Leyendo LA CIUDAD EN LA HISTORIA, me ha sorprendido que LEWIS MUMFORD, quien por lo general proyecta una visión muy universal sobre los procesos urbanos y no se detiene en ejemplos reales excepto para aspectos puntuales, de repente le dedique una lectura completa a la ciudad de WASHINGTON DC.
Me ha hecho ello recordar que yo también le dediqué un buen número de líneas y fotos a esta ciudad en un artículo escrito para ELHALL en noviembre del 2004. Aunque el buscador inquieto aún lo podrá encontrar en la web del COAR, me parece oportuno traerlo también aquí, sobre todo por la mejor calidad de las fotos. El texto lo copio y pego aún a sabiendas de que las alusiones más temporales tendrían que suprimirse.
La ciudad de Washingon DC es una de las grandes ciudades olvidadas por la crítica de la arquitectura y por los arquitectos interesados en querer entender los misterios de este arte. Y sin embargo, creo yo que debería ocupar un lugar privilegiado en su atención: porque para un arquitecto vivamente interesado en la arquitectura, que el poder se llame Kerry o Bush es un asunto secundario (ya lo siento por el compositor de la canción publicada en el anterior hC...), pues la expresión más decisiva del Poder sobre la ciudad y el territorio no es un asunto limitado a los ídolos personales (tema que ocupa a toda la prensa política mundial que, por eso mismo, ya no es otra cosa que prensa rosa) sino un asunto de más profundo calado cuya interpretación bien puede pasar por la reflexión arquitectónica. Si la Capital del Mundo es Washington DC, y en eso parecía coincidir todo el mundo (por lo menos antes de las elecciones...) ¿cómo es que a los arquitectos nos interesa tan poco esa ciudad?
Como tuve la suerte de pasar toda una semana en una
casa de Washington DC durante el pasado verano, y como me vi enormemente
sorprendido por las características arquitectónicas de esa ciudad, he pensado
que quizás podría contar algo de todo ello a los lectores de esta hojilla, e
ilustrárselo con algunas de las fotos que hice. Quede claro que no soy ningún
experto en la ciudad y que no la he estudiado más allá de lo que dan una semana
de visita y la lectura de unos pocos libros. No trato pues de escribir una
guía, ni una tesis, ni un tratado de historia, sino sólo un articulillo para
elhAll.
Preparativos
El alma de la ciudad
En primera instancia lo recorrimos en coche por sus
laterales, claro está, y la sensación que daba la gente que paseaba por el
cesped o las aceras era de pena o desolación. A la memoria me vinieron
rápidamente algunas imágenes de las históricas manifestaciones multitudinarias
que allí se habían celebrado en los últimos cincuenta años: la de los derechos
de los negros con Martín Luther King a la cabeza, las de la oposición a la Guerra de Vietnam en
tiempos de Johnson o las concentraciones contraculturales de hippies que salían
en la película Forrest Gump. Ese espacio parecía pensado para eso, pensé, así
que los caminantes por el parque se me antojaron figuras perdidas en busca de
los autobuses después de una manifestación. La primera sensación que tuve es la
de que no quería bajar del coche para andar y sentirme perdido en ese espacio
tan inhumano.
Con el mapa y la guía en la mano descubres que,
amén de los hitos del poder en estilo greek revival que jalonan ese vasto
espacio, los laterales del Mall (que así se llama, supongo que en recuerdo de
aquel otro Mall londinense tan distinto y de proporciones tan domésticas), los
laterales del Mall, digo, están efectivamente flanqueados por autobuses, pero
no de manifestantes sino de los turistas que descargan en los numerosos,
variados y bien dotados museos nacionales que allí se fueron instalando tras la
estela del Smithsonian, un curioso edificio de 1855 llamado popularmente
"El Castillo".
El último de estos museos, -inaugurado en estos mismos días-, está dedicado a los Pueblos y la Cultura de los Indios Americanos, y es tan feo que lo que podía ser un homenaje a los exterminados, parece más bien un insulto:
pero como veremos enseguida, la competición por la
fealdad en Washington es muchísimo más reñida que unas elecciones
presidenciales.
