A excepción de un par de docenas de arquitectos famosillos, la nuestra es una profesión de desconocidos, ignorados y silenciados. Quizás por eso mismo, dar con un libro titulado “Diccionario de Arquitectos Desconocidos, Ignorados y Silenciados” es todo un hallazgo.
Recopilado por el profesor de Composición Arquitectónica de la Escuela de Alicante, Juan Calduch, y editado por el Colegio de Arquitectos de Valencia, da pena que tan sólo tenga noventa y nueve entradas cuando los arquitectos desconocidos, ignorados y silenciados podrían contarse por centenas de millares.
A la vista de tan corto número de elegidos y de la extraña singularidad de los primeros personajes que pueden leerse en una inicial hojeada del libro, enseguida sospechas que lo que el autor pretende no es otra cosa que rescatarlos del olvido y el silencio e incorporarlos así, gracias a sus esfuerzos de investigación y a unos breves y brillantes relatos biográficos, al olimpo de los arquitectos que ya están en los diccionarios de la Historia.
Pero en cuanto vas por el cuarto arquitecto y ves que el esquema literario con que están construidas las vidas de tan singulares y desconocidos arquitectos es muy parecido, y que el libro no da la más mínima fuente documental, caes en la cuenta de que estás siendo objeto de una broma.
No soy aficionado ni a la ficción ni a las bromas, pero tampoco me molestan mucho. Celebro que la gente tenga imaginación y sentido del humor, pues en el mejor de los casos hasta puede uno contagiarse.
Digo que no me gusta a mí hacer bromas a nadie, pero el caso es que en cuanto me sentí engañado me acordé de los eruditos y anónimos blogeros que suelen hacer comentarios a los escritos de Félix de Azúa en el www.elboomeran.com , y precisamente por esa doble condición de anónimos y de eruditos me parecieron el objetivo perfecto para trasladar la broma de la que había sido yo víctima. Y así escribí el comentario que puede leerse en el boomeran del 7nov06 a las 11: 55.
Sin embargo, una vez que lo leí en la pantalla del ordenador, me di cuenta de que la broma podría también alcanzar a todos esos otros lectores mucho más discretos que como aún tienen cierto respeto por su nombre y les parece una impostura escribir anónimos, se guardan muy mucho de apostillar a Azúa. Y de ahí este LHD.
Pero más allá de mi pequeña inocentada he podido ver que la broma de Calduch ha llegado también a la enciclopedia wikipedia, donde ya pueden encontrarse algunas entradas con el nombre de los imaginarios arquitectos de su librito. Esto ya me parece un poco más grave, aunque para crédito de wikipedia puede leerse a final de dichas entradas que, o se aporta en breve documentación sobre tales arquitectos, o serán suprimidas de la enciclopedia. Felicidades a wikipedia y motivo también para este LHD.
Con todo, y si cae el libro por sus manos, no se pierdan el autorretrato que Juan Calduch parece hacer de sí mismo nombrándose en la última entrada del diccionario como Ignacio Zurumea (un buen nick para jugar al anonimato en internet…): “profesor que inventaba autores y edificios para ilustrar las más disparatadas teorías, con el consiguiente regocijo de sus alumnos y escándalo de sus compañeros académicos de claustro”.
El humor de Calduch, sin embargo, no parece ser tan consistente en la vida real como en la fingida. Rastreando con google he encontrado también un artículo suyo de 2004 sobre el edificio de la Copa de América (v LHDn81) en el que se muestra muy irritado ante la invención de Chipperfield, a la que le cuelga el anatema de “despotismo inculto”.
La crítica es tan difícil como la creación, así que hay que probar y probar hasta que salga algo consistente -con eso no me voy a meter. Pero en el humor hay que andarse con más cuidado, pues como suelen decir los expertos (en humorismo), se trata de un asunto muy serio.