Esta conferencia fue el resultado más notorio de la redacción y publicación del artículo Arquitectura y Vejez . Un arquitecto de la Consejería de Urbanismo, llamado Alberto Sanchís, lo había leído, le había gustado, y me invitó a que se la contase a los asistentes de unas Jornadas sobre Viviendas para "Colectivos Específicos" (¡menudo eufemismo!), en la que se presentaban los primeros proyectos arquitectónicos encargados por el Gobierno Valenciano en diversas localidades de su comunidad mediante un plan llamado ELAIA.
Pero la ocasión de dar una conferencia me movió, no sólo a repasar el material reunido para el artículo originario, sino a aumentarlo y abrir nuevas perspectivas de reflexión.
Con un año de retraso acometo ahora la tarea de fijar aquellos materiales evitando repetirme respecto al artículo “Arquitectura y Vejez”. Como puede verse en lo que sigue, con la Conferencia de Valencia busqué, más que nada, imágenes e historias con las que cambiar el enfoque de un problema que se estaba formulando, para los arquitectos, como nuevos "encargos" de proyectos.
La conferencia causó cierta commoción entre los asistentes a la misma, y sobre todo en los arquitectos, desorientados como estaban entre los encargos poco claros de la administración y las pésimas referencias de la cultura arquitectónica de su época. Algunos de ellos me confesaron que después de oír mis reflexiones sentían cierta vergüenza en contar sus proyectos al auditorio.
No pocas veces una foto de apariencia normal me enciende las alarmas y desencadena mis reflexiones. Así sucedió con la foto del asilo en Badajoz (que puede verse en el artículo Arquitectura y Vejez) y así me ha sucedido este verano con la foto que les muestro ahora.
Fue portada de varios periódicos y en ella se ven los restos de un famoso actor metidos en una caja de cartón con un asa, y a la mujer de ese hombre posando para los fotógrafos de la prensa sin ningún pudor. A la ausencia de arquitectura como receptáculo digno de habitación para los viejos que detectaba yo en la foto del asilo de Badajoz, se añade ahora la de la ausencia de arquitectura que deviene cuando el viejo ya ha muerto.
Le debo al arquitecto Paco Alonso esa especial sensibilidad pues fue él quien me la despertó en una conferencia que dio en unas jornadas de arquitectura en Logroño hace ya unos cuantos años. Mostró allí la foto de dos camioneros llevando una caja de cartón que, según el pie de foto, contenía los restos de un niño muerto en un accidente de tráfico. "La muerte no es lo que nos alarma y escandaliza en la foto -decía Alonso-, pues la muerte es un acontecimiento natural por muy accidentado que sea. Lo que nos destroza el corazón al contemplar esa imagen es la ausencia de arquitectura: el vacío absoluto de esa cultura y de ese saber que nació justamente para tratar con dignidad a los muertos".
En la foto de los camioneros podía ser disculpable el horror por las circunstancias del accidente o por la escasa disponibilidad de medios a la hora de retirar el cadáver de la carretera, pero ¿qué podemos decir de la institucionalización de esa caja blanca con un asa y de la naturalidad con que la contempla la viuda y la muestra el periódico a sus lectores? Sólo una cosa bien dolorosa para todo nuestro mundo y nuestro tiempo: que no es que haya muerto un actor del cine y el teatro sino que es la arquitectura la que ha muerto.
Como se me ha llamado aquí para dar ideas sobre la arquitectura que podemos hacer para albergar a los viejos, no podía empezar mi conferencia de una manera más cruel y desesperanzadora. Ahora bien, igual que hicieran Heidegger o Jünger tras la muerte nietszchiana de Dios, yo podría consolarles a Vds diciendo que quizás los dioses no hayan muerto sino que se han escondido, y que por lo tanto, lo que hay que hacer es agudizar nuestros oídos y ponernos atentamente "a la escucha" por si pudiéramos captar algún indicio de su voz celestial. O también podemos desandar el camino y volver a los tiempos en que hubo arquitectura e intentar traer algo de ello a nuestros días.
Por seguir con mi artículo sobre Arquitectura y Vejez voy a empezar por echar un vistazo a las arquitecturas y luego voy a mostrarles algunas imágenes en las que he encontrado situados a los viejos con la dignidad y belleza que se merecen.
