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Se acaba este curso 2009-2010 y tengo que dar la noticia de un fracaso. Tras dos años de descanso y tímidas tentativas de continuar con el trabajo de la GUIA DE ARQUITECTURA DE LOGROÑO (cuyo primer volumen vio la luz en el 2007), a comienzos de este curso me decidí por fin a trabajar en el volumen II de la obra (el que iba a llevar por subtítulo LA CIUDAD DE PAQUETES Y AUTOVIAS). Durante unas cuantas semanas volví al Archivo Municipal con el cuaderno de notas a por material y salí por esos polígonos de dios a hacer fotos y escandalizarme no poco con la arquitectura de estos últimos treinta años, de modo que en el escritorio del ordenador tengo también una carpeta bien cargada de espantos que no sé donde meter.
Como no tenía en esta ciudad más apoyo efectivo que la amistad de Javier Dulín, cuando empecé a trabajar le dije de montar una tertulia cada quince días para ir comentando los hallazgos o reflexionando las dudas. No hicimos ni una. Cuando este año nos hemos juntado algún que otro jueves, ha sido para oír jazz juntos o consolarnos de otras cosas. Bastante duro lo ha tenido él para sobrevivir en su despacho a un año de crisis durísima en el sector.
A comienzos de marzo la Universidad Popular me ofreció al fin la oportunidad de contar a la ciudad el trabajo que había hecho en el volumen I de esa obra, y por un instante pensé que la cariñosa audiencia de esa tarde de invierno me podría animar, pero fue un aislado canto de sirena.
Como en los últimos dos años el Ayuntamiento de Logroño del alcalde socialista Manuel Santos y su socio regionalista Angel Varea, no ha demostrado el más mínimo interés por difundir la obra distribuyéndola por las librerías, durante este curso me empeñé en ir comprando algunos ejemplares y llevándoselos a la Librería Cerezo, quien amablemente los revendía sin recargo alguno sobre el precio municipal.
Por si eso fuera poco, el mismo Ayuntamiento (y sus asesores culturales/no quiero olvidar a Jesús Vicente Aguirre y José Manuel La Calzada) que no ha sido capaz durante tres años de poner a la venta en su oficina de Turismo el volumen I de la Guía, editada con sus propios dineros públicos, dio en el pasado mes de junio la noticia de que la reciente Guía de Arquitectura redactada por José Miguel y Aurora León y editada por el COAR, ese tipo de “guía” típica y selectiva hecha desde el esteticismo y afinidad ideológica o personal de los autores, iba a estar desde el primer momento a la venta en sus mostradores.
Pero lo que más me desanimó, con mucho, fue la calidad arquitectónica de esa segunda corona de Logroño diseñada desde unos paquetes autónomos, abiertos y escasamente urbanos y completada con una arquitectura de bloques aislados o entre medianeras de una monotonía tipológica espantosa. Descubrir que esa es la ciudad que los arquitectos han hecho en estos últimos treinta años y encontrar cantidad de viviendas anodinas e incluso sin ventilación cruzada y a una sola orientación, me daba una y otra vez argumentos para aborrecer a mis antiguos compañeros mientras que me alejaba de cualquier cariño o afecto hacia esta ciudad, sus hacedores, administradores y ciudadanos acríticos.
El método de trabajo no era complicado: ver los planes parciales, la forma en que fueron encargados, los diseñadores de los mismos y sus vicisitudes. Y a continuación, estudiar quienes han sido los promotores y arquitectos de las no muchas piezas de que se compone cada uno de ellos. El trabajo es sórdido pero el resultado estoy seguro que iba a ser demoledor. La imagen conjunta de esa no-ciudad seguro que hubiera sido un documento mucho más duro que el ofrecido en el primer volumen. Pero si ya éste ha sido rechazado por esta ciudad avestruz, lógico es que el segundo ni siquiera pudiera nacer. Logroño no quiere ese espejo en que mirarse y yo no tengo ganas de pagarlo. No habrá pues segunda parte. O dicho en clave personal: a la vuelta del verano, ni me lo planteo.