jueves, enero 04, 2018

MUSICA Y TEMPLO



Cuarta colaboración con el programa Longitud de Onda de Radio Clásica de Radio Nacional de España. Guión previo.


En mi anterior aparición con este programa habíamos acabado afirmando que la cabaña era poco más o menos el templo que podíamos construirnos cada cual para aspirar a tener una vida espiritual en compañía de la música. Pero justamente ese aislamiento es el que pone en tela de juicio la propia búsqueda espiritual, la propia salvación que buscamos en el espíritu. Porque siendo cada uno de nosotros tan poca cosa, enseguida nos damos cuenta de que la única salvación posible, la única salvación con alguna garantía, es la salvación colectiva. La salvación espiritual colectiva. Y eso y no otra cosa es nuestro templo, o mejor dicho, nuestro templo ideal, la catedral gótica cristiana, porque ese y no otro es el templo al Espíritu construido  por toda la colectividad.

Pensando en términos musicales, podríamos  decir en justa correspondencia que la polifonía es ese tipo de música conformada colectivamente, con varias voces que se entremezclan como los artífices de una catedral.




NUPER ROSARUM FLORES,  Guilleaume Dufay

A Dufay le tengo un gran aprecio, porque buscando piezas fáciles para tocar en cuarteto con mi mujer y mis dos hijas, cayó en mis manos un cancionero de música del renacimiento y de ese modo descubrí la existencia y la música de compositores del siglo XV como Dufay, Jacob Obrecht,  John Dunstable o Josquin des Pres.

Unos pocos años después fui de viaje de estudios con mis alumnos a Florencia y preparando material para enseñarles la catedral de Santa María di Fiore me llevé una gratísima sorpresa: que fue el propio Dufay el que compuso en 1436 el motete para la finalización de sus obras, es decir, para la inauguración de la cúpula de Brunelleschi.

Acerca de este singular momento cabe una larga y profunda reflexión sobre la que he dejado por ahí algunos apuntes en mis blogs y en mis libros y hasta en una entrevista que me hicieron en el Jot Down: y es que con la finalización de la construcción de una catedral, Santa María de las Flores, bajo la batuta de un solo hombre, de  un artista genial, se da carpetazo a la historia de la construcción de catedrales como templos de construcción y salvación colectiva, y a partir de entonces el Hombre, el Artista, va a sustituir en protagonismo al Espíritu Colectivo.

Lo que dicho en términos musicales podía entenderse como el anuncio del final de la polifonía.

Con la elevación del Hombre a Artista o Creador, se inicia la larga agonía o muerte de Dios, un proceso de tres o cuatro siglos en el que el Cisma Protestante Centro Europeo y Británico tiene un papel central después del Humanismo Italiano y antes de la Ilustración francesa. Los oratorios musicales protestantes tuvieron un papel vertebral en el desarrollo de sus diversas ramas religiosas, a excepción, claro está, del siniestro calvinismo, donde la música fue inicialmente proscrita. Así que a la Catedral de Ginebra no iremos, no, ja ja ja.

Thomaskirsche de Leipzig

Nikolaskirsche de Leipzig

Para ilustrar ese papel que la música representa en el mundo luterano lo que voy a hacer es llevarles a Leipzig,  donde estuve con mis hijas y mi mujer en el verano del 2006 para entrar con devoción en la Thomaskirsche, el templo donde Bach era maestro de capilla (y donde  está enterrado como si fuera un obispo… ah ah, qué decepción), y a continuación ir a la cercana Nicholaskirsche de Leipzig donde se estrenó la Pasión según San Juan, para escuchar allí el Aria de este gran Oratorio en la que con las tres estremecedoras palabras EST IST OLBRACH (todo está consumado) parece anunciarse al mundo por segunda vez la muerte de Dios.



Después de escuchar piezas como esta uno se queda sin palabras y sin nada que decir. Pero en su propia construcción como religión o como Gran Relato, que decía Eugenio Trías, el cristianismo aúna  la muerte con la resurrección de Dios. La muerte como hecho cruel, real e incontestable. Y la resurrección como ilusión, metáfora o esperanza de vida y salvación de la muerte.

Nosotros seguimos  viviendo después de estas tres muertes de Dios e incluso del certificado de defunción rubricado por Nieztsche en el siglo XIX, pero durante todo este tiempo hemos seguido construyendo templos y componiendo músicas religiosas aunque ya nunca con el rango o carácter de la catedral gótica y de sus polifonías.

Y uno de esos pequeños templos musicales que hemos construido los hombres durante estos tres o cuatro siglos de la muerte a plazos de Dios es el órgano de iglesia, un instrumento musical que es como una catedral en miniatura y que, lógicamente es tocado por un solo hombre (un artista).

Cuando era estudiante de arquitectura en Barcelona solía ir a los conciertos de órgano que daban en la Catedral a pensar si no me había equivocado de carrera y estaría arruinando mi vida con esto de la arquitectura, porque lo que de verdad me hubiera gustado entonces era ser es ese tipo que se sentaba al teclado del órgano e inundaba de música toda la catedral.

Como os podéis imaginar, cada vez que entro a un templo siempre me detengo a admirar esas pequeñas pero magníficas catedrales de música que son los órganos. Y como me pilla cerca uno de ellos y lo tienen todos a mano abriendo el post que le dediqué a la iglesia de Briones en el blog edificios LHD, he pensado  poner allí un poco de música de órgano de un autor bastante más mundano que Bach y con un tema que por ser tan compartido por todo el mundo hasta  pudiera parecer vulgar. Es un tema que evoca la alegría, alegría seguramente ficticia, pero alegría al fin y al cabo: la alegría de la resurrección, la alegría de la ilusión de la vida tras saber que la verdad más incontestable y el más cierto de nuestros destinos es la muerte.  





Lo que quedó en la radio de este guión hablando en directo pueden oírlo clicando en este enlace.