Muy cerca del nivel cero arquitectónico de la imagen anterior, las siguientes imágenes que les muestro son las del "asilo boutique" (la foto de su interior puede verse en capítulo 1/ f6) mezcladas con dos fotos reconocibles de dos de nuestros viejos y posibles usuarios de esa "arquitectura".
Creo que se explica así mejor la torpeza de una arquitectura que no acierta a entender la dignidad de esas arrugas humanas y la vida de esos hombres y mujeres que vivieron su infancia hace más de cincuenta años en una España prácticamente medieval. No me negarán por otra parte, la cercanía entre la imagen de este asilo de ancianos y la de la caja de los restos de Paco Rabal de la primera de las fotos.
Buscando información de asilos recientes en España encontré en la Biblioteca de mi Colegio de Arquitectos un libro editado por el Departament de Sanitat i Seguretat Social del la Generalitat de Cataluña titulado "Arquitectura Sanitària i de serveis socials a Catalunya" que, por estar enmarcado nada menos que entre dos artículos de Rafael Moneo y Oriol Bohigas, prometían lo mejor. Los leí con interés y detenimiento (entre otras cosas por mi dificultad con el catalán) porque, dada la talla de sus autores, esperaba algún análisis del problema, pero el esfuerzo me dejó aún más decepcionado. El texto de Moneo no hacía otra cosa que echar flores a Cataluña (una de las artes en que más habilidad ha destacado siempre) y tratar de identificar las influencias estéticas de unos u otros arquitectos en función de su generación de escuela, o agrupar los proyectos en función de las geometrías u otras categorías compositivas como si de ejercicios de escuela se tratase. De los usuarios de los edificios, ni una palabra. Por su parte, Bohigas dice que Moneo tiene razón y que la arquitectura social ha estado siempre menospreciada (?) y que gracias a las obras que trae el libro se está en la línea de la manifestación de "la identidad de una arquitectura catalana y la representación de los más altos niveles de nuestra cultura artística". Basten las imágenes del acceso y de la planta de esta Residencia para viejos en Borges Blanques para ilustrar cuál es nivel actual de la arquitectura y del análisis arquitectónico, y cuál el del pasteleo y autocomplacencia entre estos dos afamados maestros contemporáneos de nuestra arquitectura.
Estoy seguro de que con esos parabienes culturales de Moneo y de Bohigas los viejecillos de Borges Blanques deben de sentirse como en su casa entre esas angulosidades de los ladrillos y esos juegos geométricos de los volúmenes.
En otro nivel de crítica muy distinto, Charles Jenks, en "El lenguaje de la Arquitectura Postmoderna", utilizaba la imagen años setenta de un asilo en Amsterdam del arquitecto Herman Hertzberger,
para poner en ridículo a la arquitectura de nuestros tiempos: “¿cuáles son las asociaciones obvias de esta Casa de Ancianos? Cada habitación parece un ataud negro colocado entre cruces blancas (un auténtico cementerio de guerra de cruces blancas). A pesar de su humanidad, el arquitecto, sin querer nos dice que la vejez en nuestra sociedad es algo fatal" (pag. 21 de la edición GG de 1984).
El asilo de Stirling en Blackheat (foto 7 de AyV, hC10) lo tomábamos por un edificio de oficinas o un almacén anodino y la Guild House de Venturi (foto 8 de AyV hC10) por un vulgar edificio de apartamentos. Pero en este último, por lo menos, encontramos el primero de los rastros de una mínima dignidad. Yo tengo cierta debilidad por Robert Venturi porque solía decir que la arquitectura moderna debería reconvertirse hasta permitir que en su interior pudiéramos poner el sillón heredado de la abuelita. En la fotografía del interior de una de las habitaciones de la Guild House
vemos que los muebles o los objetos que se ha traído el anciano ablandan la imagen de un edificio que por otra parte, y para no hacernos ilusiones, se muestra en sus espacios comunes con toda la frialdad imaginable y con los signos de la estética del arquitecto por encima de la mirada del ocupante.
El siguiente asilo famoso en la historia de la arquitectura que les traigo aquí para tratar de buscar algo de belleza en la construcción de la casa del viejo, es la Cite d´Refuge de Le Corbusier. Muchos de Vds. conocen seguramente la fachada y hasta la evolución de las dos fachadas que tuvo, la primera en muro cortina, con todos los problemas térmicos que eso suponía, y la segunda, que es la que aquí se muestra, con brise-soleil y colorines.
