Poco antes de llegar a Burdeos yendo por la autopista hay en su mediana una larguísima fila de farolas que tienen forma de Y griega, con la particularidad de que el ángulo de la V superior se va abriendo y cerrando paulatinamente. Si las miras fijamente (y evitas salirte de la autopista o darte con el coche de delante) el efecto visual viene a ser algo así como el aleteo de un gran pájaro que te acompañase en tu viaje. Semejante chorrada no podía ser sino obra de un arquitecto, un tal “Macintos” o algo así, según nos dijo el guía del viaje que hicimos a Pessac con el Colegio de Arquitectos Vasco Navarro en la primavera del 2001.
Me vinieron a la memoria esas farolas cuando hace unos meses ví que mi querida Gran Vía se estaba también “adornando” (y profusamente) con farolas en Y, pero sentí un cierto alivio cuando comprobé que, por lo menos, no aleteaban. En principio me pareció que simulaban la simple horquilla de un sufrido árbol logroñés, es decir, de esos que los podan dejando tan sólo el tronco y un par de ramas, pero un amigo me las comparó en una carta con los árboles de los ahorcados y les volvieron a salir fantasmas.
Ya empezaba a acostumbrarme a ellas y a olvidarme de los ahorcados cuando justo el día de San Valentín, se le ocurre decir al concejal del PSOE Vicente Urquía que son poco éticas porque en las mediciones del proyecto el arquitecto las bautizó como “Yolandas” en amoroso cumplido a su mujer. Maldita crítica la del socialista, además de equivocada, porque no es un problema ético, sino poético, y eso se agarra mucho más a la memoria. Ya no sé la de años que tendrán que pasar para no ver la Y de Yolanda repetida hasta la saciedad por toda la Gran Vía como si se tratara del ingenuo y pelmazo mensaje de amor de un adolescente. De todos modos hace falta ser canalla para pillar a alguien poniendo mensajes de amor a escondidas y usarlos como arma política arrojadiza. ¡Cómo son los socialistas...!
La primera solución que se me ocurrió para arreglar el entuerto de Urquía fue acudir a los remedios de aquella concejala medio socialista de medio ambiente, ahora columnista feliz del diario oficial, la señora Salarrullana, quien seguramente les pondría un tiesto colgando en cada brazo.
Imaginándomelas tan cursis seguramente se me olvidarían las malas historias anteriores.
Pero cuando ya tenía esta nota medio escrita ha venido Rosalía en mi auxilio con una solución mucho más eficaz: al pasar esta mañana por allí me ha dicho que se parecían a esas horribles filas de molinillos de viento que “adornan” desde hace unos años las cresterías de nuestras montañas. No es que me encante la idea de que la Gran Vía se nos eche al monte, pero a fuerza de hacer comparaciones es posible que se vayan aminorando todas las malas referencias anteriores, esto es: la de la chorrada del francés, la de los árboles extremadamente podados, la de postes para ahorcados, la de las pintadas de un arquitecto enamorado, la de la indiscreción canallesca de un político socialista o la de una oportunidad de lucimiento para aquella famosa concejala de tiestos.
Espero que al menos den luz. Que es para lo que se plantan los molinillos esos.