Una semana en Milán con los alumnos de la Escuela de Diseño da para mucho. Sobre todo si ellos te dicen que Milán no da para seis días o que en Milán las horas se les hacen muy largas...
Ya es el cuarto año que organizamos para nuestros alumnos viajes de estudios de bajo coste y programa matinal obligatorio de visitas con cuaderno de viajes incluído. El primero fue a Florencia, por aquello de que allí nació “el artista”. El segundo a Londres, para recordar que en 1851 se cimentó en Central Park el diseño moderno. Y el tercero fue a Berlín-Dessau para rendir tributo a la Bauhaus. La elección de Milán para este cuarto año surgió del entusiasmo que le causó a Ignacio Martínez Zapater una visita que hizo allí el año pasado con Merce, pero en todo caso no había que rebuscar mucho para justificar el destino pues durante muchos años Milán ha sido considerada algo así como la capital mundial del diseño, y especialmente, como ciudad de referencia de esa otra capital del diseño en España que es Barcelona.
¿Qué es lo que buscaban los diseñadores catalanes en Milán? ¿Por qué les atraía tanto esta ciudad, al menos durante la segunda mitad del siglo pasado? Esa era un poco la pregunta que a mí personalmente me interesaba resolver en este viaje pues yo había estado en Milán un par de veces y a primera vista no me parecía para tanto. Siempre sospeché por ello que como los barceloneses tienen complejo de segundones, para ignorar a Madrid y seguir los dictados de su propio complejo, tuvieron que inventarse otra capital, y escogieron Milán, -una ciudad también segundona. Lo que pasa es que en ese tipo de elección, más que capitalidad buscaban complicidad y seguramente ese fue el origen de la epidemia llamada “hermanamiento entre ciudades” que ha llegado hasta los más recónditos rincones de nuestra geografía.
Siempre que voy a viajar o a estudiar una ciudad europea consulto antes el Braunfels, porque siempre da su quintaesencia. De Milán dice (pag 150 de mi edición de 1987) que “un destino decididamente trágico ha impedido que Milán, el más robusto organismo urbano de Italia, pudiera convertirse en ciudad-estado, en ciudad residencial (del poder moderno, se refiere) o en capital”. Lo cual, y para mi pregunta, sigue encajando más con lo del hermanamiento que con la idea de la capitalidad.
Guiados por el entusiasmo de Nacho fuimos recorriendo calle a calle y edificio a edificio el complicado entramado urbano de la ciudad, rememorando algunos viejos nombres y muchas imágenes de aquellas revistas tan atentas a las novedades arquitectónicas de los setenta. No mucha emoción, sin embargo. Luego probamos con las calles de las tiendas de la moda, a ver si por ahí la capitalidad se sentía más, pero tampoco; en Roma o en Los Angeles hay tanoto o más glamour.
La clave del hermanamiento creo que la encontré en la Trienalle, pues a pesar del espanto que seguramente les produciría a los catalanes el edificio de Muzzio (tan madrileño él que podría estar enfrente del Museo del Prado...), debieron descubrir allí que la capitalidad moderna consiste en dar premios para hacer Historia, y así supongo que nacieron los FAD y toda la parafernalia del diseño catalán. Me di por contento con la respuesta y creí más que justificado el viaje.
Otro día contaré cosas más concretas pero ya que últimamente las Guías de Arquitectura están tan de moda entre nosotros puedo comentar como sorprendente detalle de esta visita que en todo Milán no había ni una sola Guía de Arquitectura de la ciudad (!!!!!!!). ¿Se habrían agotado todas? ¿o ya no se dedican a dar premios y hacer Historia?