Aunque la “modernidad” en arquitectura parece no acabarse nunca, en realidad tuvo tan sólo dos décadas “gloriosas”, los cincuenta y los sesenta. Lo que vino después fue la confusión y la crisis de la disciplina (y de ahí el canto de sirena de Rossi diciendo que la arquitectura era sobre todo una disciplina / aunque él hiciera de ella una moda personal…), pero bueno, a lo que vamos, antes de los cincuenta ¿qué hubo en realidad?
Los veinte están bastante claros: la irrupción de la modernidad (Bauhaus, Le Corbusier) a rebufo de las vanguardias pictóricas y a continuación, su versión moderada y refinada (Art Decó) conviviendo con la inercia de clasicismos y regionalismos varios hasta la Expo del 29 en Barcelona donde se vieron las caras todos.
Los treinta son más confusos: mientras que en la famélica España triunfa la modernidad de la mano del progresismo republicano, Europa se echa para atrás ante el empuje del monstruo alemán, pero al menos está todo bastante estudiado.
Pero de lo que hemos estado bastante indocumentados ha sido de los años cuarenta. En Europa fue la hecatombe, cinco años de bombas y otros cinco limpiando las ruinas no dan para más, pero en España fueron años de “gloria” para el nuevo “régimen” surgido de la guerra. Una gloria que en lo político duró hasta mediados los setenta pero que en lo arquitectónico fue bastante efímera, pues a finales de los cuarenta ya estaba triunfando aquí la “modernidad”.
Pensémoslo entonces bien: aunque hemos llamado franquista a la arquitectura clasicista y “retrógrada” de los cuarenta, en la realidad la arquitectura que triunfa durante el franquismo es la arquitectura moderna (sí, esa, la del “menos es más”) es decir, que la arquitectura más genuina del franquismo es la arquitectura llamada moderna o progresista.
Lluis Doménech Girbau, (nieto de Doménech i Muntaner y gran animador cultural en Barcelona a comienzos de los setenta, o sea, en los tiempos de la crisis de la modernidad) no se atrevió a decir algo así en los artículos y exposiciones que organizó para documentar la arquitectura de los años cuarenta en España, pero el título del librito en que resumió todos sus estudios doctorales es inequívoco: “ARQUITECTURA DE SIEMPRE. Los años cuarenta en España”. ¿A alguien se le podía ocurrir un eslogan más claramente reivindicativo para la arquitectura de esa década?
Desde luego que la “Arquitectura de Siempre” no es la del “Modo Intemporal de Construir” de Alexander, pero simbolismos aparte mucho hay que las conecta. Argumentó Doménech en su librito que la “reacción” arquitectónica contra la modernidad republicana de los cuarenta no fue tal como se pintó después, sino que en realidad se trató de una simple continuidad con los viejos principios de la “disciplina” aprendidos en las Escuelas ante una modernidad bastante mal entendida como tal, o sea, como“disciplina”.
Dado que había sido su tesis doctoral, el estilo del librito del nieto del famoso Doménech no es el de los artículos que escribía en los primeros Arquitecturas Bis (“Una vez al año no hace daño”, titulaba irónicamente de los Premios Fad). Además, siendo colega de tanta progresía catalana se le nota bastante envarado e incómodo al reivindicar la arquitectura de los cuarenta. Pero como su labor no ha tenido continuidad, creo que se trata de un texto imprescindible. Lo editó Tusquets en su colección de Cuadernos Infimos en octubre de 1978 y lo tenía yo perdido por mi biblioteca hasta que hace un par de semanas le dí una relectura.
Hay que ver cómo cambian los libros cuando se leen desde distintas épocas. Mira tú: quién iba a decir que la arquitectura de los cuarenta es la arquitectura de siempre, y que la arquitectura moderna es la arquitectura franquista.
(Domingo, aprende, y devuélvenos la fachada de la Escuela de Magisterio)