Tiene su cosa este edificio de Buenos Aires ¿verdad? porque se parece a las Bodegas Darien recientemente inauguradas en Logroño pero “pinchadas en un palo”, es decir, subidas encima de una caja de cristal girada y otro medio edificio.
Coincidió que inauguraban esas Bodegas justo el día anterior de irme a Buenos Aires y aunque me invitaron al acto y pude haber ido, no quise, y ello por dos razones: primero porque arquitectónicamente no me interesan lo más mínimo, y segundo, porque personalmente no tenía ningunas ganas de encontrarme con su arquitecto después de que escribiera aquel artículo insultante en Elhall titulado “Crónicas Marcianas” para que me echasen de allí, cosa que finalmente consiguió.
Bueno, pues mira lo que son las cosas, la imagen del edificio de las Darien me persiguió hasta el otro hemisferio. Así de pelma (así de pesadilla) es la arquitectura “moderna”.
Como este viaje venía a ocupar el lugar de los que yo organizaba para los arquitectos, aún me asaltó la inercia de prepararlo desde el punto de vista arquitectónico, y aunque no llegué a hacer un libro-dossier previo como los que he realizado para tantos viajes COAR, sí que me documenté un poco. El caso es que lo hice con una especie de doble nostalgia: en primer lugar porque yo tenía una cierta devoción hacia las publicaciones argentinas, tan frecuentes en mis años de formación arquitectónica; y en segundo lugar porque herida y alocada la arquitectura aquí y en el resto del mundo, ¿qué no me iría a encontrar en un país también herido y desorientado? Pues ya veis, las Darien varadas en lo alto de un edificio de su city.
Uno de los libros más sensatos de Teoría de la Arquitectura que se escribieron en el siglo pasado para estudiantes fue sin duda el de Enrico Tedeschi, arquitecto y profesor en Mendoza. Lo saqué con devoción de su estante preguntándome qué habría sido de él y si habría dejado más rastro. Ni idea. Luego miré la larga serie de libros de arquitectura que tengo de las editoriales Infinito y Nueva Visión, especialmente todos los famosos panfletos de Le Corbusier. Qué tiempos aquellos. Parecen lejanísimos pero... ¡sólo han pasado treinta años!
Por supuesto, releí el inevitable e indigesto tocho de Ramón Gutierrez (Arquitectura y Urbanismo en Iberoamérica) en sus pasajes dedicados a la Argentina, los más críticos y desazonadores del libro por la condición local del autor. No le entendí muy bien en lo referente a la deriva de los arquitectos de vanguardia durante el peronismo (cap 21) pero luego de leer el didáctico libro de la economista María Seoane comprado en La Plata (Argentina, 1900- 2003, El siglo del progreso y la oscuridad, ed Crítica) ya me hice perfectamente cargo de la soberbia y el elitismo de los arquitectos de la modernidad (¡como si no les conocieramos…!).
También me acordé de haber leído un libro farragoso de Marina Waissman (La estructura histórica del entorno, ed nv), una escritora argentina de arquitectura que Galiano fichó junto a Gutiérrez y Segre para sus AVs a fin de despistarnos todo lo posible sobre el panorama arquitectónico latinoamericano. Revisé la ficha que hice del libro cuando lo leí y me llevé una grata sorpresa porque, aunque diletante y aburrida, la autora intenta construir una teoría que encaja perfectamente con mi idea de la Guía de Logroño. Más o menos su tesis es que la historia de la arquitectura debe dar paso a la historia del entorno. Lo escribió en 1977 y yo lo leí en el 92. Algún día podría transcribir aquí la reseña que hice para mi uso personal. Más que nada para hacer unas risas porque no creo que nadie esté interesado en esas teorías (ni la propia Waissman, supongo, luego vendida a las páginas de Galiano).
También en aquel hAll de mis amores (y dolores) Iñaki Gómez escribió una cosilla sobre las galerías comerciales de Buenos Aires (n 73, sep 2003), así que, buena ocasión para releerla.
Con toda esa empanada y con la que traían los argentinos desde dos siglos atrás entre las preferencias francesas, inglesas o neocoloniales, ya me imaginaba la arquitectura que me podría encontrar allí. Lo que no me esperaba es que en la antigua capital del libro de arquitectura en castellano no hubiera ni una sola guía de arquitectura de Buenos Aires o Argentina, y ni una sola Historia de la Arquitectura Contemporánea del país. Aburrí y hasta cabreé a mi familia preguntando una y otra vez en todas las librerías con buena pinta por alguna pista meramente documental y se rieron de mí cuando después de encontrar la especializada C67 en un desconcertante pasaje de la calle Florida, tampoco había nada en ella más que los mismos libros (Blanca Lleó, Ignasi Sola-Morales, William Curtis, etc.) y las mismas espantosas revistas (El Croquis, AVs, etc) que hay en cualquier librería medianamente especializada de aquí. Alucinante.
En la Biblioteca Nacional (a la que fui buscando algún rastro de Borges pero no lo encontré/ más que para un post el asunto ha dado para una carta a un amigo) vi que años atrás se habían editado datos de arquitectura en varios librillos con formato de guías (edificios monumentales, arquitectura de 1930 a 1960, etc.) pero no me dio tiempo más que a echarles una ojeada.
A falta de otra cosa me traje para mi biblioteca todos esos típicos libros que venden para turistas con dinero (Buenos Aires desde el aire (de los peores que tengo de este tipo), Buenos Aires 1915-1940, Esquinas de Buenos Aires, etc.) e hice montañas de fotos con la digital (que es gratis), pero no es cosa de ponerlas aquí sin un guión. Creo que con la que abre este post ya nos hacemos una idea de lo claras que tienen por allí las ideas.
Vamos, como por aquí.