martes, enero 30, 2007

117. LA GRAN VÍA DE LOGROÑO








“Resulta a todas luces revelador de la pobreza crítica de esta ciudad que no haya nada escrito sobre la construcción de este extraordinario escenario urbano en el que la ciudad lanza un último suspiro por representarse a sí misma. Es cierto que en su momento pudo dominar la sensación de que era el lugar hortera y provinciano de los nuevos ricos del desarrollismo local, pero ante el avance imparable de la “no ciudad”, ya es hora de hacer justicia a la edificación de esta calle”.

Así empieza el capítulo 7 de la Guía de Arquitectura de Logroño que en breve se podrá ver ya editada en papel y con formato de libro. Sirva esta primicia como autopublicidad.

También es el caso que he sabido que el Ayuntamiento ha organizado un concurso/recolecta de fotografías de esta gran calle y que hasta una meritoria concejala ha estado en el Archivo Municipal buscando datos del origen de la misma, con vistas, imagino, a los fastos de las sucesivas inauguraciones de las obras de urbanización que recientemente se han hecho (pero que aún van a durar muchos meses).

No es mi idea todavía hablar sobre el resultado de esas obras que a la vista están, aunque ya puedo anticipar que guardo la dura crítica que el Colegio de Arquitectos hizo del proyecto porque pienso que en su argumentación metía la pata hasta las ingles: no es una urbanización subordinada al objetivo prioritario de los parkings subterráneos sino que, por el contrario, parece una urbanización excesiva y empalagosamente complaciente con el carácter de gran salón urbano.

Hubiera sido de desear que antes de hacer esas costosísimas y duraderas obras, se hubiera escrito (debatido/reflexionado, dicen/decíamos los progres) un poco más sobre el origen de esa calle, su carácter, y su actual papel en la ciudad, pero según parece los actuales deberes y entretenimientos de los arquitectos tienen otros derroteros.

Como es sabido, la Gran Vía es el resultado de la transformación de los espacios de la estación de ferrocarril en un nuevo fragmento de ciudad (¿nos suena esto a un proceso en el que Logroño va a entrar en breve?). Lo que no es tan fácil de saber es el proceso de gestión, la autoría, y la estrecha relación entre la ordenación urbanística de esta calle tan singular y el Plan General de Alineaciones de 1954-58 del que ofrecí un anticipo en el LHDn102. Mientras que en los dibujos del Plan pueden aún verse los trazados -viejo y nuevo- de las vías del tren, la ordenación de las manzanas y solares que va a liberar el antiguo trazado de la vía aparece con poca claridad y decisión.

Como no he dado con el mencionado “Proyecto de Ordenación de los terrenos resultantes de las antiguas instalaciones del Ferrocarril de Castejón a Bilbao en Logroño” lo único que puedo ofrecer son los dos planos de ordenación urbanística de la Gran Vía que muestro arriba: el plano de 1955 de la Jefatura de Estudios y Construcción del Ferrocarril que establece el gran espacio de la calle futura y los solares resultantes alrededor del mismo; y el plano de 1962 de la Comisión Gestora de los terrenos de la Estación que reparte los lotes de edificación. En cuanto a documentos escritos, el autor del Plan de Logroño, Manuel Muñoz Monasterio emitió en 1961 un informe sobre el proyecto arriba mencionado que más que informe parece ser el mismísimo proyecto, pues incluye en él todas las ordenanzas por las que se ha de regular la Gran Vía y alude en su último párrafo a los planos de acompañamiento de la parcelación y esquema de las ordenanzas especiales. De esos planos (sin firma) adjunto el claro y rotundo perfil de la edificación que la va a formalizar y el minucioso detalle constructivo que dará forma a los porches (y que, dicho sea de paso, ha sido alterado con los revestimientos de las actuales obras).

Los perfiles, rasantes y la urbanización se fueron haciendo a pedazos entre 1963 y 1965 por los arquitectos municipales Luis González y Félix del Valle, y el último de los proyectos de obras en el viario es del también arquitecto municipal José Luis Tenorio en 1973.

Los primeros expedientes de edificación dieron lugar a un buen número de consultas e interpretaciones, pero la calle se construyó con tal celeridad, que prácticamente estaba acabada diez años después con una homogeneidad que ahora impresiona.

El gran problema de la Gran Vía no fue su minusvalorada arquitectura o su fragmentada urbanización sino la falta de claridad de su sentido vertebrador de la ciudad que le crearon los traumáticos finales de sus extensiones a Este y Oeste, es decir, los fondos de saco de Jorge Vigón y Gonzalo de Berceo. Pero ese es un asunto que habrá que comentar con más tiempo, tras analizar la “circunvalacionitis” que infectó a la ciudad en las décadas posteriores.