Subiendo y bajando de los Pirineos durante este pasado verano, me di cuenta que esa famosa cadena montañosa ya no separa a Francia y España sino que las une. Aunque las carreteras siguen siendo bastante tortuosas y algunos departamentos franceses no estén por la labor de limpiarlas de nieve en el invierno para que su gente no se pase a esquiar a nuestras pistas, lo cierto es que los Pirineos son ya un coladero y las gentes pasan de uno a otro lado con total alegría.
Sí, alegría, digo. Cada vez que paso la frontera entre Francia y España sin ningún control policial me da un vuelco el corazón al pensar en los dramas y miedos de tantos y tantos años que esa alta cadena de montañas y puestos fronterizos significó en nuestro imaginario todo un muro mental. Cada vez que cruzo la frontera sin que ningún policía o gendarme me pare me acuerdo de lo mal que me sentí hace cuatro años al pasar entre Chequia y Eslovaquia; y cómo no, cada vez que paso una frontera sin tener que identificarme pienso en la imbecilidad de esos políticos caseros a los que tantas alas se les está dando para ponerlas dentro de nuestro país. A lo que íbamos, hasta hace unos años pensábamos con desolación y repetíamos como una triste jaculatoria el dicho aquel de que Francia era Europa y Africa empezaba en los Pirineos. Ahora es ya una oración caduca.
Entré a Jaca por el Valle del Aspe después de visitar Biarritz, Bayona y Oloron St Marie, y desde Jaca volví a Francia para hacer una visita a la casa que nuestro amigo Carlos Lloret se ha comprado cerca de Foix. Luego volví a entrar al valle de Arán para subir al Montarto (excursión que tengo que contar antes de que se me olvide) y de nuevo volví a Francia para visitar Montpellier y, de paso, hacer un informe de esa ciudad a un amigo que me lo pidió (otro LHD en ciernes).
Del primer paso por Francia me impresionó Bayona. Había estado allí por primera vez hace casi treinta años y me la encontré prácticamente igual. Acostumbrado al dinamismo y la debacle de las ciudades españolas, parecía que el tiempo se hubiera detenido en la ciudad del Nive y el Adour (foto 1). En 1991 Azúa escribió una estupenda novela histórica titulada “Cambio de Bandera” situando varias de sus escenas más trepidantes en los puentes de estos ríos. La releí con sumo placer al volver a casa y eso aumentó más la sensación de su estabilidad en el tiempo porque ya no es que la Bayona del 2007 fuese igual a la de 1978 sino que también era idéntica a la de 1937.
Cuando Carlos Lloret me contó que iba a comprarse un casa de campo en Francia me argumentó que de hacerlo en España corrías el riesgo de que al año siguiente te podías encontrar con una urbanización de adosados enfrente o con una granja de cerdos al lado. Cuando llegamos a su “nueva” casa en las proximidades de Foix (foto 2) me di cuenta de que no le faltaba razón. También allí parecía haberse detenido el tiempo y no había indicio alguno de que fuera a ponerse en marcha de nuevo, y desde luego, seguro que no con las aceleraciones de nuestro país. Si en España todo es tirar y hacer nuevo, en el Departamento de Ariege (como en el resto de departamentos del sur de Francia) se respira algo así como una cultura del mantenimiento. Y no sólo en las casas sino hasta en las carreteras y los coches: “fíjate, Juan –me dijo Carlos- cómo las carreteras son las mismas que las de hace treinta años y el parque móvil es mucho más viejo que en España; fíjate que no se ven tantos Audis, BMWs ni Renaults Megane”. ¡Es cierto, aún se ven muchos cuatro latas, y dos caballos, y renaults cinco de los de antes!
Pasamos una deliciosa tarde en Foix (fotos 3 y 4 / fijaros en el paisaje de tejados tomado desde el castillo y comparadlo con alguna imagen reciente de los tejados de nuestros pueblos y ciudades) y estuvimos un par de días haciendo risas sobre las extrañas costumbres de nuestros vecinos, como el culto a las boulangeires, lo receptivos que son a cualquier invitación, o su desaparición de la faz de la tierra a las siete de la tarde. Por mi parte, yo no paré de elogiar su decisión de tener un pie en Francia y otro en España: "mira qué bien, -le dije-, cuando te cansas de unos te vas al otro lado, ¡y a descansar! Cultura del bulldozer en un lado, cultura del mantenimiento en el otro".
Hay muchas diferencias entre uno y otro país para disfrutarlas a gusto y los Pirineos siguen siendo su línea divisoria (una línea muy hermosa). Pero por suerte, inmensa suerte, esa línea dejó hace tiempo de ser una frontera.
(Una cuestión técnica al margen: algunos me dijisteis hace tiempo que es un lío poner las fotos arriba y tener que retroceder para verlas a medida que se lee el texto. Como pudisteis comprobar en post anteriores, encontré la fórmula para colocarlas entre el texto pero resulta que entonces no se puede picar en ellas para verlas más grandes. Blogspot da lo que da, y… contentos, que es gratis).