miércoles, febrero 28, 2007

138. JMPV







Antes de dar por cerrado el asunto del concurso de las seiscientas viviendas de Pradoviejo que ganó Toyo Ito (v LHDn 85 y LHDn129) es preciso comentar también, aunque sea de pasada (o aunque me vaya por las ramas) algunas de las propuestas perdedoras. Más que nada, porque los derrotados en los concursos de arquitectura suelen aceptar mal los fallos de los Jurados, y a la que pueden, colocan sus proyectos rechazados en la primera ocasión que les sale al paso. Por poner un ejemplo, y por si se me olvidó decirlo, el Ayuntamiento de Ciudad Real de Fernando Higueras (v LHDn125) fue un encargo inmediatamente posterior a su participación en el concurso del Ayuntamiento de Amsterdam…, ay, ay, ay, ay, así que le salió con cierto aire a Países Bajos… Otro ejemplo es el rascacielos que Zaera quería colocar en Triana, retal del concurso de la zona cero de Nueva York vestido de sevillana, y así sucesivamente. Hombre, ahora que lo pienso, la idea daría para una tesis doctoral. Ánimo, profesores de la Uni.

Aunque también hay que reconocer que tal y como se organizan y notician actualmente los concursos de arquitectura, algunos de los concursantes ya obtienen cierta compensación con la publicidad que les dan los periodistas. Que el periódico oficial, aunque sea local, te ponga durante varias semanas junto a Toyo Ito, Chipperfield, MRVD o Perrault, ya es premio más que suficiente para muchos. De todos modos, y por si acaso, siempre hay que estar atento a ver qué pasa con sus propuestas. Por eso fotografíe algunas, sobre todo las más atrevidas. Como la del arquitecto navarro logroñés Jesús Marino Pascual Vicente, por ejemplo.

La amistad y la convivencia ciudadana -decía en el LHDn17- no son buenos mimbres para la crítica de arquitectura, así que durante mucho tiempo me he abstenido de criticar a mis vecinos y colegas de profesión y he preferido que se pudieran ver reflejados en la crítica hacia otros arquitectos que van de figuras por el mundo. Pero eso no fue suficiente cautela. En primer lugar, los de dentro podían ser amigos de los de fuera, como en el caso que me costó la dirección de elhAll. Y en segundo lugar, algunos compañeros empezaron a decirme hace años que algunos arquitectos de dentro no me perdonaban el hecho de que no les elogiara a ellos de vez en cuando. Centrándonos en este segundo caso, yo nunca les quise creer, porque pensaba que mi silencio era suficientemente elocuente; pero tampoco pude entender nunca porqué Jesús Marino Pascual Vicente, a quien tenía por amigo, y de quien no había criticado más que algunos aspectos de su política colegial y nunca su obra arquitectónica, intentase en dos ocasiones, y con gran éxito, aniquilarme como crítico de arquitectura, es decir, en mi obra profesional. La primera está en la edición impresa de elhalln45, y en ella decía que le parecía muy mal que yo me “realizara” en la labor crítica; la segunda, publicada en elhAlln83 con el título de “Crónicas Marcianas” y con sus comparaciones imaginables, se puede leer también en la página del COAR en internet: http://www.coar.es/cultura/elhall_fr.htm.

Como el hombre de los cuatro nombres va de bueno y de majo por la vida (de boy scout decía otro), quiso hablar conmigo después publicar este último artículo, pero yo se lo dejé bien claro: primero una rectificación por escrito de la parte de insultos y descalificaciones personales en el mismo medio, y luego las cervezas. Pero como para eso hace falta ser algo más que lobato, la convivencia se rompió y, aunque como decía Canetti, ello me deja la lengua absuelta, no es mi intención ahondar la herida personal, sino más bien retomar el punto de partida: si Jesús Marino es para mi círculo de convivencia profesional alguien tan lejano como un arquitecto de Japón, y encima empieza a ir de figura, ya puedo hablar sin mayor cortapisa de sus edificios y proyectos. Por ejemplo, sobre su propuesta para el concurso de las seiscientas viviendas cuyas imágenes se muestran arriba.

La idea de cruzar los bloques arquitectónicos como si fueran tizas o madera en secaderos es muy costosa pero no es nueva. La tercera imagen que muestro aquí la he extraído de un impagable librito de editorial Stylos titulado “Arquitectura Contemporánea en Europa Oriental”, publicado justo antes de que se cayera el muro de Berlín, y es del “edificio de la administración para la sección de puentes y carreteras” en Tblisi, capital de Georgia, del año 1976 (el nombre de los arquitectos no tiene mayor interés reproducirlos). El edificio es tan estrambótico que el amigo Juan Freire lo sacaba hace unos días en su blog como ejemplo de locura arquitectónica en donde “la realidad supera a la imaginación” (foto 4). Hombre, por tratarse de un edificio destinado a oficinas para hacer puentes, en un país comunista (o sea, amordazado) y por estar ubicado en una ladera tan abrupta, aún le veo algún sentido. O por lo menos más lógica que la propuesta de Jesús para viviendas sociales mínimas, en un solar completamente llano, y en un país donde (al menos teóricamente) existe la posibilidad de hacer crítica de arquitectura. Aumentar la envolvente de un edificio y complicar sus estructuras para que los espacios liberados a cota cero se conviertan en lugares desolados (véase lo que pasa a nivel de calle en la foto 4) no es una idea muy brillante que digamos por mucho que luego los pinte de colorines a la moda holandesa. Claro que…, con lo atontada que está la administración y lo listos que suelen ser los jurados, hasta pudo haber colado… ¡O puede colar a la siguiente....! por lo que conviene darle difusión y estar atentos.