jueves, mayo 10, 2007

ROMA



Buscas en Roma a Roma, ¡oh peregrino!
y en Roma misma a Roma no la hallas.


Me había propuesto escribir una nota sobre Roma para los alumnos y profesores de mi Escuela que viajan este año a Roma (y para el ex profesor Javier Dulín, que me ha dicho que viaja por su cuenta en breve), y he repasado la ingente cantidad de material que reuní como preparación del viaje que hice hace diez años. Me reencuentro con lo mucho que publicó sobre Roma Leonardo Benévolo (en Diseño de la Ciudad e Historia del Renacimiento), y confirmo que los relatos de Braunfels (Urbanismo Occidental) o de Spiro Kostoff (Historia de la Arquitectura) sobre las varias ciudades de la “ciudad eterna” son magníficos. En aquel viaje también me acompañó Rudolf Wittkower y sus detallados capítulos de “La Arquitectura en la Edad del Humanismo” sobre Miguel Angel, Rafael y Borromini. Y por supuesto no me libré de las inevitables guías turísticas y los recortes de periódico. La información que preparé entonces sobre Roma era tan abigarrada como la propia Roma.

Fue también un viaje de muchas fotos y a la hora de colocarlas en el álbum las organicé en cuatro capítulos: La Roma Romana (o sea, la de la antigüedad: República e Imperio); la Roma Paleocristiana de las grandes basílicas; la Roma Papal (1450-1650); y la Roma Barroca. (Aunque también hubo “una experiencia no fotográfica” cuyo relato he colgado hace unos días en este mismo blog). Es un esquema muy pedagógico para poder ver los distintos “estratos” de la ciudad.

Al repasar ahora todo ello y releer también las notas de mis diarios, me doy cuenta de que me falta todo un gran capítulo: la Roma Moderna o Contemporánea. De momento y mientras no me organice yo un viaje con ese fin, les voy a pedir a los viajeros que me traigan, a poder ser, una Guía de Arquitectura de Roma del siglo XX. Pero vayan como anticipo algunas notas.

En el siglo XVIII Roma se “interrumpe”. Es el momento en que la dibuja el veneciano Piranesi. A Roma hay que ir a dibujar, y seguramente el estilo Piranesi sea el más apropiado para capturar esa ciudad. Es un estilo que a Javier Dulín se le dará bien.


De 1748 es el famoso plano de Nolli en el que deja constancia de todo el legado de las “cuatro” Romas que yo recogía en mi álbum. Conviene llevarlo. Luego volveré sobre él.

Las intervenciones posteriores no han dejado de ser polémicas: de finales del XIX es el monumento a Víctor Manuel (la máquina de escribir, como la llamaban los romanos) que descalabra la espalda del Capitolio; y capítulo aparte merecen las reformas del Duce inspiradas en las obras de Berlín.

Del mismísimo 1941 tengo un libro de fotos de Roma editado en 1941 que compré en un mercadillo de antiguo en Turín, en el que llega a salir il Duce en su despacho del Palazzo Venecia, pero en el que no hay ninguna foto de las obras del Foro Itálico o de las obras del EUR (se anunciaban para el volumen II). Es un libro precioso porque las fotos en blanco y negro, con las calles de Roma sin coches y apenas sin gente, parece que muestran una ciudad congelada. Tampoco sale la polémica “Via de la Conziliacione” que tanto cabreara a Benévolo, pero sí la Vía “Imperial” y la del “Triunfo” que segaron por medio las ruinas del Foro.


Para documentar las intervenciones del Duce he encontrado un par de artículos perfectos: están en el número 8 de la Revista Nacional de Arquitectura del mismo año 1941. El primero lleva por título “Visión de la Roma Futura” de Marcello Piacentini, y su título lo dice todo. El segundo, de V. Ballio, cuenta las importantes intervenciones de limpieza en el Mausoleo de Augusto y la construcción de las casas “speernianas” del propio V. Ballio que lo rodearon (en mi viaje visité el Mausoleo pero no me fijé en las casas, así que prestadles también algo de atención).

También sería de recorrer la zona de “i Parioli” para ver que se siente en el barrio por antonomasia de las palazzinas, esas que tan de moda se han puesto en Logroño a partir de 1998 (v elhalln43). Y uno no sabe muy bien dónde habría que ir a buscar la Roma neorrealista, si en los barrios de los cincuenta, que estarán ya irreconocibles, o en los estudios de Cinecitta. También espero, Javier, que hayas encontrado algo del siglo XX en las separatas del DOMUS.

En 1978 unos cuantos pioneros del “movimiento de los arquitectos estrella” (Sitrling, Venturi, Rossi, los Krier, Portoghesi, Graves o Colin Rowe) se repartieron el plano de Nolly para poner sus dibujitos personalísimos sobre Roma y organizaron una exposición llamada “Roma Interrota” pero la cosa no pasó de ahí (se pueden ver en el número 245 de la revista Arquitectura de sep. de 1978). Sin embargo, en los últimos años he oído que el superestrella Richard Meier ha construido una funda para el Ara Pacis y me han dicho que la supernova Zaha Hadid ha hecho alguna de las suyas por el extrarradio. Qué atrevidos que son algunos de nuestros arquitectos estelares (y qué decadente tiene que estar otra vez Roma para permitirlo).

Una ciudad que se ha reinventado tantas veces llega a provocar mareos. Y ya no digamos si entramos en los debates que se han producido tras cada una de las intervenciones que se han hecho sobre su monumental organismo (recuerdo que Fellini ironizaba sobre ello en alguna de sus películas).

Soy un mediocre dibujante porque no acabo de quitarme de encima la necesidad de que los dibujos queden bonitos, pero para completar las ilustraciones de este post he preferido poner un par de dibujillos de mi cuaderno de viaje. Creo que la única manera de sosegarse ante el aluvión de información que despide cada piedra y cada rincón de Roma es refugiarse en la tranquilidad de un dibujo. El primero es de la fachada de San Pedro que estaba semicubierta por dos andamios. Y con el segundo, que es muy malo pero me gusta bastante más por su contenido personal, quería recordar los momentos en que mi hija Elena pasaba por la noche a la mesa de nuestra habitación para escribir su diario. ¡Qué maravilla tener un diario de Roma escrito a los doce años!



En todo caso, acabo esta nota con los últimos e impresionantes tres versos del soneto con que Francisco de Quevedo nos contó la “eternidad” de Roma, y cuyos primeros dos versos la abrieron.
Que tengáis todos buen viaje y que Piranesi y Quevedo os inspiren y acompañen.

¡Oh Roma! En tu grandeza, en tu hermosura,
huyó lo que era firme y solamente
lo fugitivo permanece y dura.