jueves, junio 07, 2007

BARRO Y VIDEO







Si uno se entusiasma con alguna cosa y luego se calla o es incapaz de contárselo a quien está a su lado, ése no vale para profesor. Sobre esa base valoro yo este trabajo mío (un trabajo, ay, en el que de vez en cuando tenemos que valoraciones, pruebas u oposiciones, bajo directrices bien distintas).

Ahora bien, para contar algo que nos ha entusiasmado y llegar hasta el otro, se requiere cierta proximidad, y por ello, mi segundo principio en materia pedagógica es que cuanto menos tiempo pase entre el descubrimiento y la comunicación o cuanto más próximos vitalmente sean el emisor y el receptor, mejor enseñanza. Siempre he dicho que el mejor profesor para las matemáticas de tercero es un buen alumno de cuarto que las acaba de aprobar.

Es por todo ello que cada año que pasa me cuestiono mi trabajo en la enseñanza, porque no sólo me alejo generacionalmente de mis alumnos sino que las cosas por las que me intereso son cada vez más extrañas a los contenidos básicos y elementales que hay que contarles.

Pero mientras yo envejezco y los alumnos se mantienen constantes en los veinte años, de tanto en tanto entran en el claustro generaciones de profesores de edades intermedias que traen nueva sabia y ante los que hay que estar muy atentos. Al principio suelen llegar muy creídos de sí mismos, orgullosos de su nuevo estatus y bastante ajenos a los que les han precedido, pero poco a poco se les empiezan a bajar los humos y van dando lo mejor de sí.

En la Escuela de Artes y Oficios donde trabajo y a medida que el hueco generacional entre los alumnos y yo se va agrandando, el número de profesores jóvenes lógicamente se incrementa. La natural discreción me impide hacer una relación exhaustiva de las virtudes de todos ellos, pero dado que en estos días algunas de sus cosas son tema de actualidad me gustaría simplemente reseñar las alegrías que me vienen dando los del sector del barro y del video.

Cuando entré en la Escuela y ésta era del MEC, teníamos un trozo de ella cedido a un taller de Cerámica ligado a la Comunidad Autónoma que impartía Pilar Uruñuela, y que siempre se me antojó cosa de manualidades. El librito recopilatorio sobre los trabajos de los 25 años de ese taller que se acaba de editar muestra, sin embargo, algo más que ganchillos en barro.

El taller de Pilar salió de la Escuela y la Cerámica pasó a ser enseñanza reglada. José Angel Martín fue tirando de ella y yo no había reparado mucho en sus tareas, pero ante las últimas cosas que van haciendo, me pega que hoy por hoy se está convirtiendo en la vanguardia creativa de este centro.

Por otro lado, en la “Sala Pequeña” (una iniciativa estupenda de los profesores jóvenes de la Escuela) el profesor Pablo Andreva ofrece estos días una video-instalación que también me ha dejado muy sorprendido. Si en la anterior exposición (la de los Proyectos Finales de los recién graduados) se pudo ver el avance de un alegre clip muy original que Pablo estaba preparando para la promoción de la propia Escuela, en la Sala Pequeña ofrece una mezcla de imágenes, música y montaje que me lleva a pensar también que entre los territorios por los que yo voy y los territorios por los que llevo a los alumnos, hay otros campos creativos a los que tengo que prestar más atención.

El barro y el video son soportes que no conozco y apenas entiendo, así que no puedo criticar ni valorar nada; pero como me han sorprendido, y hasta entusiasmado, voy y lo cuento. Al menos, como muestra o señal de que aún me siento profesor.