jueves, abril 26, 2007

CASAS SOLARIEGAS DE LA RIOJA







En los largos y ya pesados meses de este 2007 en que parece que nunca se va a acabar de publicar la Guía de Arquitectura de Logroño que entregué el último día del año pasado (el Ayuntamiento es así de lento…), he venido en repasar las fichas, datos y fotografías de dos temas que me parecen capitales en la arquitectura de La Rioja: las hallenkirche, de las que algo ya he contado en el nLHD 026 y 034; y las casas solariegas barrocas, sobre las que escribí una ponencia para un Coloquio de Historia de La Rioja, que el actual presidente del IER Delgado Idarreta no tuvo a bien publicar en las actas del coloquio, y que luego coloqué en un número de revista Calle Mayor y en el libro recopilatorio El Retablo de Ambasguas. Un artículo un poco ingenuo y pesado que trataba de compensar con teoría y metodología lo poco que sabíamos sobre ellas, y que pondré mañana en su carpeta del blog por si alguien está interesado en él y no lo tiene a su disposición en las publicaciones que menciono.

Bueno, el caso es que durante todo el año de 1983, al principio con Carlos Lloret, y Enrique Martínez Glera y luego yo solo, recorrí un buen número de pueblos riojanos, preferentemente de la Rioja Alta, descubriendo, contemplando, tomando notas, dibujando y fotografiando un gran número de sus casas solariegas. Muchas de aquellas fotografías las revelé y pegué en un álbum a modo de libro que tenía olvidado en mi biblioteca (por entonces era común revelar uno en su laboratorio casero las fotos en blanco y negro), pero muchas otras no las había ni siquiera revelado. Ahora, y gracias a la facilidad de digitalizar aquellos negativos y visionarlos cómodamente en el ordenador, me he dado cuenta de que tengo un pequeño pero estupendo archivo de unas quinientas fotografías del estado en que descubrimos aquellas casas.

Y me he dado cuenta también de que excepto alguna cosilla que ha publicado José Manuel Ramírez de alguna de ellas, sigue sin haber absolutamente nada escrito ni documentado sobre su singular y valiosa arquitectura.

Entre las espléndidas "casas de Dios", construidas en piedra por la sociedad entera, y las endebles casas populares de entramados de madera y adobe, en los pueblos y pequeñas ciudades de nuestra región se fueron construyendo a lo largo de los siglos algunas casas, que por sus menciones al “solar” y sus aspiraciones de nobleza, deberían ser tenidas como referencias fundamentales de nuestro patrimonio arquitectónico y urbano.

Hasta la abolición de la baja nobleza por las cortes de Cádiz las casas solariegas hacen las veces de pequeños palacios que nos traen hasta el presente las jerarquías y valores de aquellas formas de sociedad. Como he contado en alguna que otra ocasión (v De Hidalgo a Chivo, elhalln6), tras el siglo de las luces, el prestigio del estudio y el saber sustituyó al del origen y las armas, y las profesiones liberales ocuparon el lugar que dejaron los hidalgos. Pero los médicos, boticarios, leguleyos y maestros no tuvieron nunca los recursos económicos para significarse mediante la arquitectura, así que los auténticos herederos del prioritario papel urbano de hidalgos e indianos fueron los burgueses de la primera industrialización. En el rastreo por los pueblos para buscar casas solariegas del XVII y el XVIII, descubrimos también no pocas casas del siglo XIX con una sobriedad y elegancia considerables.

El XX es el siglo de la crisis de arquitectura en nuestros pueblos. La burguesía se instala en la ciudad, y mezclada con los boyantes comerciantes y con esa pequeña clase ilustrada de los médicos, arquitectos, abogados, ingenieros y profesores, construyen casas con miradores en sus calles de ensanche. Y entonces las “casas solares” de los pueblos entran en un miserable proceso de abandono.
En el año en que iniciamos nuestra investigación, aquellas espléndidas casas de piedra estaban cerradas y semiabandonadas, o colonizadas, divididas y alteradas por gentes del campo. Veinticinco años después, miedo me da salir otra vez (ahora con la cámara digital y a todo color) a ver qué ha pasado con ellas, y analizar qué papel juegan en la nueva escena urbana de coches, grandes tractores, chalets y casas de pisos. Me consta que incapaces de habitar en ellas, van cayendo en manos de pequeñas instituciones como juzgados, cajas de ahorros, ayuntamientos, hotelitos, museítos, etc. que transforman su uso y sentido. Y si miedo me da verlas, pavor me puede dar descubrir el papel que los arquitectos pueden estar haciendo en algunas de ellas.

Quisiera acabar esta presentación diciendo que le debo a Carlos Lloret la iniciativa y el interés por este tema, y de ahí que ponga una foto suya de aquel año como homenaje y agradecimiento (quien quiera saber más sobre Lloret tiene una entrevista que le hice en elhAlln44 de nov 1998).
En aquellos primeros años de nuestra profesión como arquitectos no sabíamos distinguir muy bien si nuestro interés por la historia y el patrimonio tenían que ver con el coleccionismo de los historiadores o con la falta de preparación y la orfandad de principios que orientaran nuestra arquitectura. Veinticinco años después creo que ya lo sabemos. Así que no estará de más que de vez en cuando volvamos nuestros ojos de nuevo hacia aquellas casas para seguir con el aprendizaje.