lunes, abril 23, 2007

JUAN PEREZ DE SOLARTE



Como me entretuve mucho en la presentación del las hallenkirsche riojanas (ver nLHD 026) no me quedó espacio para hablar en aquella ocasión de la autoría de la iglesia de Arenzana con la que empecé, o comentar algunas de sus características arquitectónicas más notables. No creo que tampoco hoy me dé tiempo para lo segundo porque el tema de la autoría de nuestras estupendas iglesias del siglo XVI da para otra introducción no menos larga.

Es frecuente entre los aficionados y los malos historiadores que nos pongamos a pensar el pasado en términos del presente, así que para no hacer el ridículo hay que superar ese grave defecto. La forma de hacer arquitectura, tal y como nosotros la entendemos, no puede ser trasladada al siglo XVI, porque como muy bien apuntaba Gabriel Moya en el propio título del trabajo que veíamos el otro día, lo primero que hay que conocer para aproximarse a esa arquitectura, es su “modo de producción”.
De esa manera descubrimos que por la construcción de una hallenkirche pasan a veces varias generaciones; que lo más parecido a nuestro “arquitecto” es una figura difusa encubierta en el propio maestro de obras que la construye; que como “proyecto” solía haber unas trazas elementales que por desgracia siempre se han perdido, es decir, que no se les daba mucho valor; y que la entidad promotora era lo más parecido a lo que podría ser en la actualidad, o sea, una junta administrativa compleja y distinta en cada caso. En resumen, que la primacía de la obra estaba en lo que hoy es la “constructora”, -algo que en el acerbo popular aún se mantiene cuando al hablar de un edificio sólo se menciona al constructor y se olvida al promotor y al arquitecto (sin ir más lejos, en la misma prensa local). Y por si fueran pocas las diferencias, el título de “arquitecto” suele aparecer más bien asociado a los tracistas y constructores de los armazones de los retablos de siglos posteriores, que a las obras en piedra de los edificios del siglo XVI.

Sin embargo, y a la hora de entrar en materia y redactar el Inventario, Moya y su equipo parecen siempre buscar una “autoría” para cada edificio lo más parecida a lo que nosotros entendemos por ese concepto. O acaso seamos nosotros mismos los que a la hora de leerlo vamos buscando lo que no nos pueden ofrecer. El resultado es que el lenguaje se llena entonces de vaguedades y la historia se convierte en un género impreciso y aburrido. Yo me suelo aburrir mucho leyendo los libros de nuestros historiadores de arquitectura, así que algo falla. O ellos o yo. O los dos.

Para intentar arreglar un poco este entuerto he decidido empezar por la misma iglesia que presentaba el otro día, la parroquia de la Natividad de Arenzana de Abajo, a ver qué podemos sacar de ahí.

Dicen nuestros historiadores en el Inventario que: “hacia 1561 se encargaba de terminarla Juan Pérez de Solarte, que había intervenido en ella con anterioridad”. Y esa es toda la documentación que tenemos a nuestro alcance, pues el Inventario famoso no da “fuentes”.

Para saber quién pudo ser este Juan Pérez de Solarte y hacernos un poco más de idea sobre el “autor” es preciso leerse todo el Inventario y ver por donde puede aparecer su nombre en alguna otra obra. Labor ardua y a veces irritante, pero... para eso “le pagan a uno…”.

Juan Pérez de Solarte aparece en las obras del crucero y cabecera de la catedral de Calahorra en 1565 y 1576. Y otro Juan Pérez de Solarte aparece en la girola de la misma iglesia en 1591.
Según el Inventario, Juan Pérez de Solarte “probablemente estaba encargado en 1546” de la Iglesia de Anguiano, -aunque según Adita Allo Manero (Historia de la Rioja, vol III p 40) la obra de la iglesia de Anguiano “se debe a Juan Pérez de Solarte”. Del “probablemente” al “se debe” hay un salto notable.

La hallenkirche de Camprovín, -también según el Inventario- “parece realizada en el segundo tercio del XVI con intervención de Juan Pérez de Solarte”.

Juan Pérez de Solarte vuelve a aparecer en 1573 como el tracista de la iglesia de Aldeanueva de Ebro que construyen los hermanos Yarza.

Abrevio en las siguientes menciones y no las reproduzco para no alargarme ni aburrir con sus vaguedades:

Briones, 1568, construyendo una capilla.
Calahorra, torre de la Parroquial de San Andrés.
Hormilla, 1560, parroquial de San Martín.
Murillo, en 1575 y 1607.
Sojuela, en 1569.
Navarrete, en 1569.
San Millán de la Cogolla, claustro, 1549; y luego en la iglesia también.

Vale. Por la diferencia fechas ya deducimos que hay varios Juan Pérez de Solarte. En el librito de Juan Bautista Merino Urrutia “Artífices vascos en la Rioja” (ed. Junta de Cultura de Vizcaya, 1976) hay una pequeña ficha de los canteros que trabajaron en nuestra región (pag 72) en la que aparecen varias de estas obras atribuidas en exclusiva a Juan Pérez de Solarte (hijo) lo que evidentemente está mal. Y yo ya lo sabía porque el propio Gabriel Moya da en “El Modo Vasco” el árbol genealógico de los Pérez de Solarte que reproduzco aquí mediante una foto de la pág. 341 de su libro.



Y también sabía que podía haberme evitado todo el trabajo anterior, porque en “La Arquitectura Religiosa en la Rioja Alta” (editado por el IER en 1979), Gabriel Moya da una “nota biográfica” de los tres Juan Pérez de Solarte bastante más precisa (pag 102 y 103); pero si lo he contado así es porque lo que pretendía era demostrar que en el Inventario no aparecen distinguidos el padre, el hijo y el nieto (el abuelo era carpintero en Jemein y no parece que viniera por aquí), y que, en general, hay como muchas ganas de poner siempre el autor de cada obra y muy poca claridad en la forma de exponerlo y documentarlo.

Insisto, hay que estar muy agradecido a Moya y los suyos por la labor historiográfica que hicieron porque no hay otra cosa pero… ¿no os parece que con estas formas de contar la historia es muy duro interesarse por nuestra vieja arquitectura? ¿no os parece que ayudan muy poco a su contemplación y respeto? Y ya no digamos a aprender algo de ella…

(A falta de una imagen de los Pérez de Solarte del siglo XVI, ilustro esta nota con una foto de Marquina-Xemein, el doble pueblo vizcaíno de donde eran originarios, en el que, por cierto, podemos contemplar una de las más hermosas hallenkirche que hay en Vizcaya: la iglesia de Santa María de la Asunción de Xemein).