Quizás ha sido la feliz coincidencia de haber llegado a finales de junio con la entrega número 40 del LHD lo que me ha llevado a pensar que ya están hechos los “cuarenta principales” y que sería bueno parar un poco esta experiencia de comunicación, tomarme unas merecidas vacaciones de dos meses y reflexionar sobre ello. Estas líneas son pues el inicio de un balance en el que espero que también participen los ya setenta y tantos suscriptores.
Cuando se me ocurrió la idea de escribir una columna diaria de arquitectura local y remitirla como cartas a los amigos y suscriptores que lo desearan (siempre que no fueran declaradamente enemigos) no sabía muy bien si el LHD iba a ser algo parecido a una columna periodística o algo más próximo a una carta personal.
Un par de veces me han ofrecido escribir en los periódicos. La primera, al poco de crearse el suplemento cultural Babelia de El País; necesitaban colaboradores y un amigo les recomendó mi pluma. Les envié tres crónicas y ni se dignaron en contestar. Se ve que no eran columnas para sostener su sistema periodístico-publicitario, sino granadas de mano para horadarlo. La segunda fue aquí en Logroño hace dos años. El nuevo periódico Noticias de la Rioja quería colaboradores y esta vez fue una amiga local (Dori Santolaya) la que me recomendó. Pero para entonces yo ya tenía una opinión bastante formada sobre la prensa al uso, y les dije que si el nuevo periódico no daba muestras de ser muy distinto a los habituales, conmigo que no contaran. Y no contaron, claro.
No tengo muy claro cuál es el papel cultural de una columna. Me agrada leer a algunas, pero muchas veces tengo la sensación de que escriben por escribir (por cumplir un compromiso, por seguir alimentando su ego, su obra) y no porque tengan nada que contar. Ha habido algún momento en que haciendo el LHD con la constancia de un contrato me he sentido columnista, y entonces, claro está, me entraban ciertas dudas.
Ahora bien, gracias a que la Junta de Gobierno del COAR me viene haciendo la puñeta desde hace año y medio, tenía ahí un rencor acumulado, una necesidad de venganza o, en el mejor de los casos, de hacer justicia por mi mano, que me ha ido librando del columnismo periodístico más o menos políticamente correcto. Ya sé que es molesto leer cada dos por tres invectivas contra los miembros de la Junta del COAR, pero ese ha sido el precio a pagar para que el LHD no haya caído en el periodismo columnista al uso.
En los primeros momentos de esta experiencia llegué a pensar en colgar los LHD en una web, pero entonces todo el mundo tendría acceso a ellos y serían "artículos o columnas" de verdad. Ahora bien, vistos con cierta perspectiva, estoy seguro que serían artículos malos por estar salpicados con peleas personales. Además, hasta es posible que al hacerlos públicos me pudieran denunciar por ello. Hay que hacer siempre el esfuerzo por separar lo que es público de lo que es privado. Por eso, una de las primeras conclusiones que saqué a medida que esta experiencia se iba consolidando es que nada de webs y nada de recopilaciones. Un escritor me sugirió que los LHD no eran otra cosa que las futuras páginas de mis "Memorias de un Arquitecto Cabreado", pero le dije que no, que esto eran cartas, y que me gustaría que fueran recordadas como tales.
Ahora bien, para evitar caer en las "falsas cartas" siempre he tenido presente una anotación de los diarios de Ernst Jünger escrita el 21 de abril de 1939 al comienzo de la Segunda Guerra Mundial. La transcribo literalmente para que podáis disfrutar de su belleza: "Acabado las Cartas de Erasmo, un regalo que me hizo el astrónomo Lindemann. Muchas de estas epístolas, especialmente las de juventud, están empapadas de un concentrado aroma ciceroniano, y eso es algo que a mí me molesta siempre en las cartas. El fuego retórico no consigue hacernos entrar en calor, y el vano gusto de hablar destruye el elemento comunicativo, el cual ha de formar siempre el núcleo de las cartas. No deja de ser nunca molesto, para quien recibe cartas de esta manera, el notar que el autor se ejercita en pasos de esgrima a costa nuestra" . Es tan claro y elegante que no precisa comentario alguno.
¿Columnas o cartas? ¿Falsas o auténticas? No lo sé todavía, pero os puedo dar un dato bastante significativo: cuando he recibido comentarios de los lectores a mis escritos, me he puesto a escribir nuevos LHD con redoblada ilusión; sin embargo, cuando después de enviar un LHD, o dos, o tres..., no encontraba comentario alguno en el buzón de correo, me entraban ganas de dejarlo.
Es posible que cuando vuelva en septiembre el LHD no sea estrictamente diario y que aparezca en función del nivel de correspondencia de los lectores. Sería más lógico así.
Buen verano.