domingo, julio 08, 2007

EL LOGROÑO DE LUIS DIEZ DEL CORRAL

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La primera vez que vi un título así fue en Moscú. Las agencias organizaban tours por los lugares donde habían vivido los grandes poetas y escritores del siglo XIX o los escenarios que tuvieran alguna relación especial con ellos y sus obras. Parecían destinados al consumo interno pues el desinterés de los turistas occidentales de medio pelo era evidente.

Hace unas semanas vino a Logroño una hija de Luis Diez del Corral, Teresa,  y me dijo que quería ver la plaza o parque que le habían dedicado a su padre, y entonces yo le dije que al hacer la Guía había descubierto algunos otros lugares ligados a su vida que quizás le pudieran interesar. Al día siguiente hicimos un agradable recorrido por todos ellos y pensé que este blog sería un buen medio para contarlo. No creo que haya apenas nadie interesado en un tour así, pero algún día volveré a poner aquí cosas de mi tío para demostrar que algunos de sus libros tienen más vigencia que las placas y homenajes que le tributaron nuestras instituciones al final de sus días.

Luis Diez del Corral logroñeses hubo dos, padre e hijo. Del padre (LDdC Bravo) ya nadie se acuerda pero fue el fundador de los Sindicatos o Sociedades Agrícolas Católicas en La Rioja y como tal fue el promotor y avalista de su sede en la calle Calvo Sotelo 11, construida por el arquitecto Marcelino de Arrupe en 1924. El edificio ha sufrido varias reformas interiores pero su exterior ha llegado tal cual hasta nuestros días.



Según su nieta, el aval le debió de costar caro porque se arruinó con él, pero gracias a su andadura sociopolítica consiguió ser nada menos que Gobernador Civil de Salamanca. De allí pasó a Jaén (o viceversa) acabando sus días en Madrid donde, en 1936, los amigos de los amigos de la memoria histórica se lo llevaron de su casa y acabaron con su vida y su rastro. Nunca se supo más de él.

En vista de lo visto, su hijo, LDdC Pedruzo, se refugió en la Embajada de Chile donde coincidió con Sánchez Mazas, y a diferencia de esté, que cruzó las líneas y se pasó a la acción, acabando casi como contaba Cercas, mi tío (o para ser más exacto, primo segundo) se pasó la guerra traduciendo El Archipiélago de Hölderlin, y luego, acabada ésta, tuvo una larga y exitosa vida académica en Madrid donde alumbró una obra muy variada, muy prestigiada y poco leída.

Veinticuatro años antes de todo esto, LDdC Pedruzo había nacido en la casa n. 11 de Vara de Rey, donde a comienzos de los ochenta el alcalde Manolo Sainz le colocó una placa homenaje (más bien un lápida) para significar el lugar.





La casa, obra de Luis Barrón en 1892 para los hermanos Bergasa, cayó al poco tiempo de ponerle la lápida y fue sustituida por el edificio de José Ignacio Rodríguez que puede verse ahora y que me parece mejor no mostrar aquí para no dañar su memoria.

El nacimiento de Luis hijo coincidió con la iniciativa de Luis padre de construir una casa de su propiedad en lo que hoy es la Avenida de Navarra 16, casa que subsiste aún, pero tan venida a menos, que casi da pena verla.



El proyecto se lo hizo Francisco de Luis y Tomás en febrero de 1911 y por los planos que he podido ver no tuvo mayores lujos decorativos (mis antepasados siempre fueron gente austera, comentó la nieta); en todo caso, en la foto de los años veinte que puede verse en la Guía (p 162), algo más de dignidad que ahora ya tenía.

Como Luis Diez del Corral Pedruzo no volvió por la Rioja más que a algún festejo familiar, a hacer turismo y a decir que se sentía muy riojano en los homenajes que se le tributaron, ya no hay más lugares en el tour que esa plaza o parque que lleva su nombre (y el de su padre), y que en realidad no es más que un gran patio de manzana ajardinado entre bloques abiertos, situado en la vieja salida hacia Soria nada más cruzar la circunvalación a la derecha. Es uno de esos sitios que veo desde el coche y al que no me animaría a ir en un tour urbano ni aunque estuviéramos sobrados de tiempo. Pongo un planito de situación usando el siempre útil plano en tres dimensiones de J. Ignacio Saénz Monis, y me despido amablemente de todos Vds. deseándoles que lo hayan pasado bien y se hayan instruido en algo.