lunes, julio 22, 2024

EL CASERÍO VASCO

 



Cuando cambié de ubicación el libro LA ESPAÑA DIBUJADA (ver post anterior) sacándolo de entre los libros de dibujo para ponerlo junto a los libros de arquitectura popular española, descubrí este otro librito que tenía completamente olvidado. Como en el libro de los hermanos García, este del suizo Alfredo Baeschlin no tenía tampoco huella alguna de cómo había llegado a mi biblioteca. ¿Quizás en mis años de Bilbao? Seguramente. La edición es del año 1968, aunque también lo pude comprar después en alguna feria de ocasión. Sea como fuere, no me había causado la impresión que me produce ahora. Y no por sus textos, obviamente, que están más trasnochados incluso que los de sus compañeros de anaquel, sino por sus ilustraciones. Ni tampoco por los dibujillos de Baeschlin, que bonitos, sí, pero lejos del nivel de los hermanos García. 

El libro de Baeschlin es impresionante, pero no por los dibujos, digo, sino por las ilustraciones fotográficas que, mira por dónde, no son de Baeschlin, sino de los hermanos Canosa, los tíos abuelos de mi compañero de carrera y "profesor de dibujo" Emilio Canosa, que fueron quienes hicieron en 1930 las fotos para la primera edición del libro. Pero...¿qué tienen las fotos cedidas por los Canosa a Baeschlin para conmocionarme tanto?

En marzo del 2016, cuando aún no lo había dejado la familia Mendizabal, publiqué un articulillo en el blog edLHD sobre el caserío del tío Gregorio en Iguria, Elorrio, diciendo al principio del mismo que mi flechazo por la arquitectura de los caseríos vascos se había producido como reflejo del otro amor de mi vida, pero que a diferencia de la continuidad de este último (decía luego al final del artículo), aquel primer flirteo con los caseríos no había dado mejores frutos. Entre septiembre del 2013 y marzo del 2016, sin embargo, escribí nada menos que 400 posts sobre las Casas Solariegas de la Rioja, con lo que la diferencia de atención que había prestado a unas casas y otras era entonces más que notoria. En todo caso, lo que más me gustaba de los post de las casas solariegas era disponer y poder publicar las fotografías que habíamos hecho en 1983 cuando surgió la idea de hacer ese trabajo. Y es que en las fotos de treinta años antes aún se podían percibir los últimos coletazos de la vida que habían tenido esas grandes casas. 

Unos años antes del nacimiento de nuestro interés por las casas solariegas, entre 1975 y 1981, hicimos varias excursiones por los pueblos del país vasco en las que, cuando veíamos algún caserío o sobre todo, alguna casa torre,  (porque los caseríos no suelen ser tan accesibles) nos parábamos a fotografiarlas:

así esta de Abadiano que veíamos antes dibujada por Baeschlin

esta otra de Gordejuela

o las fotos de Iguria y de otros caseríos que aparecen el artículo del blog edLHD

Busco ahora por internet fotos recientes de estas casas y se me cae el alma a los pies:

así es como se ve ahora la torre Muncharaz de Abadiano

....y así la casa Oxirando de Gordejuela

Paso de ver lo que hayan podido hacer con el caserío de Iguria porque me iba a doler el alma innecesariamente. Qué horror, que falta de sensibilidad para con las texturas y las carpinterías, que museificación del entorno, qué ausencia de gracia y de vida. Viendo a lo que hemos llegado en estos últimos cuarenta años se entenderá mejor la impresión que causan las fotografías del libro de Baeschlin. Pongo aquí unas cuantas a modo de muestra:

Caserío Granada, Goizueta (Navarra)

caseríos en Arraiz (Navarra)

caserío Landecho, Munguía (Vizcaya)

Caserío en Luyando (Álava)

Caserío en Lezama (Vizcaya)

Caserío en Astobiza (Álava)

Caserío en Ceberio (Vizcaya)

Caserío en Zamudio (Vizcaya)

caserío en Gordejuela (Vizcaya)

caserío en Aramayona, Álava

Caserío-torre en Ceberio (Vizcaya)

Caserío en Ibarra (Vizcaya)

caserío en Oquendo (Álava)

caserío den Oronoz (Navarra)


Casa Aranguren, Ybarra (Vizcaya)

...y así sucesivamente

Como el libro es un conglomerado de comentarios desordenados sobre cada una de las casas, con ínfulas incluso de catalogación por tipos o por detalles, me quedo con un argumento que repite mucho Baeschlin sobre la dulzura que le inspiraron los caseríos frente a la dureza de las épocas de guerras entre bandos que le evocaban las casas torres. Y me quedo con eso, porque cuando los caseríos y la vida que les rodeaba, todavía me inspiraban dulzura, es decir, en los últimos años del franquismo, sobrevino en el país vasco otra época oscura, cobarde, sangrienta y tenebrosa que no invitaba precisamente a recorrerlos. Medio siglo tras el que algunos pocos se habrán hundido mientras que los más han salido remozados para la vida moderna convertidos en restaurantes, casas de cultura, o grandes chalets de lujo. Ya no es tiempo pues de estudiar o aprender de los caseríos. Ni de vagabundear por ahí al encuentro de algún lugar tan auténtico como único. Solo cabe ya una mirada emotiva y melancólica por su arquitectura. O por tiempos más dulces y pacíficos. Justo lo que proporciona ojear las fotografías de este libro.