Esta mañana, corriendo la popular Santurce-Bilbao en el tramo entre Portugalete y Sestao, un colega ha comentado a mi lado la enorme diferencia de calidad que hay entre San Sebastián y Bilbao -favorable a la primera, claro. Pero no se refería a la arquitectura, ni al paisaje, ni al nivel de los corredores, sino a la cara de pasmados que poníann los que nos veían pasar. En la Behobia-San Sebastián -decía-, la gente no para de animar y aplaudir, mientras que aquí te miran como si no entendieran lo que pasa.
No sé que habrá pensado el colega en el último kilómetro que discurría por el paseo peatonal junto al Guggenheim de Bilbao, pero me temo que algo mucho peor. Allí la gente no es que estuviera pasmada al paso de los corredores populares, sino que parecía que les molestáramos en su paseo dominical pues se metían por en medio de la carrera sin importarles, no ya la posibilidad de tropezar y hacer caer a algún fatigado corredor, sino hasta el propio orden (y belleza) del evento.
Como de Vitoria, Pamplona y Logroño no puedo decir en ese sentido mas que pestes, para dejar buen sabor de boca traigo el recuerdo de la última Maratón de Valencia, en la que al pasar por una de las calles situadas más o menos hacia el km 12 o así, vi un cartel que me emocionó. Decía así:
ESTAMOS ORGULLOSOS DE QUE LOS MARATONIANOS PASEIS POR NUESTRO BARRIO.
No parecía un barrio muy elegante, pero no me cabe duda de que los que pusieron aquella pancarta lo convirtieron aquel día en uno de los lugares más “distinguidos” del mundo.