Tiene ya setenta y cinco años y toda una vida como arquitecto dedicada al Urbanismo en oficinas de planes y cargos públicos (llegó a ser Consejero de Ordenación del Territorio de la Comunidad Autónoma de Madrid en tiempos de Leguina, o sea del PSOE). No he seguido de cerca su trayectoria (aunque algunas cosas que no le han de gustar mucho se pueden leer ya en internet) ni en general, la de los urbanistas de Madrid, pero seguro que tiene mil cosas que contar, o decisiones sobre las que reflexionar y arrepentirse -por ejemplo, las tomadas sobre un sistema de ideas y mecanismos que reconoce haberse quedado caduco; pero en vez de dedicarse a revisar su pasado por si acaso con ello aprende algo y nos enseña algo, sale a la palestra de la tribuna de opinión de EL PAIS para contarnos que otro urbanismo es posible, y que ese otro urbanismo se llama… “socialdemócrata”. Santo cielo, qué vejez tan patética.
Sé que me repito, pero lo más triste que puede hacer un arquitecto para arreglar la arquitectura es decir que la culpa de la mala arquitectura la tienen los políticos. Son como esas feministas, que incapaces de ser mujeres y entenderse con los hombres, le echan la culpa de todo al machismo. Y claro, optan por comportarse como machitos.
Pero si triste es su extravío mental (que no deterioro), no menos ridículo es el contexto en el que inserta su discurso, porque no sé si Mangada se ha dado cuenta aún de que el gobierno de España es en estos momentos un gobierno socialista, o socialdemócrata, o un gobierno del partido que él apoya, vamos. ¿Qué es lo que pretende entonces con su artículo? ¿hacer memoria histórica para Zapatero y Trujillo de aquel “otro urbanismo posible” socialdemócrata y “culto” (el adjetivo culto aparece muchas veces en su artículo) en el que inserta (modestamente, eso sí) sus actuaciones políticas de los años ochenta y que parece que ellos no practican muy bien? ¿o pedir el voto para echar a Gallardón y Aguirre de los entes locales de Madrid y que gobiernen Sebastián y Simancas? ¡Pues vaya esperanzas! Que lo diga, hombre, que lo diga más claro. Que tire de las orejas a Zapatero y Trujillo o que pida el voto para Sebastián y Simancas y se deje de monsergas.
Porque esos sermones bienintencionados y bienpensantes, esos sermones tan tostones y tan manidos, ese reclamarse de la cultura y los pequeños hitos colocados en los libros de historia por los “compañeros historiadores” (siedlungen, hoffs, new towns, etc.) para desdeñar a continuación al desbocado motor económico de la actual ciudad, lo único que hacen es empobrecer un poco más, si cabe, el panorama crítico de las propias disciplinas de la arquitectura y el urbanismo.
¿Hacer planes y más planes, citando a Manuel Solá-Morales? sí, claro, hay que hacer planes, muchos planes, muchos dibujitos, pero…, ¿sobre qué teoría urbanística? ¿con qué fundamentos históricos? ¿con qué medios críticos para enjuiciar esos planes? ¿Con nada? ¿sobre nada? ¿sólo con etiquetas de “cultura” “racionalidad” y “equilibrio medioambiental” otorgadas por los “compañeros historiadores”? Pues entonces mejor no hacer planes y diagnosticar modestamente (ahora sí) que es por la penuria a que ha llegado nuestra arquitectura por lo que hemos vuelto a un urbanismo espontáneo, pero esta vez reservado a las grandes inmobiliarias y no a la gente. Pues el urbanismo socialdemócrata, ese “otro urbanismo posible” lo que único que hizo fue desconfiar de la gente y de los arquitectos y crear unas reglas de juego en las que la ciudad sólo podía ser cosa de unos pocos.
Sí, ya sé que Vds. querían que el urbanismo fuera patrimonio exclusivo de los dictadores del proletariado, pero como aquello se vino abajo ya ve quienes se han quedado en exclusiva con el juego.
Otro urbanismo es posible ¿eh? Ande y descanse un poco de una vida tan azarosa y prolífica y dedíquese al cuidado del jardincito de su casa ahora que estamos en primavera. Porque de seguir escribiendo esas cosas que Vd. escribe, seguramente sea ése el único urbanismo que pueda arreglar.