Mirad qué cosa tan bonita he encontrado. Estaba tirando periódicos viejos y de repente me he quedado clavado en esta foto que publicó El Mundo el 1 de noviembre del 2006. Seguramente ese día no leí atentamente el periódico, porque no la recordaba; o simplemente se me pasó, porque la noticia que ilustraba era la de una trifulca más entre los dos grandes partidos políticos del país. El PP de Andalucía denunciaba que el PSOE metía a los inmigrantes argelinos en un cuartel abandonado de la isla de las Palomas en Cádiz: “las condiciones son penosas. Las instalaciones son muy viejas y no están habitables” –decía el político denunciante, quien acababa su descripción con una comparación memorable: “es lo más parecido a su país”.
Yo ni siquiera sabía dónde estaba esa isla, así que he tenido que echar un vistazo a un atlas para hacerme una idea, y casi no doy con ella. La he encontrado con la lupa justo al sur de Tarifa. Debe de ser tan insignificante como la famosa isla del Perejil de la otra orilla. Aunque mucho mejor que mi viejo atlas es un viaje con Google Earth (gracias Google por viajes tan bonitos y baratos): clickar aquí.
Pero la puerta de ese cuartel bien vale una visita, o hasta una peregrinación, diría yo, porque es una joya de esa arquitectura abierta a la espontaneidad y al paso del tiempo que ya sólo se encuentra en ciertas ciudades italianas, como Nápoles, o si hacemos caso del denunciante, en Argelia -país que no conozco.
En algún tiempo debió ser mucho más severa, con esos dos grandes machones simétricos de poderosos sillares franqueando el hueco central, pero por alguna razón olvidada, al izquierdo lo revocaron y el derecho parece que se hundió o rebajó, quedando las molduras de su remate por debajo de la línea original. Luego, o antes, o la vez, se fueron colocando todas las demás piezas: la pequeña garita peniforme de la izquierda (minúscula, por cierto, en comparación con el machón de detrás), la garita de tejado plano (moderna) sobre el machón de la derecha, con el color a juego con la piedra y escalera de acceso a la catalana, y debajo de ella, la caseta para el perro del centinela; y finalmente, las tapias se recrecieron para acomodarse a las nuevas exigencias de protección motivadas por la construcción de las garitas. Todo un poema.
Reto a cualquier arquitecto del mundo a que intente una puerta con tal riqueza temática, volumétrica y calidad de texturas, a que no la supera.
Mi afición a las puertas de entrada de grandes recintos viene de un proyecto que el catedrático Rafael Moneo nos puso en el primer curso de Elementos de Composición del segundo año de la carrera de arquitectura, y que por lo tanto debió de ser el tercer proyecto de mi vida (el primero fue distribuir una agencia bancaria en un salón de columnas y del segundo no me acuerdo). Había que hacer la entrada a un recinto deportivo con marquesina de protección, taquilla y todo lo que se nos ocurriera que tuviese que tener, y eso me sirvió entonces para fijarme en la entrada del Adarraga, la de la Hípica y hasta la de las piscinas de Haro; y durante el resto de mi vida, en todas y cada una de las puertas de entrada que me han ido saliendo al encuentro. Un tema, dicho sea paso, rara vez trabajado por nuestra profesión con la intensidad e interés que había que echarle siendo estudiantes. Moneo nos ilustró la propuesta del ejercicio con la ondulante entrada a la finca Güell de la calle Manuel Girona de Barcelona, que por entonces estaba abandonada y medio en ruinas, y obviamente, nos dejó anonadados.
Al hilo de la comparación del denunciante del PP ahora recuerdo que en el viaje a Egipto del año pasado, pudimos ver desde el autobús un montón de entradas a cuarteles y otros recintos oficiales, primeras piezas todas ellas para una antología de la arquitectura kitch.
El problema es que no es fácil tener una buena colección fotográfica de esas entradas porque muchas de ellas las sueles ver desde las ventanillas del coche y no es cuestión de pararse a hacerles una foto. Hace tiempo que le tengo ganas a la entrada de unas bodegas que hay yendo a Oyón a mano izquierda… ; a ver si cuela, y algún buen amigo me envía una foto. Bueno, pues eso, os dejo admirando esa hermosura de la isla de las Palomas rescatada del rimero de periódicos y el contenedor de papel (y por supuesto os la amplío para que podáis descargarla a buen tamaño, coleccionarla, o ponerla de fondo de pantalla: clickar aquí); y si encontráis algo parecido, avisadme.