martes, octubre 31, 2006

73. EL EXTRAÑO CASO DE LOS DEPÓSITOS MUNICIPALES




Cuando investigando datos de arquitectura e historia de la ciudad, das de un modo accidental con un asunto turbio, próximo a lo delictivo, te entra un cierto temblor como si de repente tu tranquila lupa de paciente observador se hubiera convertido en la de un Sherlock Holmes. Es lo que me ha pasado con el desaparecido edificio de los Depósitos Municipales, un uso que parece encajar bastante bien con asuntos de misterio.

Recordemos su emplazamiento, justo a continuación de las Escuelas de Juanita Madroñero (v LHDn66) en esa calle nacida sobre el eje perpendicular a la Puerta del Revellín que, sin embargo, iba a morir enseguida al encontrarse con la diagonal del camino de Fuenmayor (hoy calle Sagastuy). Y recordemos su fisonomía: con el mismo esquema de pabellones y cuerpo central que el edificio de las Escuelas, a diferencia de la sobriedad de líneas de éste, los depósitos municipales se proyectaron con un poco más de alegría o movimiento en fachada y cubiertas, expresión de esa ciudad burguesa que empezaba a estar confiada en sí misma.

Si nos paramos a pensar en ese medio siglo que va desde el derribo de las murallas de la ciudad hasta la entrada del siglo XX, da la sensación de que la pequeña Logroño, incapaz de generar un ensanche burgués, se dedica a colocar extramuros todas los equipamientos de la nueva ciudad industrial, imposibles de situar en su casco histórico por más que derribaran los conventos. Justo al Este de la ciudad, se sitúan el Instituto Sagasta, el Hospital Provincial, El Cuartel de Caballería, y muy pronto, la Escuela de Artes y Oficios, el Colegio de la Enseñanza y el Servicio Doméstico. Y en el lado Oeste, además de las Escuelas de Juanita Madroñero y los Depósitos Municipales al que hoy prestamos especial atención, un frontón, El Gobierno Militar, el otro Cuartel de Infantería, la Guardia Civil, El Hospital Militar, La Beneficencia, la Cárcel, etc. Es impresionante ese gran esfuerzo urbano en equipamientos; un esfuerzo que va a vertebrar la ciudad durante casi todo el siglo siguiente.

Como tantos otros grandes edificios de finales de siglo en Logroño, el proyecto de los depósitos municipales lo realiza Luis Barrón en 1899. La aportación de Barrón es tan importante a esta ciudad, que parece increíble que no se haya escrito nada sobre este personaje y sobre su obra. Se sabe que fue profesor de dibujo en la Escuela de Artes y Oficios y hay de él una fotografía en la que aparece tocando la guitarra y cantando junto a otros compañeros de la Escuela (sólo por eso ya me resulta tan simpático y familiar). La calle que se construyó sobre el viejo camino que salía hacia el Oeste de la ciudad se llama Luis Barrón, pero no se le dedicó a este arquitecto sino a un homónimo, mediocre y refitolero “poeta” de mediados del siglo XX, que publicaba sus versos en la revista La Rioja Industrial. Según consta en el buen almacén de datos sobre arquitectura y arquitectos publicado por Inmaculada Cerrillo con el título de la “Formación de la Ciudad Contemporánea, Logroño 1850-1936”, Luis Barrón murió en 1909.

Y aquí viene el misterio, porque en 1915, con la misma fachada que había dibujado Barrón hay en el Archivo Municipal un proyecto firmado por Quintín Bello destinado a Escuelas -que también recoge I. Cerrillo en su libro (p 84 y 85) y que hasta describe detalladamente (supongo que a la vista de la planta) como si se hubiera construido. Obviamente la planta difiere en las funciones, pero el alzado es calcado del de Barrón. He leído la memoria del proyecto de Quintín y no menciona para nada el proyecto de Barrón, y sin embargo habla largo y tendido de la idoneidad del lugar elegido para la construcción de “sus” escuelas, es decir, el de los depósitos. ¿No se construyeron los depósitos de Barrón cuando se proyectaron? ¿cómo es que las escuelas de Quintín llegaron hasta nuestros días como depósitos?

Hay un par de datos más que abundan en la diversidad de usos de este edificio pero que no resuelven los misterios planteados. En los años cuarenta, y ante la saturación de las Escuelas vecinas, algunos de los depósitos se adaptaron como aulas; y en el momento de la demolición, a finales de los ochenta, buena parte del cuerpo frontal del inmueble estaba utilizado como cuartel general de los Bomberos.
Del momento en que se construyó y del extraño caso del plagio de la fachada no tengo más información, así que dejo el caso para algún otro investigador que no haga ascos a ejercer de detective.