Los post que vengo colgando sobre los arquitectos logroñeses son simples “presentaciones” y no estudios serios y rigurosos de sus biografías profesionales, ni mucho menos crítica o valoración global sobre su obra. Yo todavía no sé muy bien qué es un blog y el alcance que puede tener lo que aquí voy publicando. Arcadi Espada dijo hace cosa de un año en la casa de los periodistas de Logroño que mientras no se demuestre lo contrario, todo lo que se publica es internet es falso y anónimo, así que nadie pida responsabilidades por ello. Yo no me canso de decir que uno asume sus responsabilidades con su cuerpo, y que ese cuerpo tiene un nombre, un origen, unos vínculos y un lugar, y que todo ello conforma una realidad entendible, una realidad humana. En el bando contrario están los “idealistas” que dicen que se puede escribir sin nombre porque lo que vale son los textos y las opiniones en sí. En el blog de Félix de Azúa traté sin éxito de denunciar esa virtualidad “idealista” y ni siquiera el autor me echó una mano. Preparando el camino al nuevo anonimato absoluto, llevamos ya casi un siglo de experiencia ocultando nuestras responsabilidades personales en las siglas de una empresa o en la burocracia de una institución. La escritura de ficción lleva muchos siglos más tratando de jugar entre lo que piensa el autor o lo que dicen sus personajes, y por si fuera poco, los mejores ensayistas actuales, descreídos ya de su labor, suelen hacer citas o referencias históricas falsas para reírse del género y de los historiadores más engreídos. Nuestro destino es no saber nunca lo que es verdad, o más bien, tener sólo un mínimo acceso a ella a través de ímprobos esfuerzos, o por azar, o acaso, gracias a algunos guías que… no siempre son de fiar.
El que quiera entenderlo que lo entienda, y el que quiera seguir leyendo el blog, allá él con el juego y su responsabilidad.
El caso es que presentando el otro día a Quintín Bello, hice un listado provisional de su trabajo y como me dejé algunas de sus obras, un buen amigo me señaló cuando menos dos que él sabía. Yo estaba seguro de que me había dejado muchas más, y algunas muy importantes, así que hoy cuelgo otras pocas para colmar ese rigor y seriedad que algunos aún buscan en estas páginas virtuales.
Fijaros si son importantes estas obras, que configuran una de los puntos más céntricos de Logroño, nada menos que la esquina entre la Gran Vía y la calle República Argentina. Son el cine Olimpia, las casas de Gran Vía 19 y 21, y RArgentina 1. Sólo el primero ha desaparecido pero las otras tres aún continúan en pie. Los cuatro edificios se construyen prácticamente a la vez entre 1927 y 1928 y he encontrado una foto aérea preciosa (la que abre este post) en la que pueden verse justo en el momento en que se están construyendo.
También en la misma foto puede verse a su derecha el Convento de las Carmelitas, que era en realidad lo que yo andaba buscando en esta foto (se puede ampliar un poco clickando sobre ella).
El gran paquete que construyó Quintín Bello al final de su vida profesional en el exterior de la ciudad es como el contrapunto a los dos espacios urbanos que abrió en su interior, y que como dije en el post de su presentación, constituyen lo más importante de su “legado”. No son ni edificios populares ni burgueses, y han acabado por ser los compañeros de viaje del pujante Logroño desarrollista que se representó a sí mismo en la Gran Vía a finales de los años sesenta.
La obra de Quintín es así de confusa, contradictoria, imperfecta y desnortada. Por eso creo que es un buen exponente para ilustrar la propia confusión por la que pasa la ciudad o por la que pasan los escritos sobre la ciudad.
Y ya puestos, hasta puede ser una buena ilustración para las reflexiones con las que abría el post de hoy en este blog.
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Jesús Angel García Gamarra me pasa (julio del 2015) desde Haro la información de que Quintín Bello fue arquitecto municipal de Haro antes que serlo en Logroño y que allí les dejó una obra maestra del modernismo en La Rioja: Calzados Prieto.