viernes, noviembre 30, 2007

ETIQUETAS

Esta semana he estado descubriendo el sistema de “etiquetas” que ofrece este blog. El caso es que quería haber escrito para hoy un articulillo sobre los “Gabinetes”, uno de los patrones que más me gustan de Alexander, y me puse a buscar en los índices del blog no sea que ya lo hubiera escrito. Y como tardaba, y me perdía por los entresijos del blog, pensé que ya era hora de poner un poco de orden en todo este material. Así es como me puse a investigar la herramienta “etiquetas” y a ponérselas (de un modo también poco ordenado) a algunos de los artículos que iba encontrando al paso.

Como es normal, me hice un lío. Eso de ordenar datos creo que ahora se estudia como “carrera”. De hecho, en este último año he conocido a un par de “documentalistas”, una profesión que yo desconocía, y cuando les he preguntado en qué consistía su trabajo, me han explicado que en algo parecido a esto que me he puesto a hacer yo esta semana de poner etiquetas para luego encontrar lo que buscas.

Como no podía ser de otro modo este tipo de labor me ha traído no pocas nostalgias. Desde la mesa donde escribo veo encima de un estante tres ficheros metálicos grises que guardan en su interior cientos de fichas escritas a mano con notas de mis primeras lecturas. O no, de mis primeras lecturas no, de las segundas. De las primeras nunca hice fichas porque tenía la memoria fresca y me acordaba de todo lo leía. Tengo cuadernos de reseñas y comentarios de mis primeros libros y revistas de arquitectura, pero no fichas. Lo de las fichas empezó cuando ya trabajaba como arquitecto y las lecturas eran algo así como pequeños hurtos al tiempo de producción. Al leer a salto de mata y con otras cosas más importantes en mi cabeza temía que lo leído se me olvidara y pensé que lo mejor sería ir haciendo fichas para poder localizar fácilmente sus contenidos cuando me volvieran a interesar.

Cuando ya tenía los ficheros pequeños a rebosar y mi sistema documental se había ampliado con dos grandes archivadores de carpetas para guardar en ellos los artículos y recortes de periódicos, descubrí que los “ordenadores”, además de servir como máquinas de escribir, de dibujar y de calcular estructuras, también tenían programas para organizar la información. Se llamaban “Bases de Datos” y yo, emocionado con el descubrimiento, me puse a estudiar y trabajar en el que tenía en mi viejo y pequeño Mac. Ya ni me acuerdo de cómo se llamaba aquel programa ni las fichas que empecé a meter en él. No creo que ningún arqueólogo de la informática (andá, acabo de inventar otra profesión/ otra carrera) dé nunca con esas fichas, porque cuando ya no me quede sitio en el despacho, el viejo Mac se irá al contenedor con todas ellas. Aaaahhhhh.

En enero de 1997 (hace sólo once añitos de nada) publiqué en El hALL n25 un curioso articulo titulado “Los libros no tienen prisa” en el que intentando poner orden en la Biblioteca del Colegio de Arquitectos para dejársela a mi sucesor, llegué a proponer a los colegiados el hacer algo así como un fichero colectivo de lecturas y hasta diseñé una ficha con 7 “campos” publicando la propia ficha como ilustración del artículo. Qué hermosura de esfuerzo. Qué ingenuidad. Qué perenne juventud la mía.

Pero vamos con las etiquetas que el folio se me acaba. Llegando al dos mil me puse a recopilar los artículos que había escrito hasta entonces y tuve que agruparlos por capítulos. Para “Una Voz en un Lugar” me salieron nueve capítulos y para “El retablo de Ambasaguas”, once. Bien pensado, esos capítulos no eran sino “etiquetas” con las que poner un poco de orden en el material.

Con los buscadores inventados por Google, (¡madre mía! ¡qué locura de avance!) las bases de datos se han quedado más obsoletas que mis fichas de papel y si por ejemplo, pones en el buscador de google “El caso Quintín”, en un segundo te sale que hay dos artículos que escribió un tal Juan Diez del Corral en el LHD, uno en abril y otro en septiembre del 2007. Alucinante. Y sin pinchas en el link los tienes listos en la pantalla sin necesidad de ningún recadero.

Bueno, para acabar. Lo de las etiquetas no sé si servirá para algo pero de momento se me han ocurrido 13 distintas y se los he aplicado a 86 artículos. Todavía no sé cómo ponerlas en la solapa para que os sirvan de guía o nuevo índice, pero todo se andará. Lo que sí puedo decir es hay una que se llama "patrones" y que gracias a ella he descubierto que sólo he escrito sobre cuatro de ellos y que el de Gabinetes está virgen. Así que ya tengo tema para el siguiente post.

Ah, también tengo otra etiqueta que se llama “blog”. La aplicaré cuando, como hoy, haga reflexiones sobre la propia escritura en este medio.

(Y hablando de blogs, ayer también hice otra pequeña "obra" en CASCOTES, el blog hermano de éste, al que se accede pinchando debajo de los índices de la derecha: le puse un contador de visitas. Por él me he enterado de que entra menos gente a CASCOTES que al LHD, lo que quiere decir que aún hay gente que no lo conoce y que tengo que hacer un poco de publicidad de él. pues eso: LEA CASCOTES, Y RIASE VD. DEL INVIERNO ARQUITECTONICO)