miércoles, mayo 31, 2006

20. EL ESTILO DISIMULO





Hay una cierta simetría de fechas entre dos de los momentos estilísticos más notables del siglo XX. En su adolescencia, entre los años 14 y 20 el pasado siglo nos dio el llamado estilo internacional o racionalista, con la pretensión de ser un no estilo, es decir, de acabar para siempre con los estilos y la historia que los fundó. El procedimiento era bastante sencillo de enunciar, aunque no tanto de cumplir: para conseguir dicho "no estilo" la arquitectura debería ser sincera, es decir, mostrar la verdad -de su época, de sus materiales, de sus funciones, de sus pretensiones, etc-, y todo saldría a pedir de boca.

En su vejez, digamos que entre el año 80 y el 86 para hacer bonita la simetría, el siglo XX produjo un nuevo estilo completamente opuesto al juvenil, que algunos lo han venido llamando estilo remordimiento y también estilo comisión (dando por supuesto que todos entienden que se trata de la del Patrimonio), aunque yo prefiera llamarlo estilo confusión, o aún mejor, estilo disimulo. Se aplica preferentemente en los cascos históricos de las ciudades, o incluso en las proximidades de algún edificio del ensanche, y consiste en que, sea como fuere la planta, el sistema constructivo, el uso o las pretensiones del nuevo edificio, la fachada tiene que hacer como que se parece a los edificios del entorno, o incluso, a los edificios que sustituyó.

Como es sabido, en Logroño no pudo nacer con mayor fortuna, pues lo hizo de la que pronto iba a ser la mano más famosa de la arquitectura nacional, el único premio Pritzker de la arquitectura de nuestro país, el grande entre los grandes, don José Rafael Moneo Vallés. Todo un trozo de ciudad, entre la calle Rúa Vieja y la calle San Gregorio fue recompuesto en hormigón y tipologías variables, como si… se tratara de casitas góticas individuales, hechas una a una por distintos propietarios y arquitectos de la ciudad. El ejemplo cundió, la Comisión del Patrimonio y la Oficina de Rehabilitación del Ayuntamiento lo hicieron doctrina propia, y los arquitectos lo aprendieron al primer expediente: adiós verdad, bienvenido disimulo.

Como la prudencia es una gran virtud urbana, nadie ha visto mal (ni ha dicho esta boca es mía) contra el consenso universal de hacer casas con disimulo cuando el contexto es evidente y la pieza a incorporar un intruso; pero hete aquí que como el tiempo corre y las casas viejas siguen cayéndose, el estilo disimulo se está extendiendo de tal manera que dentro de poco ya no se va a saber a qué imita y qué es lo que disimula.

Al datar todas y cada una de las casas del casco viejo de nuestra ciudad y al descubrir la cantidad de ellas que hay ya en estilo disimulo he pensado que está al caer el día en que nos encarguen una casa entre dos de estilo disimulo, así que…, ¡ah! ¿qué pasará? ¿nacerá el estilo redisimulo u ocurrirá algo impensado en arquitectura?

Nunca me han gustado los vaticinios pero en buena lógica algo tendrá que pasar, así que os lo aviso para tener bien abiertos los ojos: como en los casos del mildiu en las viñas, el LHD dará un premio a quien traiga el primer indicio de la aparición de algo nuevo.