lunes, mayo 15, 2006

8. TELÉFONO / RUBÉN


A los pocos días de los actos de conmemoración del veinticinco aniversario de la fundación de nuestro Colegio de Arquitectos como institución independiente de Aragón, me llamó Rubén San Pedro por teléfono para hacerme un pregunta…, un poco…, indiscreta, -me advirtió. Adelante Rubén, pregunta; si puedo contestar lo haré -le dije.

"Mira -continuó Rubén (transcribo de memoria)-, el jueves por la tarde recibí una llamada de Elena Solozábal, secretaria del Colegio, invitándome a mí y a mi mujer a una comida con los miembros del Consejo Superior de Colegios de Arquitectos de España en calidad de haber sido uno de los Decanos de nuestro Colegio en estos veinticinco años. Como rechacé la invitación porque me parecía improcedente la forma y premura en que se me hacía, me gustaría saber, si es que no te importa decírmelo, qué hiciste tú".

Le respondí que yo no había podido ni rechazar ni aceptar la invitación porque a mí no me habían llamado en absoluto, y ante su sorpresa, le confirmé que la tarde en que le llamaron yo había estado trabajando en casa todo el tiempo y que, por si fuera poco, llevaba también en el bolsillo el teléfono móvil al que Elena Solozábal me suele llamar cuando me pregunta por algún asunto de la biblioteca del COAR.

Me contó a continuación que le había echado un chorreo de mil demonios a Gerardo Cuadra por haber aceptado, pues las formalidades institucionales, argumentó, son patrimonio del colectivo y hay siempre que cuidarlas escrupulosamente. Yo tragué saliva entonces y le dije que le agradecía sinceramente la lección, porque seguramente, y al igual que Gerardo, no hubiera sabido estar a su altura. Soy muy torpe y lento en las formalidades y en las situaciones personales, y de ahí que me refugie en la escritura donde, aunque no siempre lo haga, tengo tiempo de pensarme dos veces lo que digo.

Pero consternado con mi respuesta, Rubén ya no atendía a mis disculpas. "No lo entiendo, de verdad que no lo entiendo", me decía una y otra vez. "No puedo entender que no te hayan invitado; por encima de lo que opinen de ti o de tu gestión, tú has sido representante de todo el colectivo y no pueden dejarte al margen. No lo entiendo, no lo entiendo, cada vez entiendo menos al Colegio y a mis compañeros. Iba a escribir una carta a Carlos Hernández Pezzi, que fue compañero mío en el Consejo Superior, para ofrecerle una explicación de mi ausencia, pero ahora ya no sé ni qué hacer…"

Cuando acabé la conversación telefónica me quedé pensando que es rara la vez que hablo con Rubén y no aprendo algo. Es un poco pesado y egocéntrico hablando (como probablemente también lo sea yo, o lo somos todos a partir de cierta edad) pero lo cierto es que vale la pena aguantarle porque casi siempre se aprenden cosas de él. También me dio por pensar entonces que en el pequeño acto de homenaje que se celebró en el COAR el viernes 28 de abril, no se hizo mención alguna al momento más crítico que ha sufrido nuestra institución en estos veinticinco años, a saber, la enorme duda que se generó sobre la supervivencia, continuidad o reconversión de los Colegios cuando se liberaron las tarifas. Ahora lo entiendo, -me dije-, entonces era Decano yo, y el esfuerzo que hicimos para tender puentes y que el Colegio no se desmembrara no merece recuerdo alguno.

De todos modos, me consolé pensando que aunque yo no exista ahora para los que representan y menoscaban a nuestra institución faltando al respeto a sus antecesores y a todos aquellos a quienes representaron en su momento, al menos Rubén ha vuelto a existir para Domingo García Pozuelo. El descarado y vergonzante ninguneo que le hizo en su Guía de Arquitectura aún está por saldar. Pero eso lo contaré otro día.