lunes, enero 22, 2007

114. EL ESTILO PARECIDO



Si la historia del arte del futuro sigue con las mismas historias que las de ahora, sus autores van a tenerlo crudo a la hora de ubicar al arquitecto Rafael Moneo porque seguramente unos lo pondrán como inventor del “estilo raya” (ver el hC25 de elhalln87) y otros lo ubicarán como el inventor del “estilo disimulo” (ver LHDn19). Que Moneo se esfuerza en dar con un estilo está fuera de toda duda, pero que no lo encuentra, también, porque la verdad sea dicha, ni el “raya” ni el “disimulo” son para echar cohetes, o mejor dicho, para “pasar a la historia”.

Moneo es un gran erudito, un fenómeno mediático, un gran comercial, un tipo muy hábil ante el cliente y hasta una marca de sí mismo, pero no es todavía una figura para la historia. Si sus discípulos y coetáneos (sus admiradores) queremos echar una mano a los historiadores, tenemos que encontrarle un estilo antes de que sea tarde.

Algunos críticos o comentaristas dicen que el estilo de Moneo es el no-estilo, pero eso ya se dijo del “internacional”, y así quedó fijado para la historia. Y lo que está claro es que Moneo está muy lejos del “internacional”. Nunca ha estado en esas.

Para justificar ese no-estilo de Moneo, los mismos comentaristas suelen decir que su arquitectura trata de adecuarse siempre al contexto, y que él prefiere negarse a sí mismo en beneficio del lugar y la ciudad. Algo hay de cierto en ello, pero no es una valoración muy precisa. Por ejemplo yo demostré que ese “contextualismo” de Moneo en el Kursaal de San Sebastián era totalmente falso (v elhalln69; no está en internet, pero ya lo pondré algún día).

Tal y como contaba él mismo en la memoria de la propuesta para el Kursaal (v rev Arquitectura 283-284), Moneo vio en la escollera del frente marítimo de San Sebastián unos enormes pedruscos más o menos paralelepípedos con el rayado de su voladura en cantera y esa fue su fuente de inspiración, su relación con el “contexto”.

Como la arquitectura perdió sus formas con el estilo internacional lo que empezó a suceder con el agotamiento de ambos (del no-estilo internacional y de la arquitectura) ya en las últimas décadas del siglo pasado, es que cada arquitecto se inventaba (y se recreaba en) su “estilo personal” a fin de ser reconocido claramente por los historiadores. Cierto que hubo dos o tres de intentos de agrupar a los arquitectos en estilos genéricos, el “postmoderno”, el “deconstructivo” y el “high tech”, pero en ninguno de estos casos se consiguió fijar un vocabulario o una gramática estable para sus arquitecturas. El empuje de los arquitectos-estrella ha sido mucho más fuerte que el esfuerzo por fijar esos estilos, y a los pocos años han quedado como antiguallas.

Pareciera que nuestro Moneo pudiera quedarse atrás respecto de los arquitectos estrella, pero con lo fino que es en las técnicas del éxito, alguna artimaña tiene que tener oculta, algún nexo que lo emparente con el resto de arquitectos llamados a figurar en la historia como creadores de los estilos de su propio nombre.

Pues bien, creo haberlo descubierto en el edificio que muestro arriba, un siniestro artefacto museístico que inauguró en Huesca el año pasado. Fiel a su otro estilo (por si acaso es el que chuta), el edificio también está rayado, pero nada más ver sus formas y su color entendí que del mismo modo que el Kursaal quería parecerse a los pedruscos de las escolleras, el museo de Huesca quería parecerse a los Mallos de Riglos. No leí con atención el infumable texto del comentarista que los presentaba en el suplemento El Cultural de El Mundo (23 fb 2006) pero en el tercer párrafo ya vi que aparecía la referencia a los singulares mogotes del prepirineo oscense: “El edificio que construye Moneo no pretende interferir en el paisaje sino que se inspira en él, al elegir los Mallos de Riglos… etc.”.

Digo yo por tanto si el auténtico y verdadero estilo de Moneo no será el estilo “parecido a”. Me empieza a fallar bastante la memoria concreta, pero en los últimos años estoy seguro de haber leído más de un argumento similar en otros tantos arquitectos del estrellato, o aspirantes al mismo. Por ejemplo, sus discípulos Muñón y Mansilla deben estar haciendo en Santander un museo como si fueran los Picos de Europa; Zaera decía hace poco que su rascacielos para Sevilla se parecía a una bailarina flamenca; Nouvel comparaba su torre Agbar con Monserrat (lo de parecerse a los montes se lleva mucho, pero la marca “estilo montañés” ya está registrada), etc.

Un estilo que quiera pasar a la historia tiene que tener consistencia y ser usado por más de un gran arquitecto y en más de una ocasión. El disimulo y el raya no son gran cosa, y los estilos Calatrava, Gehry, etc, desaparecerán con sus autores.

Dejo caer una hipótesis o una apuesta: escondido bajo el falso “contextualismo” es muy posible que sea con el auténtico “estilo parecido” como logre entrar en la historia nuestro insigne profesor de arquitectura. A ver si acierto.