Por delante de la animada sucesión de ventanas, colores y marquesinas propia de cualquiera de sus edificios de apartamentos, Le Corbusier dispuso unos volúmenes que, al expresar con rotundidad los espacios comunitarios del acceso y el comedor, le dan carácter de establecimiento público. Los arquitectos y estudiantes de arquitectura no suelen pasar más allá de esta imagen estética y urbana, así que yo les traigo aquí muy a su pesar la planta tipo de los pisos
para que se horroricen un poco con ese hacinamiento en la distribución de las camas, similar al de un cuartel o un almacén, no muy lejano al que pudiera tener en su día el tristemente célebre Hospital Dieu. Me resulta especialmente triste que las Historias de la Arquitectura no se fijen en estas cosas y que un arquitecto de la talla de Le Corbusier, cuando resuelve el problema de la casa de los viejos, pueda proponer el almacenarlos como si se tratara de tropas preparadas para la muerte. ¿Es esa la gran arquitectura que da habitación al hombre y que le enseña que "saber habitar es saber vivir"?
Desandando la historia y viniendo un poco más cerca geográficamente, muestro ahora otro asilo "moderno", proyectado en los años treinta por el arquitecto navarro Victor Eusa para el pequeño pueblo de Tafalla. La reseña que del edificio se da en el libro del que lo he sacado (Arte y artistas vascos de los años 30, ed. Diputación Foral de Guipuzcoa, 1986) expone para darle importancia y ringorrango que está directamente inspirado en el ayuntamiento de Hilversum de Dudock; pero yo me pregunto una vez más qué tendrán que ver los viejecitos de un asilo en Navarra con los oficinistas municipales holandeses. De la planta en claustro
vemos emerger un par de volúmenes con camas dispuestas a modo de almacén que nos van a conducir a los ejemplos siguientes de edificios en pabellones; mientras que de la torrecita del alzado
situada en la parte posterior de la capilla, vemos salir una cruz que nos anuncia igualmente la simbología que venía presidiendo los asilos anteriores. Vemos pues que mientras que la arquitectura va ganando en "estilo" y perdiendo en “signo”, los viejecitos cada vez son almacenados con menos pudor.
Aunque no es estrictamente un asilo sino una institución más compleja, la colonia Steinhof en Viena del arquitecto Otto Wagner, insigne ejemplo de decoración secesionista, ofrece, por lo que respecta a la organización espacial, la gran claridad de la seriación de los pabellones, y por lo que respecta a la organización simbólica, la inequívoca presidencia de la iglesia del complejo.
En otras "beneficiencias" como la de mi ciudad, Logroño, los pabellones no están sueltos entre árboles, sino articulados en redes geométricas, pero la presidencia central de la capilla vuelve a ser el signo -¡y el sino!- de este tipo de edificios.
Ya que estamos en Valencia, echando un vistazo a su Guía de Arquitectura (bastante mala, por cierto) vemos como los diferentes asilos o casas de la misericordia que aparecen en ella otorgan el protagonismo de la edificación a la institución fundadora, sea ésta pública (en donde son fachada los frontones y el rigor neoclásico
ó sea religiosa, en donde fachadean los campaniles y los ventanales neogóticos o neoloquesea.
Dejamos desesperanzados el recorrido hacia atrás en la historia a la busqueda de cierta dignidad arquitectónica en el albergue de los viejos para hacer una investigación muy distinta y por otros medios: la de buscar, a través de fotografías o dibujos, imágenes de viejos que ofrezcan una hermosa idea de integración con un lugar y un entorno. Si en el artículo Arquitectura y Vejez, abandonaba la introspección arquitectónica para proponer el primer esbozo de una nueva teoría de la vejez, doy ahora un paso más tratando de encontrar esos rincones o refugios donde los viejos parecen estar en su "lugar".
El viejo solo
Como no hay soledad más cierta que la de la muerte, la soledad del viejo tiene una proximidad evidente con la gran soledad final. Por eso mismo, la soledad del viejo posee una gran dignidad y debe ser objeto del máximo respeto.
