viernes, febrero 09, 2007
125. CIUDAD REAL
“El nuevo Ayuntamiento de Ciudad Real es obra del arquitecto moderno don Fernando Higueras Díaz. Preside la Plaza Mayor de esta ciudad manchega, cuya factura es -era-, de gran sencillez y modestia, y la cual había quedado milagrosamente a salvo del proceso de depredación urbana que ha destruido el centro de la ciudad. Para justificar este irremediable olvido, se ha construido el edificio municipal en cuestión, que da a la plaza un aire flamenco muy acorde con estas latitudes. Claro es que, como la vulgar arquitectura manchega de la plaza supone una agresión al buen gusto y un pobre marco a tan esforzado empeño, el Ayuntamiento ha tomado la loable decisión de ordenar las fachadas de la Plaza Mayor de manera que éstas imiten la de la sede municipal. Así, cuando dentro de unos pocos años todos los edificios hayan sido renovados, las buenas gentes de Ciudad Real podrán darse una vuelta por Brujas sin salir de su ciudad. Original y encomiable procedimiento de entrar en el Mercado Común, que evita las farragosas y siempre ingratas negociaciones entre expertos. El señor Higueras se hace así merecedor de la gratitud manchega por la -suponemos- generosa y desinteresada donación que a su favor hace del sagrado derecho de propiedad intelectual”.
Esto escribía con fino sentido del humor en el número 20 de la revista Boden un tal Alvaro Hernández y lo publicaba, “compartiéndolo plenamente”, la revista 2C Construcción de la Ciudad en su número 13, de mayo de 1979, con el siguiente comentario:
“Resulta particularmente aleccionador el destino de esa “gran estrella” de la arquitectura española contemporánea como es Fernando Higueras. La espectacularidad como sustituto del rigor, el desaforado personalismo y la ignorancia del carácter de la arquitectura en relación al significado colectivo de la ciudad, caracterizaron a muchas arquitecturas de los años 60 y principios de los 70. Estas mismas premisas coherentemente llevadas hasta sus límites, han implicado finalmente a Higueras en empresas como este Ayuntamiento de Ciudad Real”.
En julio de 1980 estuve en el escenario del crimen e hice la foto que muestro arriba, en la que se puede apreciar el edificio del nuevo Ayuntamiento al fondo, y a la izquierda, la nueva fachada gótico flamenca de la casa propuesta como pauta o modelo para las demás.
Con la perspectiva de veinticinco años y con todo lo que he podido leer sobre arquitectura, me sorprende que textos tan elementales como el Alvaro Hernández estén mucho más frescos en mi memoria que toda la pedantería literato-arquitectónica que he tenido que tragar. Y por eso lo reproduzco y lo traigo aquí: porque se conserva tan bien como el tipo aquel del neolítico que apareció en el glaciar de Innsbruck.
Lo que ha envejecido de una manera brutal, sin embargo, es el comentario editorial de los arquitectos de 2C (como no lo firma nadie es de suponer que fuese de Salvador Tarragó o de Carles Martí). Higueras no era un rancio fenómeno de la arquitectura de los artistas forjados en el franquismo, como parece desprenderse del texto, sino un adelantado a su tiempo: “la espectacularidad como sustituto del rigor, el desaforado personalismo y la ignorancia del carácter de la arquitectura en relación al significado colectivo de la ciudad” son la mejor definición posible del programa triunfante de la arquitectura de los últimos veinticinco años, ejemplificado y divulgado una y otra vez por todas y cada una de las revistas de arquitectura, fuesen éstas de empresas privadas o de colectivos institucionales (¡ay!).
De haber habido muchos más Alvaros Hernández y muchos menos arquitectos bobos, es posible que la crítica de la arquitectura hubiera llevado a ésta por otros derroteros. Pero la sentencia de la historia es ya inapelable.
Voy a tener que rascarme mucho la memoria para poder ofrecer otra ocasión en que una revista de arquitectura recoja en sus páginas un comentario tan simpático como el de Alvaro Hernández –el héroe del LHD de hoy.