Disculpad que haya tardado tanto en decir que este blog se ha acabado. Aunque decirlo era una tautología, claro: ya se veía acabado desde Julio. E incluso se veía venir desde bastante antes en la falta de frescura y periodicidad de muchos de sus últimos post.
Cuando yo mismo me di cuenta de que el blog se estaba acabando pensé en buscar una cifra o un fecha significativa para ponerle punto final. Cerrarlo al llegar a otras cien entregas o por lo menos a unas cincuenta más era una opción, pero la que más ilusión me hacía era hacerlo coincidir con el final de los estudios de Arquitectura de mi hija Teresa. Si el Manual de Crítica de la Arquitectura lo empecé justo en el día en que ella comenzaba la carrera, podía quedar bonito que esta otra obra (el blog) se cerrara con su finalización efectiva. En uno de los últimos post ya comenté que tras un año de experiencia profesional mientras hacía el Proyecto Final, Teresa había decidido aparcar la arquitectura y ponerse a estudiar Medicina. Loable determinación la suya a la que espero hayan contribuido no poco todos mis escritos.
Aunque sigo pensando (con y como Alexander) que “una persona está tan formada por su entorno que su estado de armonía depende enteramente de su armonía con el entorno” (El Modo, pag 96), ya he dejado de pensar que podamos modificar, mejorar, o influir en ese entorno desde nuestra profesión, y que lo más que podemos hacer es adaptarnos personalmente a los entornos que el destino nos vaya deparando. Es decir, que el entorno ha dejado de ser un marco de decisiones racionales y ha pasado a ser un escenario mítico e incontrolable. Y para esa tarea de adaptación, los consuelos de la medicina seguro que son mucho más útiles que las poses soberbias e irracionales de la arquitectura que los profesores arquitectos le han enseñado en la Escuela.
Podría seguir escribiendo para otros que no sean mi hija Teresa porque temas y ganas no me faltan, pero mientras escribía no era consciente de que las obras que hacemos cobran vida propia y que en esa vida de las obras hay también un comienzo y un final. Con el parón de este verano del 2008 y la distancia con que he podido ver lo ya realizado, me he dado cuenta de que el blog (no yo) estaba acabado. Que el formato no daba para más.
Seguiré escribiendo, claro, pero en otros formatos. ¿Volver a los libros? No, ya sabéis que no me gustan nada. ¿Al periodismo? Ni hablar, en esa pocilga no me meto a menos que me vacunen de euros (para tener guardaespaldas o poder huir, claro). La correspondencia con amigos es, una vez más, la más atractiva de las tentaciones aunque como es una vía siempre abierta y conocida quizás piense en otras cosas: blocs de citas, cuadernos de notas, cadenas de pensamientos, núcleos de lecturas, etc. En internet o en papel, según la materia y la intención. La cuestión fundamental en la elección del medio consiste en evitar que internet haga demasiado pública la vida privada de uno según el vicio tan extendido en esta época de vaciar nuestras propias vidas interiores para convertirlas en espectáculo (y encima gratuito).
CASCOTES y LHD se quedan aquí abiertos a la lectura hasta que blogger lo permita (por supuesto yo tengo copia digital e impresa por si google desapareciera). Cascotes se queda con sus 100 entradas y el índice en la última; y El LHD, con las 295 entradas cuyos índices están en la columna de al lado: los 100 primeros, los 50 siguientes, y los 145 del “Nuevo LHD” que acabo de actualizar hoy mismo hasta la última entrada.
Sobre los otros dos hijos del LHD (ANGUCIANA Y MONTES) creo que tendrán dinámicas distintas. Anguciana es probable que avance en campañas temporales, mientras que Montes avanzará tan esporádicamente como las propias excursiones o los recuerdos.
Quien quiera comentar lo aquí escrito y dejado, puede hacerlo en los mismos post (que se reenvían a mi correo) o, como yo prefiero, por aquello de evitar en lo posible el horrible y fantasmal anonimato, dirigiéndose directamente al correo del autor: juandiezdelcorral@gmail.com.
(Como ilustración del otro acabamiento del que aquí tanto he hablado, el de la arquitectura, pongo a modo de despedida las fotos de un par de edificios (uno ya acabado y el otro aún en obras) que acabo de descubrir en Vera (Almería). Según me dijo una señora del pueblo son obra de un arquitecto que estudió en Barcelona).
Hasta siempre.