Con las paradas de autobuses me pasa lo mismo que con las entradas a recintos, que suelen estar junto a carreteras donde es peligroso parar a hacerles una foto. Algunas, por lo tanto, sólo las retengo en la memoria: la casita montañesa de la carretera de Reinosa a Alto Campoo, las paradas pintadas de azulete en la carretera de Sigüenza a Madrid, las de pavés que, según me dijeron, proyectó nuestra compañera Machalen en el área de Bilbao, etc etc. A otras muchas he conseguido hacerles alguna foto pero no sé muy bien dónde las tengo. Me gustaría reunirlas todas en una gran colección o incluso en un libro, pero de la misma forma que están por ahí perdidas por las carreteras, se me van a quedando también a mí perdidas por la memoria y por las más variadas carpetas.
Uno de los juegos clásicos de la arquitectura inventados en la ilustración, era proyectar una “follie”, es decir, una casita de capricho. Los así llamados por Kauffmann, “arquitectos revolucionarios” se hincharon a hacer follies. He mirado en el google imágenes y en la wikipedia a ver que traen sobre follies y me he llevado una gran decepción. Sólo he encontrado el término referido a las que hizo Tchumi en la Villete, y en el texto explicatorio define las follies “como pequeños pabellones que se ponían en los jardines románticos del siglo XIX”. Vaya flojera. Se ve que como a los arquitectos de renombre se les permite ahora construir gigantescos caprichos (sean importantes museos, óperas, puentes o viviendas de seiscientas en seiscientas) el término ha caído en desuso. Así que lo más parecido a una follie en nuestros tiempos, bien puede ser una parada de autobús.
Mi contacto con este tipo de follies fue muy primerizo pues Moneo nos puso, como examen final de curso en Composición de segundo de arquitectura, proyectar una parada de autobús enfrente de la escuela, y que además incluyera un puesto de venta de periódicos. Me tomé el ejercicio con mucho entusiasmo, y conseguí el aprobado. No guardo los dibujillos de aquel primer pinito arquitectónico pero recuerdo que me dio por meter una diagonal que organizase un poco la tradicional cola de gente, desde una cabeza bien organizada al típico pelotón trasero, usando el espacio sobrante para el puesto de periódicos. Supongo que fue un pequeño “tour de force” con Moneo para que viera que había entendido su consejo sobre las diagonales (v LHDn130). En fin, una vieja historia de aprendizaje sin mayor importancia.
En todo caso, nada que ver aquel diseño primerizo mío con una vieja parada de autobús de mi ciudad en la que nunca he estado esperando a un autobús pero que siempre me pareció un lugar maravilloso cuando pasaba por delante de ella en coche: la de Yagüe (1). Era (es, creo que todavía no la han tirado) como un embarcadero de un barrio suburbial hacia la ciudad; el punto de encuentro más libre y espontáneo de la gente de Yagüe, el disparadero de toda ilusión urbana. En su simetría y sus detalles era como un pequeño monumento público, con el recogido espacio central para los viajeros y las dos tiendas dispuestas en sus flancos. Gracias a la Guía he podido descubrir que sus autores fueron los arquitectos Luis González Gutiérrez y Jaime Carceller, quienes la proyectaron en 1953. Nada de diagonales. Nada que ver con una follie. Tenía que haberme fijado más en ella para mi proyecto.
En el LHDn128 sobre otros blogs, contaba que en la página de Juan Freire había encontrado un enlace con un pequeño álbum de fotos de paradas de autobuses rusas que era una verdadera delicia. Os pongo aquí la foto más sobria de ese álbum (2) para animaros a abrir enlace: http://www.polarinertia.com/jan07/bus01.htm. Lo que encontraréis, sin embargo, tiene menos mucha menos seriedad. Son puras follies.
De ARCO me traje para “la colección” un par de fotos de paradas de autobús de la “artista” Ursula Schulz-Dornburg. Pongo una de ellas (3) a pesar de los brillos del cristal que la protegía. Creo que vale la pena. Qué lugar más increíble para esperar un autobús.
Y de lo que he podido encontrar de mis viajes en un primer y rápido rastreo, incluyo una de La Habana (4) junto a su maravillosa ensenada, y otra de Brasilia (5) en la destartalada (todo es destartalado en Brasilia) zona de la Universidad.
