDn43) hubo quien intentó ganar con "ticsturas" (foto 1), pero para jugar a eso, hay que conocer mejor al jurado. Casi estoy seguro que los eliminaron a la primera. La cultura arquitectónica provinciana tiene bastante inercia a las modas aunque, como todo llega, hay quien ya empieza por aquí a hacer pinitos con las ticsturas (foto 2).

Por usar la terminología del Manual y llegar un poco más lejos con las metáforas, podría decirse que las ticsturas serían como esas cancioncillas rítmicas intrascendentes de los hilos musicales que tratan de alegrar o crear ambiente (musiquillas que con el tiempo siempre acaban por hartar); pero no los latidos de la materia que nos permiten saber que la arquitectura está viva.