El músculo
Como los museos no están entre mis aficiones y bajar
del coche en el Mall daba miedo, decidí empezar la visita a la ciudad en la más
urbana plaza de Lafayette junto a la fachada norte o principal de la Casa Blanca y junto a
otro famoso Hotel, el Hay-Adams, resultado de la unión de las casas que H. H.
Richardson proyectó para estos célebres amigos. Pero... ¡oh! decepción, de las
casas y del viejo hotel ya no queda nada y el edificio clasicista que las
sustituyó en 1927 tiene muy poco encanto. Puestos a ver cosas feas, en el lado
oeste de la Casa Blanca
está uno de los edificios que las guías señalan como de los menos afortunados
de la historia de la ciudad, el Old Executive Office Building de 1875 y que
aunque es un mamotreto en el que la desproporción entre sus volumenes y los
órdenes clásicos que lo decoran es tan evidente, y el remedo del tejado tipo
Louvre tan pueril, visto con la advertencia de la guía, casi que resulta
simpático.
que de fachadas miesianas,
y que se proyecta hacia
delante con fachadas de mallas posteriores más depuradas tecnológica y
arquitectónicamente.
Como digo, el muestrario de edificios de este porte
es muy abundante, así que lo que aquí se ilustra es tan sólo una pequeña
muestra.
cuyo volumen y dureza, verdaderamente dan pavor, y
el otro el conjunto de edificios Ronald Reagan,
que es un enjambre de
patios y fachadas clasicistas hechas en los noventa que inunda el espacio más
próximo al este de la Casa
Blanca confundiendo al urbanista con mayor capacidad de
orientación. Por cerrar este capítulo tan espantoso, no estará de más echar un
vistazo a la ampliación (1979-86) del famoso y mencionado Hotel Willard
(también modificado respecto del original en 1901) para entender esa
"virtud" tan postmoderna del "contextualismo".
En busca de los nombres
Llevados del vicio de seguir a los santos (Oh when the
saints / go marching in...) nos dedicamos también a buscar un Mies, un Venturi,
un Breuer, y un Pei, que toda guía que se precie da en catalogar como el
"museo de la ciudad" o la ciudad como "museo".
El "mies" (Biblioteca Martin Luther King) no emociona más que
por el loable empeño de que lean los negros desfavorecidos.
situada en la famosa Avenida Pennsylvania tratando de resolver uno de esos difíciles espacios que dejara el plano barroco de L´Enfant. La Avenida Pennsylvania tiene de singular que era el eje visual que conectaba directamente la Casa Blanca y el Capitolio, es decir, los dos edificios más representativos de la ciudad. Y digo conectaba, porque, inexplicablemente, la construcción del Edificio del Tesoro (1836-1869) cortó la perspectiva justo al llegar a la casa Blanca. Pues bien, la plaza de Venturi no es sino un pavimento diseñado como homenaje a la propia ciudad y al propio plano de L´Enfant que en vez de dar vida a la poca vida de la plaza no hace sino museificarla aún más. Así como el cine más empalagoso es ese que no hace sino citarse a sí mismo en las innumerables escenas del cine, la arquitectura más tonta no es otra que la que también se mira al ombligo. Ya lo siento por Venturi, a quien tengo en gran aprecio.
y sus formas en planta y fachadas obedecen a ese brutalismo de hormigones tan antiurbano al que tan aficionado se hizo en su época de broker (véase mi reseña sobre Breuer en hC15 de elhAll77). Los efectos en la zona de tan magistral modo de entender la arquitectura son devastadores (por suerte no hay más espacio aquí para fotos...).
Un poco más contenido en el
brutalismo, pero tan frío y duro como todo lo que venimos viendo, el famoso y
exitoso I.M. Pei deja su firma en un conjunto de pesados edificios de oficinas
y hotel que configuran la plaza L´Enfant dedicada al autor del plano de la
ciudad.