En Derzu Uzala, la hermosa película de Kurosawa sobre la taiga y sobre la amistad entre un capitán de topógrafos y un cazador del bosque, hay una escena conmovedora en la que, al descubrir a un viejo mongol sentado a la puerta de una solitaria cabaña en una fría noche de nieve, Derzu le aconseja al capitán respetarle en su soledad. Recuerdo también que Luis Racionero contaba en uno de sus libros una escena parecida referida a la familia de los Mann en la puerta de una casa de la ciudad de Lübeck. Se dice con sorna que los viejos esperan sentados en la puerta de sus casas al paso del entierro de sus enemigos, y es posible que algunas veces así sea. Pero en la escena del banco a la puerta de casa lo importante no es el entierro, ni los enemigos, sino el mismo banco delante de la casa donde el viejo permanece sentado en solitario durante horas.
Christopher Alexander llega a proponer incluso, en el patrón del que está sacada la imagen f21, la construcción de pequeñas casitas aisladas para los viejos, que estén en planta baja y conecten facilmente con los pasos de la calle. A la memoria me viene otra sugerente película titulada "Todas las mañanas del mundo" en la que, tras la muerte de su esposa, un violista de gamba se construye una casita de madera fuera de la sólida casa familiar para vivir aislado con su música el resto de sus días.
Contrasta todo ello con esa obsesión pueril, por no decir algo peor, de resolver el habitat de los viejos mediante su agrupamiento y masificación. En verdad que me gustaría encontrar en los proyectos de arquitectura para viejos que en estas Jornadas se promueven, lugares donde los viejos pudieran aislarse horas y horas sin ser molestados.
La segunda imagen que aquí les traigo
también sacada del libro Un Lenguaje de Patrones" de Christopher Alexander, ilustra así mismo el patrón "Casa para una sola persona", y en ella podemos ver la naturalidad con la que se mezclan en pocos metros un asiento ventana donde el viejo lee el periódico, un fuego bajo sobre el que se secan un par de calcetines o la mesa de comer con los platos aún sin quitar. Con treinta metros cuadrados repartidos en pequeños gabinetes según la propuesta espacial de Alexander, un viejo solitario puede vivir plácidamente y ofrecernos una imagen tan hermosa de la vida y de la vejez como la que están contemplando. ¿Cuántas pequeñas viviendas de treinta metros cuadrados se construyen hoy en día sobre el patrón de una sola habitación rodeada de gabinetes pequeños? Con solo pensar en que de cada piso tipo de noventa metros cuadrados ¡saldrían tres! ya podríamos empezar a rehabilitar muchas de las plantas de nuestros inmuebles.
La última de las imágenes de viejos en una dignísima soledad tiene que ver con el trabajo, y aunque también está extraída del libro de Alexander tiene para mí algo de autobiográfico porque durante meses vi con cierta emoción a un viejo delante de la ventana de mi primera oficina en un patio de Neguri Langille (Algorta, Vizcaya), cortando leña de modo similar al de la fotografía.
El patrón número 123 de la lista de Alexander es todo un manifiesto sobre el trabajo de los viejos. Dice así: "Déle a cada persona, y especialmente cuando envejece, la ocasión de montar un lugar de trabajo propio, dentro o muy cerca de su hogar. Será un lugar que pueda crecer lentamente; al principio puede ser sólo lo necesario para su "hobby" de fin de semana y poco a poco se irá transformando en un taller completo, productivo y confortable".
El pequeño taller del viejo es la tercera propuesta espacial para un albergue digno de los viejos que aquí les hago. Puede adoptar perfectamente la forma de esas pequeñas casetas de aperos de los huertos o jardines en las que tan a gusto están los viejos en soledad, o puede ser la caseta de música de ese viejo de la película que mencionábamos antes. Puede ser un pequeño escritorio, como esos que la historia de la pintura le ha construido a San Jerónimo, o el rincón de la costura de la anciana de la foto 3. La conformación de un pequeño taller es el mecanismo más apropiado para vincular de nuevo al viejo con el trabajo superando esa triste cesura que la jubilación ha originado en la vida de nuestros viejos. Si en otro tipo de albergues sociales, la presencia de los talleres parece ser un punto obligado del programa, ¿por qué no ha de serlo también en los albergues para viejos?
(continúa en el siguiente post)