miércoles, octubre 14, 2015

LA HISPANIDAD


iglesia de Cholula

A propósito de la crisis política e identitaria en que está sumida España en estos últimos años por la negligencia de sus gobernantes y por el desafío de las comunidades independentistas, al llegar el 12 de octubre, día en que se conmemora el día de la Hispanidad, hemos podido leer en los periódicos no pocas opiniones de artistas, políticos o intelectuales acerca de la pertinencia de dicho término. Y como en ninguna de ella he encontrado lo que para mí es verdaderamente la Hispanidad he desempolvado este viejo blog para dejar algunas citas y unas cuantas fotos de algunas de las emociones arquitectónicas y urbanas que he sentido cada vez que he viajado a Latinoamérica.

catedral de México

En uno de los primeros viajes a Latinoamérica, concretamente a Méjico, llevaba como guía el impagable libro de mi tío Luis Diez del Corral DEL NUEVO AL VIEJO MUNDO, en el que además de seguir las entretenidas crónicas de Bernal Díaz del Castillo sobre la expedición y conquista de Hernán Cortés, hacía continuas referencias al viaje que realizó Alexander Von Humboldt a las colonias españolas a finales del siglo XVIII y a las obras escritas que dejó, en especial el Ensayo político sobre el Reino de Nueva España.

México, palacio del Virrey

palacio de la Inquisición, México

Pues bien, la sensación que uno tenía al ver los magníficos edificios construidos durante los tres siglos en que aquellas tierras fueron españolas, me asombraron a mí igual que a Humboldt o a mi tío, pero de lo que yo me maravillaba a nivel personal era de sentirme poco más o menos como en casa, es decir, en cualquier rincón de España. 

patio de una casa en Puebla

bóveda de la iglesia de los Franciscanos en Puebla

El momento culminante del libro del viaje de Luis Diez del Corral está en la comparativa entre lo que dejamos los españoles en Latinoamérica antes de la independencia y lo que dejaron los ingleses en Norteamérica:

"El que pasa rápidamente de Méjico a Filadelfia, con la imagen fresca en la retina de los edificios virreinales que en aquella se levantan, y los compara con los modestos edificios de ladrillo donde se reunieron los padres de la nueva República para discutir los textos constitucionales o elevar sus preces al Altísimo, no puede menos de quedar profundamente sorprendido por la desproporción tan manifiesta entre sus respectivas masas arquitectónicas y la intención de monumentalidad que las anima.

¿Cuántas veces cabe la iglesia de St Peter o la de St. Luke and Epiphany en la catedral de Méjico, o el Independence Hall en el palacio virreinal, aparte de que las construcciones en Nueva España no estaban hechas en ladrillo y madera como las norteamericanas, sino en noble piedra, con la magnificiencia de sus respectivos estilos?" (pag 283 de la ed de Rev de Occidente, Madrid 1963).

Independece Hall, Filadelfia

Cuando visité Filadelfia, al año siguiente de haber estado en Méjico no me pude resistir a visitar el Independence Hall para comparar la herencia hispana con la inglesa. 

interior de la catedral de Méjico

plaza de armas o "zócalo" de Méjico

catedral de Puebla

Hasta bien entrado el siglo XX a la fiesta de la Hispanidad se le llamaba fiesta de la raza, pero ese término fue acertadamente eliminado poco antes que el asunto de las razas conmocionara al mundo con millones de muertos. 

A los medios de formación de masas parece que les cuesta mucho explicar que la Hispanidad tuvo que ver con la implantación de un régimen político y jurídico muy superior al de los caciques de las civilizaciones indígenas conquistadas, y por supuesto, incomparable, moralmente hablando, a las extendidas prácticas de exterminio de indios norteamericanos o al sostenimiento de regímenes de esclavitud que los anglosajones practicaron hasta la abolición de Lincoln de1863. Pero con lo grandes y hermosas que son las catedrales o los palacios, y lo racionales y funcionales que son las plantas de las nuevas ciudades de indias, parece mentira que no se le dé a todo ese inmenso patrimonio el nombre de Hispanidad. O patrimonio de civilización en tanto que civitas/ciudades. 

soportales, Méjico DF

soportales, Cholula

casa, Puebla

Fue en Méjico donde tomé conciencia de lo grande que era la Hispanidad, pero lo mismo me pasó en La Habana, en Bogotá, en Buenos Aires o incluso en Salvador de Bahía, Brasil -porque con acentos diferentes, la colonización lusa no deja de ser parte de la misma Hispanidad. E igual que en las grandes ciudades,  en cualquiera de los miles y miles de pueblos y ciudades menores de toda Latinoamérica que se crearon en aquellos tres siglos y que ejemplifico con la foto del último que he tenido la suerte de visitar: Barichara, un pequeño pueblo de la provincia de Santander en Colombia.

 plaza mayor de Barichara, Santander, Colombia

esquina de Barichara, Santander, Colombia

Estando en Barichara aún gozamos de la experiencia de caminar por antiguas veredas hasta una aldea aún menor, Guane. Pues bien, a miles de kilómetros de tu país y entre una vegetación tropical completamente novedosa, a cualquier español le tiene que dar un vuelco el corazón cuando al llegar a un pequeña población perdida en el mapa se encuentra como en su pueblo:

entrada a Guane viniendo de Barichara

Esto y no otra cosa es la tan dichosa Hispanidad: Arquitectura y Urbanismo universales y genuinas de la vieja España. Porque aunque parezca de perogrullo decirlo, la civilización se plasma y demuestra en la creación de ordenados y bellos pueblos y ciudades.

(ah!, y nunca mejor dicho lo de dichosa) 
(ah! ah! y otra cosa es lo que a esos pueblos y ciudades les ha podido caer en los dos últimos siglos; que esa es otra civilización a la que le viene ancho llamarla Hispanidad).