Tras ganar la oposición, tomar plaza y presentarme en clase, tuve que ir inventando las programaciones de la asignatura, es decir, el catálogo de ejercicios que proponer a mis alumnos y los enfoques de mis críticas o correcciones públicas. Todo ese material está inventariado en las programaciones y memorias que año a año entregamos por prescripción legal a nuestros organismos superiores, pero no creo que sean de fácil acceso ni que nadie los lea o los haya nunca leído.
Las ganas de hacer un libro se me fueron pasando al ver cómo funciona la producción editorial, pero la sensación de que algunas de aquellas propuestas que yo hacía siguen teniendo su interés, todavía me anima a darles alguna difusión. Especialmente, porque cuando vuelvo a ver los trabajos de los alumnos aún experimento la misma sorpresa y satisfacción que cuando me los entregaron. Y es que, de algún modo, son en buena parte el resultado más visible de “mi obra” creativa.
Bueno, vale de preámbulo. Uno de los ejercicios que propuse en mi primer año de profesor de Fundamentos de Diseño (1989-90) fue que los alumnos decorasen un cubo de cartón de 20 cm. de lado hecho con cartulina blanca. Les di una semana de plazo (6 horas lectivas) y libertad total. Guardo en mi archivo fotográfico 31 de aquellos ejercicios. Y como no es posible traer todos aquí, he seleccionado 10 de ellos.
A finales de los ochenta ya se podía volver a hablar de decoración, pero todavía yo no me había puesto a pensar en la increíble capacidad de transformación o de interacción que se puede hacer con un sencillo juego de pinturas sobre un soporte. Fue así como redescubrí a los neoplasticistas, pero esa es otra historia.
Francisco Larrea, con esta irónica propuesta logró la esfericidad del cubo:
Alexia Calatrava le aplicó la fuerza de la gravedad creando una arriba y un abajo:
Alfredo Rodríguez encontró una analogía increíble en el paso intermedio de la construcción del cubo de cartón, cuyo montaje final resultó inquietante:Isabel Ezquerro trianguló el cubo:
Fátima Hernández lo estratificó:
Maria José Dolado lo fragmentó:
Eva Hernández Blanco lo ahuecó como si se tratara de un jarrón:
Sonia Saénz López duplicó las aristas verticales del cubo:
Virginia Alesanco intentó un trampantojo:
Y finalmente, Irune Gómez Vicandi nos sugirió que todo esto de la decoración del cubo no era en realidad más que un juego de la ironía y las apariencias, y por más señas, neoplasticista:
Y todo ello, en sólo una semana y con alumnos de primer curso de una escuela de Artes y Oficios.