Uniformidad y kitsch
Obviamente, la ciudad que ahora vemos, tan acabada y completa como fría e insustancial, no siempre fue así. Además de la Guía de Arquitectura que siempre hay que comprarse, adquirí también uno de esos libritos de fotografías tan simpáticos que abundan en Norteamérica titulados Past and Present... (de la ciudad que sea). Las imágenes del ejemplar de Washington son abundantes y muy instructivas pues por un lado muestran el enorme esfuerzo que ha costado que cuajase un espacio representativo de la escala del Mall, y por otro muestran la desaparición del inicial contraste que antes había entre la arquitectura oficial y la arquitectura, digamos que, popular. Para hacernos una idea, y esperando que desde Washington no me reclamen derechos de autor, reproduzco un par de láminas en las que el contraste no sólo tiene que ver con el volumen edificado sino también con el color. Aunque sean en blanco y negro tengo por seguro que si la ciudad primeriza era multicolor, la ciudad oficial de hoy es terriblemente blanca y gris.
La única referencia entre una y otra foto es la torrecita del Old Postal Building en el lado derecho de la misma.
Los edificios del Tesoro de 1836 y 1919:
El Lincoln Memorial de 1911 (por cierto, que la gigante figura de Lincoln sentado en su interior que tanto emociona a los norteamericanos, a mí se me antojó una patética diosa Palas Atenea trasplantada de siglo):
El famoso edificio de la Corte Suprema es de 1935,
igual que el de los Archivos Nacionales, La National Gallery de 1941.
Y el Jefferson Memorial de 1943!!! (a falta de foto mía, la tomo prestada):
Es decir, que de ahí a la postmodernidad blanca, fría y pretenciosa no hay más que estirar la mano.
Ya que hemos mencionado Georgetown, diré al fatigado lector que se trata de un oasis de vida urbana en esta inhóspita ciudad. Aunque como puede verse por la foto del edificio "Washington Harbour" que abre Georgetown al río, tampoco está libre de calamidades.
El Lincoln Memorial de 1911 (por cierto, que la gigante figura de Lincoln sentado en su interior que tanto emociona a los norteamericanos, a mí se me antojó una patética diosa Palas Atenea trasplantada de siglo):
El famoso edificio de la Corte Suprema es de 1935,
igual que el de los Archivos Nacionales, La National Gallery de 1941.
Y el Jefferson Memorial de 1943!!! (a falta de foto mía, la tomo prestada):
Es decir, que de ahí a la postmodernidad blanca, fría y pretenciosa no hay más que estirar la mano.
La arquitectura ha ido dando bandazos por todo el mundo
en estos dos siglos, pero en Washington parece sin embargo congelada, lo que...
, a la vista de lo que comento, parece mucho peor. Mientras que lo más fácil
para la arquitectura a lo largo de los siglos ha sido representar al Poder
Absoluto, desde los Médicis y los Papas hasta los emperadores españoles o los
reyes sol franceses, con los poderes democráticos y financieros no parece que
la arquitectura contemporánea tenga respuesta.
En la zona norte de la ciudad y de Georgetown, las
embajadas de todo el mundo compiten en extravagancia por hacer una arquitectura
nacionalista que les represente ante el gran Poder del mundo. El muestrario que
trae la guía es para espantar al más animado o... para emocionar a los
aficionados al kitsch. A la vista de las fotos que se publicaron en la prensa
del caserón estilo "loos" hinchado que Moneo ha dejado recientemente
por allí en representación española, (y... de mi escaso entusiasmo por las
andanzas de mi "maestro") ni que decir tiene que no me molesté en
buscarlo.
El impresionante edificio del Pentágono lo vi de lejos
(no parece sitio para pasear) y en una ocasión en la que me perdí por las
autopistas del Noroeste, en la boscosa ribera izquierda del Potomac descubrí
los carteles que señalaban las entradas (restringida al personal autorizado) a
la "ciudad" de la
CIA. Estaba tan perfectamente oculta en el bosque que sólo
los carteles ya daban miedo. Pero arquitectónicamente me los puedo imaginar...
