Es una pena que La Rioja -el periódico local de esta provincia antes llamada Logroño y ahora llamada como el periódico- no haya volcado en la red lo único interesante que, escondido en el suplemento Agro, ofrecía ayer a sus lectores, esto es, el largo y documentado artículo del antropólogo Iñigo Jauregui titulado Centrodeinterpretacionitis. Y es que el alcance del artículo y de la epidemia que comenta transcienden con mucho el ámbito de lo local. Sólo la lista de nombres que ofrece Jauregui ya es de por sí muy divertida pues, como si se tratara del juego de la oca, podemos saltar del Museo de la Identidad del Queso en Casar de Cáceres al Centro de Interpretación de la Octava del Corpus de Peñalsordo en Badajoz, o del Centro de Interpretación de la Guerra de las Comunidades de Torrelobatón en Valladolid al Museo de la Lechería de La Foz del Fortín en Asturias, y tiro porque me toca. Pero con todo, la lista de sugerencias que ofrece es muy corta, pues como es habitual en Jauregui, lo que cuenta suele ser fruto de su experiencia viajera y memorística. Póngase en el buscador del google “Centro de Interpretación” o el más rebuscado de “Museo de Identidad” y véase lo que sale. Es impresionante.
Como es propio de antropólogos, el artículo tiene más seriedad argumental que sorna sobre la basura cultural que aportan ese tipo de instalaciones, pero aún así se lee mucho mejor que todos esos paneles de los Centros de Interpretación que no interpretan nada, describen sin orden ni jerarquía y ofrecen por lo general una cartografía lamentable.
Sólo hacia el final del artículo se hace referencia a lo que en este blog nos interesa cuando deja caer que la mayor parte de los edificios en los que se vienen ubicando los “Centros de Interpretación”, “Observatorios” o “Museos de la Identidad” suelen ser absurdos, mal diseñados o faltos de interés.
Yo no me había dado cuenta de que con estos nuevos usos había nacido una nueva tipología de edificio, pero a partir de ahora pienso recopilar información gráfica al respecto. De entrada dejo caer la hipótesis de que los “Centros de Interpretación” seguramente no sean otra cosa que pequeños remedos de los pabellones nacionales de las Expos, es decir, esos juguetitos arquitectónicos (follies) de arquitectos de prestigio hechos para que los países de todo el mundo se conviertan durante unos días en agencias nacionales de turismo.
Pero ya puestos a pensar en follies y a bucear en los recuerdos, me viene a la memoria una sorprendente parada que hice el verano pasado de regreso de Alemania en una gran gasolinera/parque que tenía algo así como un “Centro de Interpretación del Jura” con casetas de cartón piedra hechas sobre tres diseños de Ledoux. Pocas veces he sentido más vergüenza del actual protagonismo mediático de la arquitectura y de su historia. Bueno sí, cuando visité la neocueva de Altamira de Navarro Baldeweg. También esa fue una dura experiencia cultural, sociológica y arquitectónica (aunque gracias al escrito del día 30 de septiembre en www.albertoadsuara.blogspot.com , al menos ya se puede compartir).
A la “puerta del Parc de Bourneville” (foto 2) le habían hecho una columna menos que en el diseño de Ledoux, pero a cambio tenía unas cuantas máquinas expendedoras y muchos anuncios. La “vivienda de los leñadores” de su ciudad ideal (foto 3) funcionaba como caseta de aperos de los jardineros, lo que parece muy propio. Y en el “taller para la fabricación de círculos” (foto 1) estaban los principales paneles de “interpretación” de la comarca y del propio Ledoux.
No recuerdo gran cosa de lo que vi y no sé si alguien descubrirá a Ledoux gracias a este parque/gasolinera/centro temático, pero lo que si recuerdo es que, tras la “interpretación” constructiva y divulgativa que se hacía allí del gran arquitecto revolucionario, casi hubiera preferido no conocerle. O por lo menos, no haber parado en aquel espantoso lugar a echar gasolina.