Si los lectores se animan a enviarme sus follies y sus fotos de viaje de paradas de autobús les quedaré muy agradecido. Podríamos recuperar así un viejo juego de arquitectura, y…, de paso, reírnos con más razón, o denunciar con más fundamento, a quienes están convirtiendo la arquitectura en un juego.
Uno de los juegos clásicos de la arquitectura inventados en la ilustración, era proyectar una “follie”, es decir, una casita de capricho. Los así llamados por Kauffmann, “arquitectos revolucionarios” se hincharon a hacer follies. He mirado en el google imágenes y en la wikipedia a ver que traen sobre follies y me he llevado una gran decepción. Sólo he encontrado el término referido a las que hizo Tchumi en la Villete, y en el texto explicatorio define las follies “como pequeños pabellones que se ponían en los jardines románticos del siglo XIX”. Vaya flojera. Se ve que como a los arquitectos de renombre se les permite ahora construir gigantescos caprichos (sean importantes museos, óperas, puentes o viviendas de seiscientas en seiscientas) el término ha caído en desuso. Así que lo más parecido a una follie en nuestros tiempos, bien puede ser una parada de autobús.
Mi contacto con este tipo de follies fue muy primerizo pues Moneo nos puso, como examen final de curso en Composición de segundo de arquitectura, proyectar una parada de autobús enfrente de la escuela, y que además incluyera un puesto de venta de periódicos. Me tomé el ejercicio con mucho entusiasmo, y conseguí el aprobado. No guardo los dibujillos de aquel primer pinito arquitectónico pero recuerdo que me dio por meter una diagonal que organizase un poco la tradicional cola de gente, desde una cabeza bien organizada al típico pelotón trasero, usando el espacio sobrante para el puesto de periódicos. Supongo que fue un pequeño “tour de force” con Moneo para que viera que había entendido su consejo sobre las diagonales (v LHDn130). En fin, una vieja historia de aprendizaje sin mayor importancia.
En todo caso, nada que ver aquel diseño primerizo mío con una vieja parada de autobús de mi ciudad en la que nunca he estado esperando a un autobús pero que siempre me pareció un lugar maravilloso cuando pasaba por delante de ella en coche: la de Yagüe (1). Era (es, creo que todavía no la han tirado) como un embarcadero de un barrio suburbial hacia la ciudad; el punto de encuentro más libre y espontáneo de la gente de Yagüe, el disparadero de toda ilusión urbana. En su simetría y sus detalles era como un pequeño monumento público, con el recogido espacio central para los viajeros y las dos tiendas dispuestas en sus flancos. Gracias a la Guía he podido descubrir que sus autores fueron los arquitectos Luis González Gutiérrez y Jaime Carceller, quienes la proyectaron en 1953. Nada de diagonales. Nada que ver con una follie. Tenía que haberme fijado más en ella para mi proyecto.
En el LHDn128 sobre otros blogs, contaba que en la página de Juan Freire había encontrado un enlace con un pequeño álbum de fotos de paradas de autobuses rusas que era una verdadera delicia. Os pongo aquí la foto más sobria de ese álbum (2) para animaros a abrir enlace: http://www.polarinertia.com/jan07/bus01.htm. Lo que encontraréis, sin embargo, tiene menos mucha menos seriedad. Son puras follies.
De ARCO me traje para “la colección” un par de fotos de paradas de autobús de la “artista” Ursula Schulz-Dornburg. Pongo una de ellas (3) a pesar de los brillos del cristal que la protegía. Creo que vale la pena. Qué lugar más increíble para esperar un autobús.
Y de lo que he podido encontrar de mis viajes en un primer y rápido rastreo, incluyo una de La Habana (4) junto a su maravillosa ensenada, y otra de Brasilia (5) en la destartalada (todo es destartalado en Brasilia) zona de la Universidad.
Si los lectores se animan a enviarme sus follies y sus fotos de viaje de paradas de autobús les quedaré muy agradecido. Podríamos recuperar así un viejo juego de arquitectura, y…, de paso, reírnos con más razón, o denunciar con más fundamento, a quienes están convirtiendo la arquitectura en un juego.