martes, diciembre 12, 2006

100. ¡Y CIEN!





“Prima non datur, ultima dispensatur”, dijo el último día de clase del año don Avelino, nuestro profesor de Gramática en segundo de Bachillerato. “La primera no se da y la última se dispensa”, y ya no se me ha olvidado nunca. No creo que por ser el “cien” vaya a ser éste mi último artículo de arquitectura, o mejor dicho, mi no-artículo de arquitectura pues al no dar clase lo propio es hablar de cualquier otra cosa, pero ya estaba deseando que llegara para cerrar una etapa y darme unas semanas de vacaciones. También don Avelino volvió después de Navidad con ánimos recobrados y probablemente con más gomina en su repeinada melenita.

No se me han acabado los temas ni mucho menos. Al contrario, hacen lista de espera en mi cuaderno de notas. La comparativa entre la catedral de Río de Janeiro (1980) de Edgar Fonseca y la de Brasilia (1970) de Oscar Niemeyer con clara victoria para el primero, las locuras de Paolo Portoghesi que descubrí escandalizado en la biblioteca de la trienale de Milán, las deliciosas estaciones de Furness en Filadelfia que tengo fotografiadas desde hace dos años, el sorprendente álbum de fotos de Carlo Mollino en los últimos años de su vida, el singular episodio de las torres de Lobete en Logroño, la ciudad vista con la luz de la tarde, etc., etc., tendrán que esperar a otra etapa de escritura y quizás a otro formato también. En estas semanas de vacaciones de LHDs que hoy comienzo, voy a poner en marcha una web personal donde pueda colgarlos con cierto orden y se puedan encontrar con cierta facilidad. Ya daré la dirección cuando esté accesible.

Para entonces -vuelvo a los temas pendientes- ya se habrá adjudicado el concurso restringido de la “asistencia técnica” para la redacción de la revisión del Plan General de Ordenación Urbana de Logroño que me tiene a mal traer desde que leí la noticia el miércoles o jueves pasado. Un encarguito de ciento y pico millones de pesetas que va a relevar al Servicio de Urbanismo del Ayuntamiento por vez primera en los últimos treinta años de hacer el Plan de la ciudad, y que bautiza y consagra a sus autores como los “técnicos”, -un eufemismo que me suena a rayos desde hace unos años y contra el que quería escribir con rabia.

Mientras estos y otros muchos temas esperan (“La Casa de don Francisco de Luis y Tomás en el Muro del Carmen”, “La Nueva Estación Central de Berlín”, “Las formas figurativas modernas como nuevos motivos ornamentales”, Vara de Rey 21 23, semáforos de tiempos cortos, etc., etc.,) tengo que poner algo de orden a los cien artículos escritos entre el 4 de mayo y el 12 de diciembre de este año, y darlos a conocer por ahí. Ya no voy a perder tiempo inútilmente en intentar editarlos en papel, como hice con aquella selección de artículos de arquitectura escritos anteriormente a 1999 a la que llamé “Una Voz en un Lugar” (y que probablemente cuelgue también en internet), pero eso no quiere decir que no los dé a conocer aquí y allá para que los disfrute y aproveche quien los pueda y sepa apreciar: “la luz se ha hecho para ponerla en el candelabro y no para esconderla debajo del celemín”.

Cierro también la etapa del LHD porque en estos últimos días del año trabajo a destajo en la redacción definitiva y en las correcciones de la Guía de Arquitectura de Logroño que me ha tenido absorbido durante los últimos tres años, y que tengo que sacar a la calle sin más dilación, entre otras cosas porque, además de que Josemi viene detrás y hay que darle el paso, ja ja ja (v LHDn99), la ciudad se mueve a tal velocidad que los datos arduamente recopilados se te quedan enseguida viejos.

Buena parte de los LHD los he dedicado a escribir sobre temas que la Guía me sugería y cuyo comentario no cabía en sus abigarradas páginas; y de hecho ya he empezado a marcar en la propia guía las referencias “bibliográficas” de los LHD para quien quisiera ampliar información. Si los LHD van a ser material de consulta, lógico es que tengan un orden superior a la forma circunstancial en que han ido apareciendo.

En todo caso, y hasta que la web esté disponible, voy a colgar aquí los LHDs que me quedan pendientes, y a seguir manteniendo abierta la página con alguna que otra nota, más que nada, dar señales de vida a los amigos y fieles seguidores de la misma.

Hoy por ejemplo, hemos podido ver en los periódicos el espectáculo que la arquitectura da desde Sevilla (la Torre de la Cartuja de Zaera) y el eco que ese tipo de espectáculos produce en nuestra ciudad: la ampliación del Instituto Cosme y García de Enrique Aranzubía (ver fotos). Y es que…, mientras la arquitectura siga yendo por esos derroteros, quienes creemos que nuestra profesión tiene que ver con hacer ciudad y no con destruirla, no podemos quedarnos callados del todo.