Algunas cosas más que reseñar
Ya que hemos mencionado Georgetown, diré al fatigado lector que se trata de un oasis de vida urbana en esta inhóspita ciudad. Aunque como puede verse por la foto del edificio "Washington Harbour" que abre Georgetown al río, tampoco está libre de calamidades.
Otro foco de
vida, aunque algo más destartalado, es Dupont Circle, uno de los puntos
radiales del plano de L´Enfant situado al norte de la Casa Blanca. En el
extrarradio pueden encontrarse también algunas zonas con vida. Sólo tuve
ocasión de conocer Bethesda, situada muy al norte, donde el ambiente de
terrazas y restaurantes no tiene que envidiar al de ninguna ciudad normal y
alegre.
Volviendo a los edificios, la famosa Biblioteca del
Congreso (la más dotada del mundo, dicen) está instalada detrás del Capitolio
en un edificio de estilo ecléctico a la francesa sin mayor interés
arquitectónico que su prodigalidad decorativa y el gran espacio de la sala
central. No creo que merezca ilustración para la pintura que estoy haciendo
aquí.
Pero el que sí la merece, porque me pareció muy curioso
y extravagante, es el edificio ¡con fachada de ladrillo rojo! del Museo
Nacional de Arquitectura (1882), pues posee un juego de escalas interiores y
una mezcla de lenguaje clásico y lenguaje tecnológico de enorme granero, con
galerías corredor interiores como las que pintaban Rossi y Grassi,
verdaderamente sorprendente. Además, contenía varias exposiciones
temporales de arquitectura muy interesantes.
Otra curiosidad singular es la de una gran catedral
gótica (la sexta más grande del mundo) construida durante este siglo y acabada
en 1990, ubicada lo suficientemente lejos del centro como para no ir.
Lo que si vale la pena visitar es la Gran Estación
Central de ferrocarril, del tipo de las grandes estaciones norteamericanas, de
las que ya quedan muy pocas (New York, Philadelphia). Es sorprendente cómo
conserva su vieja dignidad en el país del transporte por automóvil. Una
dignidad que tiene su continuidad en la gran escala y el tratamiento severo
(excesivamente severo en la iluminación) de las estaciones del nuevo metro.
Para acabar la visita a Washington nada mejor que ir a
los orígenes de su nombre y fundación bajando cincuenta kilómetros hacia el sur
para ver en Mount Vermont la hacienda del general de la guerra de la
independencia y primer presidente de los Estados Unidos, George Washington. El
juego compositivo de huecos en la fachada me hizo recordar los mejores pasajes
de Complejidad y Contradicción de Venturi, aunque la anécdota de la visita fue
descubrir la divertida imitación de la sillería a partir de la construcción
tradicional en madera. El escenario, aguas abajo del río Potomac, es grandioso.
Conclusión
La pintura que aquí hago no tiene nada que ver con el
antiamericanismo tan en boga en nuestros medios de comunicación
"institucionales" (a mí me encanta Norteamérica) y mucho menos con el
antibushismo patológico en que ha caído la sociedad "bien-pensante"
española una vez que parece haberse curado del "antiaznarismo"
(aunque a muchos todavía les dure después de siete meses). Washington tiene
alcalde demócrata desde hace décadas y la victoria de Kerry sobre Bush en las
últimas presidenciales en su ámbito territorial fue aplastante, así que es
evidente que la progresía de sus gobernantes y de sus habitantes es
perfectamente compatible con la pintura urbana tan desolada que he abocetado
aquí.
Cuando por la consulta de un médico pasa un paciente con una enfermedad
extraña, no voy a decir que se alboroce, pero sí que se interesa vivamente por
ello y que incluso llama a los colegas para decírselo y compartirlo. Yo diría
que en el caso de Washington me pasa algo similar: me parece una ciudad
muchísimo más interesante para la visita y el estudio del arquitecto interesado
en los problemas de la arquitectura de su tiempo, que muchas otras de las que
se visitan con asiduidad.