jueves, mayo 06, 2021

UN PROBLEMA DE DISEÑO

 


artículo remitido a LA RIOJA el 25 de abril del 2021 y publicado como TRIBUNA DE OPINIÓN el 6 de mayo del 2021


UN PROBLEMA DE DISEÑO

Juan Diez del Corral Lozano 


Aunque ya esté yo jubilado de la docencia, aún soy el único profesor de Diseño en la Rioja que ganó las oposiciones en Madrid al Cuerpo Nacional de Profesores de Diseño y, quizás por ello, me siento obligado a hacer públicas algunas reflexiones sobre las polémicas intervenciones en las calles de Logroño del actual consistorio municipal presidido por el Sr. Hermoso de Mendoza y gestionado en el área de Urbanismo por el Sr. Caballero, mal asesorados ambos por el arquitecto don Borja López. Me siento obligado a poner por escrito, digo, algo muy sencillo y fácil de entender: que lejos de ser un tema político o ideológico, de lo que trata todo este asunto de las calles de Logroño es de un elemental problema de diseño. Un problema, a decir verdad, como el que se presenta en cualquier casa cuando se quieren realizar varias funciones en un mismo pero escaso espacio. 

Es el tan conocido ejercicio de cómo resolver juntos y en muy pocos metros cuadrados el salón, la cocina y el comedor, o de conseguir que en la habitación de los niños, además de que puedan dormir, tengan también una sala de juegos y un estudio. A nadie con dos dedos de frente se le ocurriría que para organizar tales funciones en la poca superficie disponible de las habitaciones de un piso se tuvieran que poner rayas, vallas y bolardos para separar todas las funciones mencionadas, o aún muchas más temporales e imprevisibles. Pues bien, eso es lo que se está haciendo en nuestras calles. Trocearlas por funciones: este trozo para la circulación de los coches, este otro para que aparquen, este otro para los peatones, este para los autobuses, este para las bicis, esto para las terrazas de los bares, y hasta algún trocillo para la carga y descarga. 

Al principio lo hicieron en plan experimental, a base de pintura y bolardos, amparándose en una especie de teoría del "urbanismo estratégico" que planteaba dichas actuaciones como medidas experimentales de bajo coste. Pero la ausencia de una crítica bien argumentada y el consiguiente ensoberbecimiento de nuestro gobierno municipal, han provocado que ahora se animen a hacerlo con obras de urbanización de altísimo coste que pretenden la perpetuación del desaguisado.  

Para darle un barniz ideológico o político a tales proyectos de transformación de la ciudad, el equipo  actualmente en el poder viene planteando como antagónicas o incluso "enemigas" algunas de las funciones que se producen en una calle, aportando como soluciones políticas de segregación y de coerción, en vez de vías de armonización, algo que debería sonrojar a quienes van de progresistas y biempensantes por la vida. La fragmentación de la calle en favor de unos usos y en detrimento de otros, como si algunos ciudadanos fueran enemigos de los demás por la función que en cada momento realizan, y la materialización "sine díe" de dicha compartimentación, no solo van a producir una gran incomodidad en los ciudadanos, sino una gran rigidez de usos y la imposibilidad de apertura a otros eventuales, tales como fiestas, desfiles, procesiones, eventos deportivos, etc. 

Por principio, cuanto más flexible sea la calle, es decir, cuantas menos rayas tenga, más ricas serán sus posibilidades. Cierto que hay que frenar a los brutos y quitar coches almacenados en ella, enunciando con claridad que la calle es fundamentalmente un espacio de circulación y de servicio a las casas que la bordean. Pero también hay que tener bien en cuenta que frente al concepto de calle abierta y flexible, el concepto del "carril" tiene que ver con la velocidad. Los "carriles" se inventaron para correr y no para ir despacio, por lo que no hay mayor disparate o contradicción que trocear la calle en carriles o diseñar carriles serpenteantes para correr menos. A ver si de una vez por todas entienden los logroñeses y munícipes que tanto se quejan de la "doble fila", que los coches que están parados cargando y descargando son los mejores y más baratos elementos para ralentizar el tráfico de una calle. 

Si en vez de pintar, romper y gastar el dinero en llenar las calles de chismes, se trabajase desde el ayuntamiento, en primer lugar, en la creación de una red interna de aparcamientos de bajo coste, para acabar con la viciosa idea de que las calles puedan ser almacenes de automóviles parados durante más tiempo del necesario para dar servicio a las casas y tiendas; y, en segundo lugar, en la educación de la gente (vía apercibimientos de la policía municipal, por ejemplo) para que nunca, pero nunca nunca, se circule a gran velocidad cerca de alguien que está parado o circulando a una velocidad inferior o con un vehículo de menor peso y volumen, por el gravísimo peligro que ello encierra; las calles del centro de Logroño volverían a recobrar la vida y la alegría que tuvieron cuando se crearon. 

Juan Diez del Corral Lozano es autor de la Guía de Arquitectura de Logroño, arquitecto y profesor de diseño jubilado