jueves, marzo 01, 2007

139. ESTILO Y DECORACION INTERNACIONAL








La semana pasada anuncié en el LHDn134 la publicación de algunas fotos de un esperpéntico libro de la editorial Gustavo Gili titulado ESTILO Y DECORACION INTERNACIONAL, y no quiero hacer esperar más a mis inquietos lectores. El libro tiene doscientas y pico páginas, y a un promedio de dos fotos por página, calculo que debe de haber algo así como quinientas imágenes del pelo de las que muestro arriba. Una colección extraordinaria.

Tengo que decir que el libro no es mío. Estaba en la biblioteca de la Escuela de Artes y Oficios donde doy clase, y cuando me topé con él lo retiré cuidadosa y sigilosamente al armario con llave de mi clase para que los alumnos no tuvieran acceso a él. O por lo menos, para que no lo tuvieran hasta que se hubieran hecho un poco más mayorcitos. Como con la pornografía, vamos.

En realidad lo único engañoso de este libro es el título, porque alude a un estilo, uno, y una decoración, una, que califica de “internacional”, es decir a un calificativo arquitectónico que nació como idea del no-estilo y la no-decoración. Lo “internacional”, o incluso, la “internacional” eran una ilusión política y el nombre de un ferviente himno comunista, progresista, libertador, de clase, y todo eso. Pero por lo visto el autor del libro, el tal Wolfgang Schwarze no se enteraba de nada y usó el calificativo “internacional” en su sentido más elemental, esto es, como procedente de muchas naciones. Como pronto advierte el lector curioso que abra sus páginas y lea la banal introducción, el error más grave del título no está en el calificativo final sino en el uso del singular para los nombres así calificados. No es el libro de un “estilo” y una “decoración” determinados sino que, como el noventa y nueve por ciento de las publicaciones sobre decoración, es todo un batiburrillo desordenado de fotografías espantosas y pies de fotos no menos calamitosos. Sobre el catastrófico panorama de las publicaciones de decoración escribí hace tiempo un articulillo para el diario local titulado algo así como Arquitectura del Corazón o Delcoración, que espero recuperar para el tercero de los blogs asociados a éste cuando acabe de colgar Una Voz en un Lugar. Dadme tiempo.

Pero lo que me interesa hacer aquí no es una pira de las publicaciones de decoración, sino tomarme un poco de venganza contra la editorial Gustavo Gili, considerada en el mundillo de la arquitectura como “muy prestigiosa”. A la Gustavo Gili les envié la miscelánea de artículos recogidos en Una Voz y el manuscrito del Manual de Crítica, y en ambos casos me los devolvieron con la misma carta de “muy interesante su libro pero no entra en nuestra programación editorial”. Vaya, como si mis escritos trataran de submarinismo.

Es curioso cómo cambia la relación de uno con las editoriales cuando trata de meter las narices en ellas. En fin, como con la Gili ya me doy por satisfecho con esta pequeña venganza y con la del otro día (la del libro de la arquitectura y su revolución digital), paso a contar el episodio de mi relación editorial con Herralde (perdonadme si lo he contado ya alguna otra vez y me repito). A éste también le envié los dos libros mencionados, pero a pesar del glamour de su tupé y de lo elegante que siempre lo muestran los media, no tuvo conmigo ni la cortesía de esas mínimas cartas de rechazo. Para tomarme un poco de venganza por mi mano, cargué las tintas contra el librito que editó de Oscar Tusquets, “Dios lo ve” (véase reseña en Archipiélago n 45) ¿y sabéis cual fue su respuesta? pues retirar su publicidad de esta revista durante unos cuantos meses. Para que se vea cómo las gastan estos “prestigiosos” prohombres del mundo editorial.

Cuánto mejor -digo yo- que estuvieran en el negocio inmobiliario. O mejor dicho: cuánto mejor que el mundo libre de la cultura (al menos arquitectónica) no hiciera tantas distinciones entre esos dos tipos de negocios: el inmobiliario y el editorial.